Para Bybattaglia, el pintor y crítico teatral Julio Bravo, escribió la siguiente cróncia de Edmond, el regreso de Rostand-Bergerand, en el marco de la reinauguración del teatro Presidente Alvear (en Avenida Corrientes 1659, Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
Destacó esta reapertura del Teatro Alvear (antes Teatro Presidente Alvear), del Complejo Teatral de Buenos Aires.
En la calle Corrientes, en función de prensa, nadie quiso estar ausente y la amplia sala se colmó de un público entusiasta.
Para esta ocasión fue elegida la obra Edmond, del francés Alexis Michalik, quien también fue director.
Una coproducción con Acme, Le Theatre du Palais Royal y Légende.
Michalik es un joven pero consagrado actor, dramaturgo y director galo, que entre sus creaciones cuenta con Intra Muros, Le Cercle des illusionnistes y la obra que genera esta crítica. Recibió muchos premios en Francia.
Julio Bravo se pregunta por qué se eligió esta obra para estar reapertura. Y responde que quizá sea porque se habla del mundo teatral en su conjunto, desde la creación del texto hasta el estreno, pasando por distintas etapas y con todos los personajes y peripecias que implica un estreno, sin duda un momento especial para todos, sobre todo, para los actores.
El esfuerzo, la perseverancia, las angustias... y el deseo de éxito.
Todo eso se ve desde el corazón mismo de las acciones, desde la casa del autor a la trastienda, el detrás de las bambalinas.
O sea el teatro dentro del teatro (si de cine se tratara, sería una especie de remedo de La noche americana, de Francois Truffaut).
Dentro de la propeusta del autor se da una especie de voyeurismo del espectador, partícipe del detrás de escena.
La obra transcurre en París de 1897, cuando un autor -con obras teatrales en su haber, siempre en verso y algunos rotundos fracasos-que desde hace dos años atraviesa una crisis creativa, se ve obligado, a instancias de su protectora, Sarah Bernhard, nada menos, a escribir en poco tiempo una obra protagonizada por el actor Coquelin.
Todo lo que sucede en ese marco, hasta el momento del estreno, se ve en el escenario, en una interesante propuesta teatral.
El autor protagonista es justamente Edmond Rostand, el destacado autor de Cyrano de Bergerac, y la obra que debe escribir en la ficción teatral es precisamente la que le dio fama mundial.
Michalik presenta una posibilidad de cómo Edmond llegó a crear, tras distintas peripecias y con un claro espíritu autobiográfico, su pieza cumbre.
Esta casi total referencia autobiográfica hace que en el escenario no esté el factor sorpresa porque la historia de Cyrano es muy conocida por el público.
Bravo dice que la puesta es ágil, a veces con un ritmo vertiginoso que cuadra muy bien a la dinámica que se produce en escena, recordando las reglas del vaudeville.
Sin embargo, dice Bravo, algunas escenas resultan extensas.
La escenografía, cambiante en forma permanente y funcional, es armada y desarmada por los propios actores, y la mayoría d eellos tienen a su cargo varios personajes (alguno tiene hasta nueve papeles).
Bravo subraya la labor del actor Felipe Colombo como protagonista, con un Rostand que transmite todas las vivencais, algunas contradictorias, que vive en ese proceso creativo.
Entre el numeroso elenco -muchos son personajes secundarios- menciona a Nacho Pérez Cortés, Eugenia Alonso, Vanesa González, Miguel Angel Rodríguez y Yanina Gruden.
Tras destacar la dirección de Alexis Michalik, Julio Bravo resume que es una buena oportunidad para regresar a una mítica sala porteña, donde un texto bucólico con una correcta dramaturgia y con catores nacionales talentosos, muestra el esfuerzo del vaudeville en tiempos difíciles.
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