LA PANDEMIA EN LA ARGENTINA Y EL BALANCE DE UN AÑO


Por Eduardo Menescaldi

Aquel 3 de marzo no fue un día más para los argentinos. Hoy se cumplen un año de la aparición del primer caso de coronavirus en el país. Se trató de Claudio Pazzi, un joven que llegó de Europa y había pasado por Hungría, donde el virus estaba en pleno desarrollo.

Tres días después se produjo la primera muerte por esta causa, también con una persona, de 64 años, que había vuelto del viejo continente.

De ahí en más el país vivió meses muy especiales, que comenzaron el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO).

Nos fuimos acostumbrando al alcohol en gel, el lavado constante, el uso de barbijos o tapabocas, el mantenimiento de la distancia social, etcétera, y el quedarse en caso como medida preventiva.

Hubo excepciones de algunos que no entendieron la cuestión y sufrieron sanciones.

Las provincias tomaron las cosas con distintas políticas, algunas con mayores rigores de control y sanción, incluso hubo algunas que cerraron sus fronteras (el caso emblemático, la Formosa de Gildo Insfrán, que confundió los tantos y transformó los límites en un feudo medieval, con denuncias de violaciones a los derechos humanos).

Los casos de contagios y muertos se fueron sumando, y hoy, a un año de aquel episodio que estamos recordando, se computan más de 52 mil muertos y de dos millones de afectados.

Con el paso del tiempo se fueron achicando las restricciones, con la vuelta de actividades, aunque algunas siguieron cerradas, como el caso de las clases, que se reemplazaron por enseñanza virtual, con todas las complicaciones posibles, a tal punto que muchos alumnos no pudieron conectarse y literalmente perdieron un año de estudios.

Los argentinos terminaron hartándose por el confinamiento y los gobiernos lo fueron entendiendo achicando las restricciones.

Al cumplirse el año del primer caso, la emblemática vacuna que venía a salvar al personal de salud, de seguridad, los adultos mayores, etcétera, queda como baldón el descubrimiento del Vacunagate o Vacunación VIP.

Este hallazgo, que iba por la investigación de periodistas de Clarín, fue dado a conocer previamente por el periodista Horacio Verbitzky, quien quiso adelantarse y terminó logrando que fuera echado su "amigo", el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, dejando su lugar a la segunda en el Ministerio, la doctora Carlos Vizzotti, que dejó con enormes dudas la sensación de que sabía lo que pasaba en sus oficinas, con los que se vacunaban por izquierda, pero venía librando una batalla con el ministro por diferencias insalvables.

Así las cosas, se llegó a este histórico mes de marzo, que como de costumbre determina que el presidente de la Nación, Alberto Fernández, deba brindar el mensaje de inauguración de las sesiones del Congreso.

Cuando se esperaba que pondría el énfasis en lo que se piensa hacer en este año electoral, que haría lo posible para achicar la grieta, que le hablaría a todo el pueblo argentino, oficialismo, oposición, independiente, en fin, argentinos, terminó por dedicar una enorme porción del discurso a arremeter contra la oposición, el periodismo -siempre culpable de lo que se conoce y no gusta-, y fundamentalmente la justicia, ese bien de la sociedad, que en la democracia y en la República está representado por uno de los tres poderes en que se divide según la Constitución, el Judicial. Sin embargo, dejó latente la posibilidad de que esa división de poderes se transforme en una suma de avances del Ejecutivo y el Legislativo sobre el Judicial, quebrando la base de la República.

La reforma judicial, sin duda, es necesaria en el país, pero no para satisfacer la voracidad de alguien, muy preocupado por sus causas. La reforma judicial es para mejorar el funcionamiento de este poder, eso sí, no metiéndose en su órbita, porque como dicen los mejores constitucionalistas del país, se estaría violando la Constitución. 

El poder Legislativo no puede controlar al Judicial. Eso está perfectamente marcado en la Constitución Nacional, y cualquier comisión que se arme, como la que anunció el presidente y que ayer activo el senador Parrilli, quiebra la esencia de la Carta Magna.

Aunque, parafraseando al general Perón, mucho mejor en este caso, se puede armar una comisión.... para que finalmente no pase nada y lo que se pretende reformar quede durmiendo el sueño de los justos.

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