DIEGO ARMANDO MARADONA: EL ADIOS AL DIEZ


 Por Eduardo Luis Menescaldi

Murió Diego Armando Maradona y el fútbol del mundo se conmueve, por supuesto con centro en nuestro país, que lo veneró como el más grande futbolista que dio la Argentina en todos los tiempos, o por lo menos en los últimos cincuenta años.

Maradona atraviesa nuestras vidas porque tanto como futbolista, como técnico, como mediático y como representante del ser argentino sintetiza lo mejor y lo peor de este hermoso país del último confín de América.

A la hora de hablar de quien falleció hoy a los 60 años, la última imagen que nos atraviesa es el día de su cumpleaños, el pasado 30 de octubre en el bosque platense, cuando su equipo, Gimnasia, enfrentaba a Patronato. Ese Diego frágil, contenido por su entorno y que debió retirarse rápidamente del estadio tripero porque no podía mantenerse en pie, es como la imagen del comienzo de esa histórica película de Orson Welles, El Ciudadano, cuando el empresario periodístico retratado recordaba en el instante final la palabra sellada en el trineo de su infancia: ROSEBUD.

La imagen de Diego el día de su cumple 60 en el Bosque hace también repasar lo que fue toda su vida, que hoy con su muerte mueve y conmueve al mundo entero.

Algunos detalles: en Lanús -nació en Villa Fiorito, partido de Lanús- ya el intendente Néstor Grindetti decidió ponerle su nombre a la calle Río de Janeiro en ese distrito.

En Nápoles, la ciudad que sacudió con su fútbol y su aureola, llevando al club italiano a lo más alto de la consideración futbolística, sumando títulos, popularidad y una devoción casi mística, hoy estalla en pirotecnia para despedir al ídolo.

El Cabezón Ruggeri, sacudido por la información en medio del programa futbolístico diario, reflexiona y filosofa. Habla del futbolista, el entorno, los momentos fáciles, la edad de hasta los treinta y pico de años que como futbolista se pueden disfrutar y lo que viene después, que muchos no pueden soportar. Comenta la relación "de hermano" con Diego, las tenidas en México en el marco del mundial que Argentina ganó con un Maradona en su más alta expresión -el 22 de junio de 1986 quedó para la historia con un gol con la mano y ese segundo gol "como con la mano" que hizo desatar el relato de Víctor Hugo Morales, quien habló del barrilete cósmico- y las circunstancias que lo ataban a un Diego humano, sentimental, futbolero por excelencia.

Quien esto escribe le dedicó un capítulo de su libro, Páginas sueltas, Quilmes, el Congreso y algo más, al Diez, y puso sobre el tapete algo que ya era una realidad en aquel momento (el libro es del año 2010), el hecho de ser Maradona las 24 horas del día.

Así recordaba que la primera vez que lo vi a Diego, en vivo y en directo fue en el Hotel Sheraton de Retiro, cuando se anunció el pase a préstamo de Argentinos Juniors a Boca. Y ahí estaban Don Diego, el papá del futbolista, y su representante Jorge Cysterpiller. Esa vez fui con el fotógrafo del diario El Sol, Rubén Botindari, quien me refirió una frase casi premonitoria. Hablando de bueyes perdidos y del talento que comenzaba a desplegar Diego -de chiquilín se había ganado fama haciendo jueguito en los intervalos de los partidos- recordó un dicho de su padre: "Mi viejo, señalaba Boti, siempre me decía que cuanto más alto se subía, más dura era la caída". No hablaba del Diez, sin embargo adelantaba una constante en la vida del futbolista.

SIEMPRE NOTICIA

En esta misma nota decía que el día en que Diego abra un diario, escuche una radio o mire un televisor y no aparezca algo sobre él "se va a querer morir". Y hoy en que le llegó la muerte, el mundo se rinde a sus pies en el recuerdo y la explosión que en todas partes provoca la noticia.

Inclusive con  el gobierno nacional -el presidente de la Nación, Alberto Fernández, es hincha de Argentinos, el estadio de La Paternal se llama Diego Armando Maradona y se dice que así le pondrán al San Paolo, del Nápoli- ofreció a la familia hacer el velatorio en la Casa de Gobierno, así como ya decretó tres días de duelo. Desde ya, Boca Juniors -club del que era hincha Diego- postergó su partido de esta noche en Brasil con Internacional.

