Martes 28 de junio de 1966. En la madrugada los militares de la denominada revolución argentina derrocan al gobierno constitucional encabezado por el doctor Arturo Umberto Illia.
Se hicieron presentes en Casa de Gobierno, con el coronel César Perlinger al frente, para decirle al presidente que debía abandonar la Rosada.
Ahí se generó un diálogo tenso entre el mandatario y el coronel, que finalmente concluye cuando Illia prefiere irse para evitar un derramamiento de sangre. Pero antes de irse, el hombre de Cruz del Eje le dice a Perlinger que se iba a arrepentir por quebrar el orden constitucional. Eso pasó así, porque diez años después el propio Perlinger le envió una carta a Illia para pedirle perdón y asegurarle que estaba en lo cierto cuando le decía que se iba a arrepentir.
Aquel 28 de junio de 1966 se iba del poder un hombre honesto. Lo hacía rumbo a su domicilio y publicaba el austero inventario de sus pocos bienes.
Ese golpe de Estado era uno mas en la historia argentina, que habia tenido origen el 6 de setiembre de 1930 con el general Uriburu, derrocando al presidente Hipólito Yrigoyen; mas tarde se repitió el 4 de junio de 1943; después del citado de 1966 llegó el del 24 de marzo de 1976 con la llegada del proceso de reorganización nacional y una dictadura nefasta, que dejó el tendal de desaparecidos, torturados, etcétera.
El 10 de diciembre de 1983 retornó definitivamente la democracia, que está cumpliendo este año sus cuatro décadas. Aquellos golpes de Estado quedaron atrás y solo saben de qué se trata quienes cuentan con más de medio siglo de vida.
Un último comentario: aquel 28 de junio de 1966 por primera y única vez en la historia argentina fue disuelto el cuerpo de taquígrafos del Congreso Nacional.
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