En la provincia de Buenos Aires el 1 de marzo, en la Ciudad Autónoma el 17 de febrero, pero lo cierto que vuelven las clases presenciales después de un año, el anterior, en que la pandemia y el coronavirus transformó la asistencia a las aulas en los cursos virtuales.
Hoy está todo preparado para que los chicos vuelvan a las aulas y eso hay que celebrarlo, por supuesto con todos los protocolos habidos y por haber, y con lo peculiar de atender los casos puntuales, y si es necesario cambiar a la virtualidad cuando alguna situación lo amerite.
Lo que resulta increíble y poco comprensible es que los gremios más explosivos sigan manteniendo la actitud de rechazar la presencialidad, y se dirigen a los funcionarios con expresiones nada educadas.
Parece que los sindicalistas se consideran impolutos y con la excusa de preservar la salud ponen trabas para que la educación vuelva a funcionar en el país.
Siempre se conoce el pensamiento de los Díaz, Baradel, Petrocini, etcétera, pero el docente del llano parece no tener opinión o posibilidad de hacerlo.
Si hay muchas actividades que volvieron a moverse, por qué no la educación que es el pilar de una sociedad democrática por excelencia.
Con todos los recaudos por cierto, pero hay que alentar la vuelta de clases presenciales. En ese sentido el 9 de febrero la oposición prepara una jornada educativa nacional para empujar el retorno de la presencialidad.
No hay que olvidar tampoco que son muchos los sindicatos docentes y pocos los que se la pasan denostando a los que quieren que vuelvan las clases. Incluso hay un dirigente sindical que dijo que sería criminal que vuelvan las clases presenciales... y representa a un sindicato que tiene... 1600 afiliados.
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