EL FUTBOLISTA

Hay fechas, hechos, circunstancias que ligan nuestras vidas con la de Diego. Desde el pibe, cebollita, que hacía malabares con una pelota en Villa Fiorito, el chico que entretenía al público en los intervalos de los partidos de Argentinos Juniors. Incluso el humorista Rolo Villar comentaba una revista El Gráfico de 1971, con Diego de once años, que publicaba el deslumbramiento del periodista ante los malabares del pibe, adelantando que se estaba en presencia de un futuro crack.

En 1978 Diego quedaba afuera del seleccionado campeón mundial en Argentina por decisión del técnico César Menotti (en ese momento tenía 17 años), pero la revancha fue al año siguiente en Japón, con el mismo técnico, cuando la selección juvenil argentina se consagraba campeona mundial.

Después llegó el pase a préstamo a Boca, y el titulo con el Xeneize, junto a Brindisi entre otros, con el técnico Silvio Marzolini.

Más tarde Barcelona, Nápoli con la enorme revolución futbolística en Italia, devolviendo a la región sur la posibilidad de inflar el pecho frente a la soberbia del Norte.

El año 86 y el mundial de México, el título mayor, el gol del 22 de junio a los ingleses. 

Después el mundial 90 y el subcampeonato tras eliminar a Italia en semifinales. La bronca de Diego porque los italianos silbaban el himno en la final, en la que no estaba el local.

El año 94 y el mundial de Estados Unidos, el dóping, la señorita llevando al control a Diego, casi sentenciando el final, que lo llevó a proclamar que le habían cortado las piernas.

Siguió Diego marcando hitos, con sus frases ecuménicas, como "la pelota no se mancha".

La vuelta a Boca, el tiempo de Newell´s , la dirección técnica con Fren en Rácing, en Mandiyú de Corrientes, la conducción de la selección argentina y los resultados con altibajos.

CON LA PARCA

Dicen que los problemas de Diego con la droga y los excesos aparecieron en la etapa italiana del Nápoli, donde los entornos terminaron por complicar su existencia.

Tuvo momentos críticos de salud como aquella vez en Punta del Este, la salvación en Cuba, entre otros.

De todas maneras siempre fue un pasaporte para los argentinos. Son muchos los que en el mundo dijeron Maradona y se les abrieron las puertas, incluso en momentos dramáticos.

EN MARDEL

También se lo pudo a ver a Diego un verano del 2007 en Mar del Plata, en un encuentro en el Polideportivo Municipal, junto a Gloria Gaynor, Sergio Goicochea y otros personajes, con la movida de un tal Max Higgins, un jamaiquino, que desplegó en la Argentina un proyecto fantasioso, que se iba a plasmar en Zárate y que terminó sucumbiendo en una nube de promesas incumplidas, con sabor a verso. Mientras vendió su fantasía, se dio los gustos, como haber llegado al estadio en una limousine.

DANTE PANZERI

El periodista deportivo Dante Panzeri escribió una obra cumbre, definiendo Fútbol, dinámica de lo impensado. Ahí decía que el fútbol lo hacen fundamentalmente los que rompen los moldes, los distintos, esos a los que no se tiene que estructurar porque llevan innata la magia del fútbol.

Diego ocupó el lugar que tenía Pelé cuando Panzeri escribía su libro. 

Decía en el libro Páginas sueltas... -allá por el 2010- "Hoy Diego está solo, con esa soledad propia de quien es amado por multitudes pero le falta el afecto de aquellos que lo quieren como ser humano y no por su fama".

Para quien esto escribe Diego será siempre el pibe de los ojos brillosos y de la sonrisa pícara, que dibujaba filigranas con la redonda.

Curiosas vueltas del destino, porque murió el mismo día que Fidel Castro, el líder cubano que era ídolo de Diego (Castro falleció hace cuatro años).

Aquí no se trata de referir lo mal que le pudo haber hecho el entorno al Diez -como dijeron públicamente sus hijas-, tampoco de criticar sus manifestaciones políticas o su adhesión a líderes de países donde los derechos humanos escasean, simplemente decir adiós a un grande de la pelota, que para los que somos futboleros de alma pudimos disfrutar de sus gambetas y maravillarnos con sus movimientos en un campo de juego. Allá arriba Diego hoy juega con Dios, y como contó Rolo Villar, en un partido de fútbol en el cielo, entró un señor canoso y en cinco minutos anotó cinco goles. Cuando se preguntaron quién era, le contestaron "Dios, pero se cree Maradona...".


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