Hace cuatro años partía un grande de la cultura quilmeña, el gran Oscar Tacho Soto, maestro, músico, ecologista.
Su proyecto Arboles por la vida fue presentado en todo el país. Tacho salía con su guitarra y recorría el país con la semilla de enseñar a plantar árboles.
En su momento en Hecho en Quilmes, la colega Valeria Bottasso escribía ante el fallecimiento de Tacho: "Tacho Soto fue -lo digo para los que no lo sepan- el último quijote en un mundo plagado de molinos miserables, el clavo en el zapato de tantos y tantos mediocres, aquel desubicado capaz de la carcajada más estruendosa en medio del velorio.
Agregaba Valeria que Tacho fue cantor, músico, artesano, ecologista. Todo con la misma pasión, con el mismo entusiasmo del primer día. Le gustaba decir que el mundo no es algo que heredamos de nuestros padres sino que lo tomamos prestado de nuestros hijos.
Pródigo en anécdotas, millonario en amigos, no tengo duda, decía Valeria: Tacho fue el tipo más rico del mundo. Y si ahora no está aquí, entre nosotros, ha de ser seguramente porque se enteró de que un tal Jesús lo necesitaba a su lado para arreglar vaya a saber uno qué entuerto. Que así fue siempre este tipo de generoso: alguien capaz de largar todo por un buen gomia y salir corriendo".
El recuerdo de Tacho Soto y sus ventanitas del tranvía, traqueteando por la vía.
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