CERRO BAYO: HOMENAJE A ATAHUALPA YUPANQUI EN EL CENTRO CULTURAL PERATA


 En el Centro Cultural Hilda Perata, Larrea 1355, entre Corrientes y Entre Ríos, Quilmes Oeste, el domingo 6 de agosto a las 17 se presenta el espectaculo Cerro Bayo, un homenaje merecido al gran cantaautor Atalhualpa Yupanqui, con una obra del propio Yupanqui.

Narración de Laura Legnini y Orlando Acosta.

En guitarra, Raúl Sinagra.

La cantora Adriana Ragnini.

La propuesta se basa en el libro Cerro Bayo, la Argentina secreta según Yupanqui.

El crítico Pedro Patzer habló del libro y dijo que Atahualpa fue uno de los brillantes escritores que dio el país. Sin embargo, como sucede en un país colonizado culturalmente, la obra de Yupanqui no aparece en ninguna antología oficial de Literatura nacional. 

Dice Patzer que la obra de Atahualpa "está en las heridas del minero, el arriero y en todo lo que el kolla calla en el cerro (lugares en que la literatura argentina llegó muy pocas veces)".

Agrega que después del Martín Fierro, de José Hernández, y el Facundo, de Domingo Sarmiento, la literatura de Yupanqui es la obra mas argentina que se haya escrito. "Las obras de Hernández y Sarmiento fueron cantos desesperados. Cerro Bayo, también: El canto tiene la emoción de un hombre y la desesperación de un niño.

"Atahualpa Yupanqui solía decir que el hombre es la tierra que anda. Y es canto que anda de copla en paisaje, de silencio en guitarra y de  memoria en libro. Atahualpa urdió una obra literaria como Cerro Bayo, capaz de modificar para siempre, la geografía espiritual de su pueblo, cual cartógrafo de querencia, que traza los planos humanos del corazón de su gente. 

Aquí Patzer subraya la frase de Yupanqui: Así como el alma humana precisa de la belleza y del dolor para crecer, el grano necesita, para vigorizarse, de la música total del árbol, de la hierba, el río y del viento.

"En esta cita, Atahualpa, de alguna manera resume el espíritu de su obra, el idilio de la naturaleza con el alma humana, la idea de que la copla tiene un paisaje humano ("Mi copla tiene un paisaje", Vientito de Tucumán).

"Técnicamente Cerro Bayo es una novela, pero en realidad es una especie de manifiesto de los caminos y los vientos, un alarido en capítulos de cerros, un volcán de párrafos y silencios. ¿Acaso cómo explicaríamos, con argumentos prosaicos, una frase como esta? Cerca, el zaino se está comiendo el paisaje,y  poco a poco Yupanqui nos invita en esta oración a comprender que el paisaje es alimento, alimento de los paisajes vivientes, como los caballos, Atahualpa nos invita a una discusión de paisajes: ¿Cuál es el paisaje de quién?¿Quién es el paisaje de qué?.


                                      El libro de Patzer

"Nunca conoció a su padre. Desde niño solo vio a su lado a esa mujer callada, morena, de oscuras polleras... que le enseñó a sembrar, a arar, a conducir el rebaño, a elegir los pastos, a distinguir desde lejos los animales y los hombres, y sobre todo, le enseñó a callar.

"Cerro Bayo es un tratado sobre las lejanías humanas, un intento de habitar el eco de la intemperie del cerrero y el vallisto, una manera de traducir la biografía del corazón de piedra. 

El cerro les ha dado fuerza para no hundirse. La piedra les prestaba dureza ante los años y el dolor. El viento les aconsejaba música, y del fondo de la sangre les calentaba el cuerpo y el alma a una antigua esperanza recóndita.

El cerro y el hombre, dialogan siglos de soledades, edades de baguala y piedras, delimitan donde comienza y acaba el río del silencio. Yupanqui medía entre el canto del hombre y el eco del cerro.

El canto es mas arisco y es mas libre que el hombre. El hombre vive en una cárcel de piedra y cielo, con una senda que sube, con un camino que baja. Puñal azul, el canto desbarta las nubes. El alma del arriero se preña del silencio para parir una canción en la noche. El hombre sigue siendo un pedazo de cerro que se ha echado a andar.

Cerro Bayo: Atahualpa se transforma en una especie de peón del silencio y pastor humilde de la música que apenas es un poco mas que silencio, música como la baguala.

Cerro Bayo no es una declaración de principios, mas bien diría una declaración de finales, pue en esta obra queda claro que hay una frontera humana, un camino que vive y envejece, un mapa que anda (sangra, respira, ama, muere): Jamás fue mas allá de las lomas donde pastan los rebaños.

Ese filósofo de la vidala, que fue Yupanqui se atreve en esta obra, como en todas sus obras, a ser un alquimista que hasta resuelve con Belleza, el asunto mas complejo, la muerte. Se está produciendo un reventón de estrellas. Si parece que Pachamama colgara del cielo, en cada atardecer, las espuelas de todos los gauchos que desertaron de la vida. Sin embargo, Yupanqui resuelve con Belleza el asunto de la muerte porque antes ha solucionado el tema del vivir. El hombre es el hijo poderoso de la Pachamama, aunque vive prisionero de la garra cósmica del cerro. Puede matar al pájaro y derribar el árbol. Pero precisa  al sol para la vida, el árbol para su sueño y el ave para su canto.

¿Qué decir de un libro que nos enseña del país de los cerros, ideas como esta? En esa academia de andares y sufrires, se acomoda el montañés para pasar su vida con alguna palabra, con algún silencio.

Cerro Bayo llevará a comprender por qué ciertas cosas producen rechazo: El dolor del indio no es una frase a la que recurren obligadamente los literatos indigenistas y los travadores camperos. El dolor del indio de nuestras montañas es auténticamente un sufrir y un callar gigantesco. Tal vez convenga a las clases "elevadas" explotar líricamente la pena de nuestros kollas. Tal vez convenga tener en casa un cuadro buen óleo del chango aguatero, del tocador de quena, del pelador de caña o del domador quebradeño. En las pinturas no se fija el sueldo de esos hombres que dan su vida entera para cuidar la siembra, las ovejas, las haciendas y todo lo ajeno e inalcanzable que tiene la tierra.

Cerro Bayo, concluye Patzer, no solo es un libro sino un espejo remoto de la intimidad de nuestro origen, del tamaño de la ancestral herida, de nuestro ripio cultural, tal vez el espejo del lento paso de los que habitan el cotidiano silencio de Dios y el continuo balbuceo de la Pachamama.

El crítico pide que se abrace a Cerro Bayo porque quizas se podrá poner nombres a muchos dolores que antes anduvieron como nadies".

Este comentario de Patzzer fue extraido de su obra "Aguafuertes  provincianas", de Ediciones Corregidor.

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