JOSE CEÑA RECUERDA A ATAHUALPA YUPANQUI EN SU CUMPLEAÑOS

                                        Atahualpa Yupanqui


 Se llamó Héctor Roberto Chavero pero su nombre artístico lo inmortalizó: Atahualpa Yupanqui.

Don Ata ha sido recordado por el músico, docente, gestor cultural y "yupanquiano", José Ceña.

Porque hoy Don Ata cumpliría 113 años y sin duda vale recordarlo como el padre del folklore nacional.

Tuvo la gran virtud de mostrar nuestro folklore apoyado en las vivencias,en sus recorridas por el monte, el norte, Tucumán y su querido Cerro Colorado donde descansan sus restos.

El arriero, Luna tucumana, Los ejes de mi carreta, La milonga perdida, Camino del indio, Preguntitas sobre Dios, Piedra y camino, Duerme negrito, El payador perseguido, El alazán, Zamba del grillo, La añera, son algunos de sus temas icónicos, donde siempre contó con la gran colaboración de su esposa, Nenette, quien también fue autora de muchos de esos temas, pero utilizaba un seudónimo de varón -Pablo del Cerro- porque en esos tiempos estaba mal visto que la compositora o autora fuera una mujer.

Luna Tucumana y El arriero, por ejemplo, son obra de Nenette, quien era una extraordinaria concertista, quien llegó de Francia a la Argentina y el encuentro con Atahualpa signó su destino, a tal punto, como cuenta el hijo Roberto, "mamá tenía tanta admiración por el Tata que decidió dejar todo para seguirlo".

El escenario mayor del folklore nacional, ubicado en la plaza Próspero Molina, lleva el nombre de Atahualpa Yupanqui, y todos los eneros luce con el famoso festival de Cosquín que lleva más de seis décadas, este año por la pandemia con una versión especial.

Atahualpa tuvo que irse del país, perseguido por sus ideas y se instaló en París donde siguió construyendo una enorme carrera de poeta, cantor y autor. 

Atahualpa, cuenta Ceña, deslumbró al gorrión de París, Edith Piaf en un club de la capital francesa. Murió en Francia pero nunca olvidó su hogar en el Cerro Colorado cordobés, el que le decía a sus amigos: Una migo es uno mismo con otro cuero y se sumaba al fogón con su guitarra.

Nadie como él para contar lo simple con delicada poesía.

Ceña dice que Yupanqui le abrió la puerta a la música folklórica con un concepto sólido desde lo musical y también desde lo literario, incluso liberándolo de prejuicios absurdos que hoy le permiten disfrutar tanto de su obra criolla como la de Egberto Gismonti o Roger Waters.

Ceña recordó cuando la Universidad de Natérre le confió a Yupanqui la creación de una letra para una Cantata. Así surgió la poesía La palabra sagrada, musicalizada por Juan José Mosalini y Enzo Gieco, estrenada el 21 de junio de 1989.

Dice Ceña que Atahualpa integra ese elenco de hombres anónimos que sin saberlo, tal vez, van tejiendo la trama de una cultura que Yupanqui supo convertirla en poesía y en música.

También supo compartir, con el encanto de su relato, esa sabiduría paisana que él abrevó toda su vida porque fue un paisano más. 

Atahualpa murió el 23 de mayo de 1992 en París y sus restos descansan en Cerro Colorado.

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