El doctor Nelson Castro (foto), el destacado periodista de TN, Radio Rivadavia y el diario Perfil, regresó de la cobertura de la invasión rusa a Ucrania, porque durante casi un mes estuvo refiriendo lo que vivió en ese lugar del mundo que movió y conmovió al planeta.
En el diario Perfil, el periodista publicó una excelente nota donde habla de una invasión colonialista y sostiene que la aventura bélica de Vladimir Puin no salió como esperaba y ahora no tiene qué ofrecer al pueblo ruso.
De la nota vale la pena reproducir imágenes que quedaron marcadas en sus vivencias de 21 días pasados en Ucrania "cubriendo la locura de una guerra sin sentido", que se le transformaron en recuerdos, los que pasa a detallar con lujo de detalles.
"El cruce de la frontera entre Polonia y Ucrania y los ucranianos y colegas que me vinieron a abrazar despue´s de haber tocado el piano en público (se refiere a ese acontecimiento maravilloso donde se lo vio interpretando La miniatura romántica, de Alexander Scharwenka); el tenso momento vivido en la comisaría número uno de Lviv, adonde llegamos en pleno toque de queda, el inconmensurable silencio de las noches, la primera sirena, el plrimer refugio, las requisas por parte de los soldados y los policías, la épica del viaje en tren a Kiev, la durísima noche en la estación de la ciudad capital en medio de la oscuridad y el frío que calaba los huesos, solo mitigado parcialmente por el té y el café que nos servía un grupo de jóvenes voluntarios, la transmisión desde un jardín de infantes y una escuela destruidos por un misil, la caminata por el cráter producido por el impacto del proyectil, las calles de Kiev atiborradas de barricadas, el sonido de las bombas y los disparos de armas largas, los perros errando por las calles a la búsqueda de sus dueños, el intenso tiroteo ocurrido en la tarde del lunes 14 de marzo a muy pocas cuadras de donde estábamos transmitiendo para TN, las largas 36 horas de toque de queda que nos obligaron a quedarnos en el hotel, el asesinato de la periodista rusa Oksana Baulina en la playa de estacionamienteo del centro comercial donde habíamos estado horas antes, el soldado ucraniano que vino a advertirnos que debíamos salir del lugar porque era peligroso, ya que nos encontrábamos en la línea de fuego, la caminata por el campo minado alrededor de los restos de las baterías antiaéreas destruidas por los misiles rusos, más requisas por parte de soldados y policías en el fernte de combate en Obolon, la parrilla argentina en la que no trabaja ningún argentino, el teatro que sirve de refugio a artistas y vecinos de un barrio castigado por la guerra, la clínica clandestina y la decena de bebés nacidos por medio de la subrogación de vientres, la dramática emisión desde el frente de combate en Isknobroska en el mediodía del lunes 28 de marzo y el temor de soldados y civiles ucranianos que buscaban asegurarse de que realmente éramos periodistas y no espías enemigos son algunas de las imágenes que se agolpan en mi memoria, en mi piel, en mi olfato y en mi alma.
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