EL PAPA FRANCISCO RECONOCIO AL EMPRESARIO ENRIQUE SHAW


 El Papa Francisco autorizó la promulgación del decreto de la Congregación de las Causas de los Santos, que reconoce las virtudes del empresario argentino Enrique Ernesto Shaw. De esa forma se lo convierte en venerable, el paso previo para llegar a ser beato.

El delegado para las causas de los santos de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Santiago Olivera, destacó el reconocimiento, como "cristiano laico, padre de familia y esposo ejemplar".

Según contó Olivera comienza a estudiarse en Roma un presunto milagro por la actuación de Shaw. Invitó a los fieles a seguir rezando y pidió que pronto sea beatificado y canonizado.

El empresario Shaw nació en París el 26 de febrero de 1921. Fue un laico, marino y empresario argentino. Se casó con Cecilia Bunge y el matrimonio tuvo nueve hijos. 

Con la doctrina social de la iglesia fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, entidad que integra la Unión Internacional de Empresarios Católicos.

Tuvo una vida ejemplar y eso motivó que se inicie el proceso de canonización. El primer paso fue considerarlo venerable.

EN RIGOLLEAU

La madre de Enrique Shaw se llamaba Sara Tornquist y falleció cuando tenía apenas cuatro años. Su papá se llamaba Alejandro y fue criado por el padre y las tías, que eran muy religiosas.

Enrique pensaba ser sacerdote pero la familia incidió para que se inscribiera en la Escuela Naval en Río Santiago. Egresó como guardiamarina.

Enviado por la Armada Argentina realizó distintas misiones, entre ellas el patrullaje de las costas de la Patagonia cuando el país rompió relaciones con las Naciones del Eje.

En 1945 fue designado para realizar un curso de metereología en los Estados Unidos.

Se casó con Cecilia Bunge, quien pertenecía a una familia patricia (la familia Bunge fue fundadora de Pinamar).

Enrique imaginaba retirarse de la marina y ser obrero en una fábrica. 

Cuando estaba en Estados Unidos se enteró que se le había otorgado la baja que pidió a la Marina. Ahí comenzó una vida de pobreza. Así confesó que clérigos de Canadá le sugirieron ejercer funciones empresarias con el objetivo de cumplir un apostolado, para convertir al cristianismo a los obreros.

Un tío de Cecilia era dueño de Cristalerías Rigolleau S.A., de Berazategui, y le ofreció un puesto en la empresa.

Bajo la supervisión de Enrique trabajaron 3400 obreros. En 1958 ocupó el cargo de director delegado de la organización. 

En el marco de su pensamiento cristiano fundó la Asociación Cristiana de Empresas, junto a personajes como Carlos Llorente, Hernando Campos, Miguel Nougués, Jorge Pérez Compang, Fernando Torquinst, entre otros.

Shaw decía que el empresario debía invertir su tiempo, dinero y capacidad, como factor fundamental de la producción. En ese sentido dirigía a los obreros con el objetivo de darles confianza para alcanzar un producto de gran calidad.

Decía que el trabajo es un derecho natural y cristiano, anterior al capital y el beneficio. Y agregaba que el ser humano no debía tener como meta sumar bienes. Sostenía que la riqueza no debe ser un ideal en sí misma ni llevarse una vida humana llena de vanidades, frivolidades y egoísmo.

Su militancia católica le trajo problemas con el peronismo, fundamentalmente en 1954 cuando se produjo el choque del presidente Perón y la Iglesia. Por eso fue detenido dos veces, en la primera ocasión fue liberado rápidamente y en la segunda, a los diez días. Cuentan como anécdota que mostró su caridad cristiana, porque su familia le llevó a la cárcel un colchón y se lo dio a un compañero de celda.

Se capacitó en Harvard para cursar la carrera de dirigente de empresa en administración superior. Le ofrecieron cargos directivos pero no quiso dejar Rigolleau.

La empresa era su casa y enseñaba a sus nueve hijos a amar y respetar a los obreros, a quienes conocía por sus nombres y recordaba sus problemas, y buscaba que los pudieran solucionar.

Era austero, no tenía chofer, sus autos eran una estanciera IKA y otro auto viejo.

Falleció de cáncer el 27 de agosto de 1962, con apenas 41 años. Fue un enorme dolor para los obreros.

Son muchas las anécdotas que detallan la humanidad del empresario. Liliana Porfiri recordó que en 1961, cuando la cristalería se vendió y las acciones pasaron a manos de capitales americanos, los nuevos dueños tomaron la decisión de dejar cesantes a 1200 obreros.

Enrique se opuso en forma terminante. Viajó a los Estados Unidos a debatir con los nuevos accionistas. Expuso sus argumentos humanos y amenazó con renunciar si se llevaba a cabo la medida. La realidad es que nadie fue despedido.

Se reconoce asimismo la mutual que fundó en 1952 para brindar a los socios servicios médicos, subsidios por enfermedad y préstamos para urgencias en casos de casamiento, nacimiento o fallecimiento.

Como lo querían los obreros quedó demostrado un día, cuando necesitó 20 dadores de sangre y se presentaron 260 oibreros de la fábrica, incluidos los del sindicato de orientación comunista.

Ahí remató una frase célebre: Ahora soy feliz ya que por mis venas corre sangre obrera.

Comentarios