Fue un martes 28 de junio, año 1966. En la madrugada de ese día un golpe militar eyectaba del poder al presidente de la Nación, el radical Arturo Umberto Illia.
Era la llegada de la llamada revolución argentina, comandada por quien fue presidente de facto, el general Juan Carlos Onganía.
Illia había sido elegido en forma democrática, aunque con el peronismo proscripto, el 7 de marzo de 1963.
Desde días antes de aquel 28 de junio los rumores de golpe eran intensos. Se lo acusaba al presidente de lentitud en su gestión -había un ilustrador que lo simbolizaba como una tortuga- y desde un sector de medios se apostaba la fecha en que finalmente se haría el golpe.
Illia, un médico nacido en Pergamino pero afincado en Cruz del Eje, Córdoba, realizó una gestión presidencial, que se caracterizó por su honestidad, su austeridad, su don de gentes y su espíritu republicano.
Fue echado a patadas por los militares, con el regimiento de granaderos a caballo, encabezado por el coronel César Perlinger, que le informó que los militares habian decidido sacarlo del poder.
Illia acató la orden y se fue en taxi a su casa. Pero ante le dio a quien ejecutaba la orden que se iba a arrepentir con el tiempo. Así fue finalmente, porque una década después el entonces general Perlinger le envió una carta a Illia, pidiéndole disculpas y reconociendo que tenía razón cuando le hizo semeante advertencia.
Lo cierto es que llegó un gobierno de facto, que decidió cerrar el Congreso. Por primera y única vez en la historia argentina se disolvió el cuerpo de taquígrafos del Congreso Nacional. El Parlamento quedó a cargo de un interventor, el coronel Gerardo José Mazzini, quien atacó con fiereza todo lo que tuviera que ver con el Poder Legislativo.
La revolución argentina habló de dividir la gestión de gobierno en tres espacios: económico, social y político, en ese orden. En ese sentido, con el lema de un abogado, el doctor Roberto Roth, quien había escrito el libro El país que quedó atrás, en un principio todo apuntó al orden económico. El tema político quedó para la última parte.
La revolución argentina debió enfrentar sus propias disidencias, las luchas internas de los militares, y cuando llegó la etapa del general Lanusse se aceleró el retorno de la política. Lanusse desafió a Perón, que vivía en Madrid y desde allí, a través de sus delegados, movía los hilos de su movimiento.
En el desafío, Lanusse convocó la vuelta de la política, aunque condicionó a Perón para que estuvieraen el país antes de determinada fecha, si quería participar de las elecciones. Lanusse sostuvo que a Perón no le daba el cuero de volver al país. Sin embargo, el general regresó aquel histórico 17 de noviembre de 1972. Pero al poco tiempo volvió a España. Como no estuvo para las elecciones en el plazo establecido, Perón no pudo participar de las elecciones del 11 de marzo de 1973. Pero sí estuvo la fórmula Héctor J. Cámpora-Vicente Solano Lima, que ganó con amplitud esas elecciones. Era una maniobra, con el lema del "tío al gobierno y Perón al poder". Le llamaban "tío" a Cámpora.
Perón volvió al país el 20 de junio de 1973, pero el avión debió aterrizar en Morón y no en Ezeiza, donde se produjo una tremenda masacre, por enfrentamientos entre militantes de la juventud peronista y de los sindicatos.
Perón terminó siendo presidente, con el voto mayoritario de los ciudadanos y asumió el 23 de setiembre de ese año. El 1 de julio de 1974 moría el general.
Todos saben lo que pasó después, con un país convertido en un baño de sangre, con la triple A, la guerrilla, los montoneros, etcétera, con el desenlace de un nuevo golpe de estado el 24 de marzo de 1975. El denominado proceso de reorganización nacional sembró torturas, desaparecidos, muertos por doquier en una dictadura terrible que azotó la República.
La guerra de Malvinas, que los militares encabezados por el general Leopoldo Galtieri, pretendieron utilizar para esternizarse en el poder, con la derrota aceleró la vuelta de la democracia, que se concretó el 10 de diciembre de 1983, con la llegada del presidente radical Raúl Alfonsín.
Hoy se trata de recordar al presidente Arturo Illia, un monumento a la honestidad y al espíritu republicano, que dejó para la historia el inventario de lo que tenia al momento de ser echado del poder hace 59 años. Volvía al llano mas pobre de lo que habia llegado al poder, dando un ejemplo de austeridad encomiable, que debería ser tomado en cuenta hoy con nuestros políticos, la llamada casta que se atornilla al poder y no quiere largarlo nunca.
Comentarios