El día de la patria merece profundas reflexiones, que se viralizan en tiempos de pandemia, con estrictas restricciones y con la esperanza puesta en las vacunas que están llegando, es cierto con mayor lentitud de lo prometido, y que alientan la posibilidad de evitar que sigan creciendo los contagios y los fallecidos.
Aquellos patriotas de 1810 aprovecharon la caída del rey de España, preso, para cuestionar la autoridad de su representante en estas tierras, el virrey.
Y por gran mayoría se aprobó la remoción del virrey Cisneros y la formación de la Primera Junta de Gobierno, encabezada por Saavedra, junto a Paso, Moreno, Alberti, Azcuénaga, Larrea, Matheu, Belgrano... En fin próceres que hoy visten las calles argentinas.
En aquellos tiempos el ciudadano de a pie preguntaba y quería saber de qué se trata, es decir, qué pasaba en los niveles superiores.
Pasaron 211 años de aquel histórico 25 de Mayo, y hoy nos encontramos, curiosamente, con la misma inquietud.
El ciudadano de a pie quiére saber de qué se trata, y muchas veces desde las esferas del poder se le contesta con cuestiones que no hacen a las inquietudes diarias del habitante, como la economía, la salud, la seguridad, la desocupación, LA POBREZA, entre otras.
El arzobispo de Buenos Aries, cardenal Mauro Poli, presidió el habitual Te Deum, en forma virtual por las circunstancias especiales que se viven por la pandemia.
Su mensaje amerita una atención especial por parte del gobierno y la oposición, porque con cintura eclesiástica el prelado dijo cosas que hacen a la convivencia, la tolerancia, el respeto por el otro, la defensa de los que menos tienen... Fundamentalmente, pidió grandeza y diálogo como herramientas de convivencia.
El presidente de la Nación, Alberto Fernández, escuchó a Poli en forma virtual. Cabe esperar que se haga eco de su mensaje. Lo mismo a todos los políticos a quienes les cabe el sayo.
La patria merece que todos aunemos esfuerzos para apostar a la Nación que soñaron nuestros patriotas de 1810.
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