El fútbol se mezcla nuevamente en una cuestión internacional, en este caso en el marco de la Copa América y la finalísima del sábado entre Brasil y Argentina, que se jugará en el Maracaná.
La selección albiceleste irá por un título que se le niega desde hace casi tres décadas, mientras que Brasil, con una serie de logros internacionales en los últimos, intentará mantener la supremacía. Con un equipo que está invicto -Argentina, también- y que tiene el agregado de jugar en su caso, algo bastante impensado en su momento porque en un principio iban a organizar el certamen Argentina y Colombia, pero el cafetero se apartó por distintas razones, léase pandemia, situación institucional, y nuestro país tuvo que dar el paso al costado porque así lo marcó el crecimiento de los casos por el Covid.
Finalmente Brasil se hizo cargo, más allá del panorama de pandemia y casos que se han dado y se dan en el país vecino. De todas maneras, con un presidente polémico como Jair Bolsonaro (hoy en la reunión del Mercosur ironizó diciendo que Brasil iba a ganar el partido 5 a 0), que tiene una especial apuesta con su par argentino -difieren en muchas cosas y fundamentalmente en el rol del Mercosur-, Brasil quiere mojarle la oreja a la Argentina con una victoria, que en un país futbolero por excelencia puede devolverle confianza al primer magistrado, que sabe que para los próximos comicios comienza a hacer sombra la alianza de los ex Lula y Fernando Enrique Cardozo.
Un árbitro uruguayo será el encargado de conducir el encuentro y en el VAR estará el tan bien uruguayo Andrés Cunha.
Esperemos que la política no se meta en el partido, algo que parece imposible, sobre todo porque Brasil con su presidente y Uruguay también con su titular La calle Pou libran una batalla cultural con el oficialismo argentino... No olvidar que en una reunión del Mercosur, Alberto Fernández cruzó chicanas con su par uruguayo, y esas grietas se repiten en la relación Bolsonaro-Alberto.
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