Hace dos décadas, un día como hoy, cuando el día estaba cerca de concluir se produjo la tragedia del boliche de Once, Cromañón, que dejó el trágico saldo de 194 muertos y 1400 heridos.
Bengalas dentro del boliche, una tela negra, la media sombra, en el techo rápidamente inflamable, muchísima mas gente de la capacidad -el máximo era 1031 y había mas de 3000 personas- produjeron un combo explosivo, con la convocatoria de la banda rockera Callejeros, encabezada por Patricio Fontanet.
Esa noche Argentina no durmió. A medida que se conocían los datos de la tragedia crecía el estupor y con el tiempo la investigación determinó que se cumplió aquel precepto de que la corrupción mata.
En este caso, las coimas para que la Municipalidad habilite el funcionamiento -el hecho le costó el cargo al intendente Aníbal Ibarra-, la prédica del grupo rockero de tirar bengalas dentro del local, algo totalmente demencial -Fontanet terminó encarcelado-, la impericia del concesionario Omar Chabán -murió en la cárcel-, la desfachatez del dueño de Cromañón -Ricardo Levy, quien estuvo preso cuatro años- todo se confabuló para producir una de las mayores tragedias de la historia argentina en materia de centros de diversión.
Eso generó que se multiplicaran las inspecciones de boliches, con una enorme cantidad de clausuras por no cumplir con los mínimos requisitos.
Cromañón, como tantos otros episodios ligados con la corrupción, se convirtió en un elemento interprelador del poder y sus abusos, destapando en la caja de Pandora todas las irregularidades que rodeaban a Cromañón.
Hubo una serie para contar la historia. Se escribieron libros sobre la tragedia, las notas periodísticas se multiplicaron por doquier.
Hoy hay una ONG en Once que atiende a las víctimas, porque después de la tragedia hubo muchos suicidios de sobrevivientes.
Siempre se dice que este hecho lamentable debe ser un faro para que nunca mas se repita, y el acento está puesto en el cuidado de los jóvenes en los boliches, porque con el curso del tiempo muchas veces se aflojan los controles o se vuelve a la coima para habilitar locales, cuando las condiciones de seguridad no están dadas.
De todas maneras Cromañón valió muchísimo para tomar las medidas necesarias para que todo aquel que se acerque a un boliche tenga la seguridad de que no vuelve a repetirse la tragedia.
La corrupción mata, y si no se la estirpa puede volver a matar.
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