"EL SENTIDO ETICO DE LA VIDA NO ES MATAR" DECIA MAGDALENA RUIZ GUIÑAZU

                                    Magdalena Ruíz Guiñazú


 Dentro del diario del Juicio, que publicó en su momento Editorial Perfil, con el paso a paso de los días de audiencias en el juicio a las juntas militares en 1985, y que reflota la película de Santiago Mitre, con fecha 11 de junio de 1985 se publicaba el testimonio de la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú, integrante de la CONADEP y fallecida días atrás.

Decía Magdalena que "el sentido ético de la vida no es matar".

Su testimonio fue uno de los más extensos, duró dos horas y media y soportó todo tipo de pregunta y repregunta de las defensas en el juicio.

Magdalena respondió con una pregunta a una tibia trampa que intentó tenderle un abogado defensor. Así dijo: "¿Los 127 niños desaparecidos, eran terroristas?".

Dice la crónica periodística que cuando el doctor Prats Cardona, defensor del almirante Massera, trató de descalificar el informe de la CONADEP, preguntando si dicha comisión no se había excedido al calificar a las juntas militares emitiendo juicios de valor, recibió otra respuesta que valorizó la labor de la periodista declarante: "Es una lástima que yo a mi vez no pueda repreguntar al señor defensor, pero entonces me voy a repreguntar yo misma:¿Es lícito torturar, matar y hacer desaparecer a una persona? No; yo voy a luchar toda mi vida para que esos hechos horribles no sucedan. Los que intervienen en esos hechos son delincuentes comunes". Y aquí Magdalena dijo eso de que el sentido ético de la vida no es matar.

En otro momento se le preguntó si sabía que los guerrilleros habían distribuido en Europa planos de la Escuela de Mecánica de la Armada, detallando los lugares de cautiverio y que estos coincidían con los planos que había realizado la CONADEP. La respuesta de Magdalena Ruíz Guiñazú, por simple no dejó de ser contundente: "No conocía esa circunstancia, pero si es así, seguramente esos planos habrán sido hechos por algún guerrillero que estuvo allí. Yo diría entonces que habría que preguntarle a la Marina por qué lo soltó a un guerrillero".

AZUCENA VILLAFLOR

Magdalena refirió que a fines de 1976 ó principios de 1977 fue a verla a la radio "la señora Azucena Villaflor, que después fue asesinada y posteriormente me enteré que erala primera presidenta de las Madres de Plaza de Mayo. Ella me contó que en La Plata había un lugar terrible. Yo no sabía quién era ella entonces. Posteriormente, vino otro grupo de señoras, entre las que se encontraba la señora de Westerkamp (un científico que también fue taquígrafo del Senado nacional) y me aportaron datos. Lo que terminó de convencerme fue el secuestro de un fotógrafo de Atlántida, amigo mío, que se llamaba Eduardo Frías. A partir de ahí empecé a hablar por la radio de las desapariciones  y a interesarme sobre todo por el problema de los niños desaparecidos, inocentes criaturas. Un día me llamó el coronel Carlos Cerdá, subsecretario de Interior, y me dijo que el presidente Videla estaba molesto por lo que yo decía sobre los desaparecidos y los niños desaparecidos.

"Lo que le molestó a Videla fue un comentario radial sobre un párrafo de la Biblia que dice: Ay de aquel que escandalice a un niño. Mas le valiera haberse colgado una piedra de molino al cuello y arrojarse al mar".

"Yo decía que no solo se escandaliza a un niño con el mal ejemplo, sino también separándolo compulsivamente de su familia. 

Hubo otra pregunta de Prats Cardona y Magdalena dijo con vehemencia: "Creo ya haber sido suficientemente clara. Yo me pregunto:¿los 127 niños desaparecidos, son terroristas?".

Otra pregunta de Prats Cardona pidió aclaración cuando se refería a la patota. Así respondió la periodista: "La patota es una tristísima figura que se emplea para esos grupos que actuaban impunemente, secuestraban y torturaban y asesinaban a personas. Eso era la patota. Y quiero agregar esto: estoy en contra de la pena de muerte pero en ese momento en el país había pena de muerte. Y como para hacer una ejecución hay que poner la firma, era más fácil recurrir a la patota y no poner la firma. Los que sabían que que se estaban violando derechos, no tenían el coraje de firmar las ejecuciones

Magdalena contó su experiencia recorriendo los lugares en que habían funcionado los tristemente célebres campos de concentración.

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