Aquel 25 de noviembre todavía está en recuerdo. Hace cuatro años se conocía el fallecimiento de Diego Armando Maradona, unos días después de haber cumplido 60 años.
Uno de los mas grandes futbolistas que dio el país no podía soportar una situación de salud y conmovía al mundo, tanto futbolero como de otras especies.
Todavía se recuerda el velatorio en Casa de Gobierno, al impresentable presidente de los argentinos, Alberto Fernández, apelando a un parlante para pedir a la gente que no se amontonara frente a las rejas de la Casa.
Y después el desfile incesante de fanáticos, curiosos, admiradores y detractores.
El Diego de la gente marcha a jugar con Dios, hacer sus malabarismos y generar lágrimas entre quienes lo tuvieron como gran ídolo.
Nacido en Villa Fiorito, desde chico mostró su talento. Como futbolista se inició en Argentinos Juniors primero, luego en Boca Juniors, el Barcelona de España, Nápoli de Italia, Rácing, Newell´s. Y por supuesto, la selección nacional, como jugador y técnico, con los mágicos goles a los ingleses en el mundial de México en 1986. Uno fue con el puño, y el otro, como si hubiera llevado la pelota con la mano.
El recuerdo a un grande del fútbol, que tuvo una vida complicada pero que dejó frases para la posteridad: la pelota no se mancha, me cortaron las piernas, la tenés adentro...
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