PROFUNDO DOLOR EN EL ARTE PICTORICO QUILMEÑO: MURIO LUDOVICO PEREZ


 Uno de los grandes pintores quilmeños partió hoy. Ha muerto Ludovico Pérez (foto), un enorme maestro que a lo largo de su intensa y extensa carrera artística sembró huellas de obras inolvidables, junto a una personalidad atrapante y una bonhomía sin igual. 

En esta nota homenaje, vaya la sentida expresión de pésame a su compañera de toda la vida, Norma Cistaro.

Ludovico Pérez, o mejor dicho y simplemente, Ludovico, había nacido en Río Negro en 1929, pero desde muy joven se radicó en Quilmes.

Trabajó diversos materiales y técnicas: óleos, acuarelas, grabado, xilografía y dibujo. Sobresalió en grabado. 

Se formó en la escuela de artes plásticas Pío Collivadino. Fue becado con fines de estudio en el noroeste argentino y estudió en talleres de artistas y museos en Austria, Bélgica, España, Francia, Holanda e Inglaterra.

Cumplió un rol clave como educador, fue profesor fundador de dos instituciones de enseñanza en artes plásticas: la escuela "A. F. Sur" (1963), en Avellaneda y la Escuela "Oscar Albertazzi" (1971), en Formosas.

También fue director en 1974 de la Escuela Municipal de Bellas Artes Carlos Morel de Quilmes.

Recibió numerosos premios, tanto en salones nacionales como internacionales.

Fue representante en grabado del país en IV Festival de Arte, en Cali, Colombia.

Participó en el VII, IX, X y XI salón de grabado "Carmen Arozena", Madrid, y formó parte del II Festival de acuarela de Québec, Canadá.

Realizó además numerosas exposiciones individuales en Canadá, Estados Unidos y las principales ciudades de la Argentina.

                                                      Obra del pintor Ludovico Pérez

PALABRAS DE MORELLI

La artista Nancy Castagnini publicó en las redes, conmovida por la muerte de Ludovico, palabras del inolvidable Miguel Angel Morelli, quien escribió en 2015 estas palabras como prólogo al libro Ludovico Pérez, 70 años con el arte.

"A la muerte de Borges, el filósofo Emile Cioran le propinó un rotundo homenaje a través de un artículo, hoy célebre, al que tituló El último delicado. Creo que nosotros podríamos comenzar este prólogo refiriéndonos al maestro Ludovico Pérez como uno de los últimos cultores de la afabilidad en el arte. Alguien que ha hecho un dogma del buen gusto y la honestidad intelectual.

"Ahora mismo, cuando gran parte de las expresiones en materia de artes plásticas han devenido en mera gestualidad, o en un gritería más bien destemplado (cuando no, lisa y llanamente, en provocación gratuita) este reconocido maestro argentino continúa rindiéndole culto a una forma de ser y sentir lo artístico que -sospechamos- tienen que haber sido la norma en aquellos tiempos de su propia formación, cuando la fama no era una necesidad ni el éxito una meta.

"Claro que lodicho conlleva una pregunta ineludible: ¿esta actitud no le ha hecho perder contemporaneidad a su propuesta? La  respuesta, no por obvia, ha de soslayarse: lejos de perder actualidad, la obra de Ludovico Pérez se va afirmando en la misma medida en que ha ido tomando un sesgo decididamente clásico.

"Formado en el humanismo, heredero de esta tradición artística que hace del hombre y sus circunstancias la razón de existir, casi no existe trabajo de Ludovico Pérez en el que no nos encontremos conla presencia humana, ya sea de manera explícita o a través de alguna huella. Si hasta sus paisajes más simples resultan atravesados, invariablemente, por la figura sosegada de una barca, un mojón o un camino añoso que se pierde contra el horionte (testimonios todos -al fin y al cabo- de la acción transformadora del hombre).

"Ludovico Pérez, 65 años en el arte" nos invita a hacer un recorrido a lo largo de toda la actividad desplegada por nuestro artista, que por fortuna ha sido enorme. Esto es, nos propone asomarnos a la multiplicidad de sus intereses plásticos y a la casi infinita varieda dde recursos técnicos de los que se ha valido en estas seis decadas. Porque ninguna de las distintas expresiones de la plástica le han sido ajenas: Ludovico es un pintor de fuste, un maestro del color, pero también un extraordinario grabador, el autor tanto de maravillosas xilografía como de sutilísimas maniaturas, un acuarelista consumado y asimismo -y esta no es una cuestión menor- un especialista en los materiales artísticos, donde es reconocido entre sus pares como una autoridad sin discusión.

"Solo un detalle nos escamotea este libro, y es en relación a la trayecgtoria del artista como docente, a las generaciones tantqo de artistsa como de profesionaels que ha ayudado a formar en las dcisteintas isnituciones educativas en las que se ha desempeñado, pero muy especialmente en la Escuela Municipal de Bellas Artes Carlos Morel de Quilmes, que en buena parte todavía hoy lleva su impronta.

En fin, quien cometa la aventura de abrir esta obra para detenerse en todas y cada una de las estampas, experimentará esa sosegada forma de la felicidad que nos brindan las cosas cuando son armoniosas , no pretenden sino llegarnos al corazón como el propio Ludovico".

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