NUEVA MANIFESTACION MULTITUDINARIA DE ARGENTINOS ENOJADOS

 Otra vez una parte de la sociedad marchó por distintos lugares del país para protestar contra el gobierno, por distintos motivos, que se pueden sintetizar fundamentalmente en lo que entienden se ve afectada la República por los avances del Poder Ejecutivo sobre los otros poderes.

El tema de la reforma judicial y los últimos hechos como la decisión del oficialismo en el Senado de desplazar tres jueces que tienen causas contra la vicepresidenta (y titular del Senado) fueron algunos de los motivos de que la gente saliera a las calles, en Capital como siempre con epicentro en el Obelisco, pero también hubo protestas en otros lugares de la Capital, del Gran Buenos Aires y de distintas ciudades del interior.

Quilmes no fue la excepción y como lo difunde en las redes el colega Roberto Carrigal, los vecinos se congregaron en Mitre y Rivadavia, haciendo sonar las bocinas, mostrando banderas argentinas y reclamando por la defensa de la justicia.

"Argentina no quiere terminar como Venezuela" fue una de las consigna.

Otras: basta de atropellos a los derechos y garantías ciudadanas y amenaza a la propiedad privada.

Basta de decretos e impuestos.

Basta de meterse con la Justicia.

Basta de proteger y liberar corruptos.

Basta de inseguridad.

Basta de jubilaciones miseria.

Basta de emisión e inflación.

Dicen que las marchas no se detendrán porque el objetivo es que el gobierno escuche estos reclamos y ya se anuncia una nueva protesta el próximo sábado 26 de setiembre.

Lo que pasa, y el gobierno tendría que entenderlo, es que lo que se pide es coherencia y sentido común.

Mucha gente se siente afectada cuando escucha al presidente decir que no vale el mérito para el progreso, porque según sus palabras el más tonto de los ricos tiene más posibilidades que el más inteligente de los pobres. Eso es una de las tantas expresiones que generan bronca.

Ver en el Senado que se realiza una sesión casi de prepo en tiempos de pandemia solamente para licuar las causas de la presidenta del Cuerpo y vice de la Nación, para eso se desplaza a tres jueces con esas causas.

Tampoco se entiende que un día el ministro de Economía niegue que se afecte el cepo cambiario y a los dos días se toma la medida.

Se allana la quinta por presunta violación de la cuarentena por el ex presidente Macri, a quien el gobierno a diario y desde distintos sectores y funcionarios se acusa de todos los males que se padecen, y desde el gobierno se dice que fue una fake news (lo dijo CFK), porque la decisión fue de un juez (Culotta) que fue compañero del colegio Newman del propio Macri, y resulta que hay una denuncia de un funcionario de la municipalidad de Malvinas Argentinas para que actúe la justicia.

Y nadie se atreve a hacer lo mismo cuando se lo ve al presidente de asado en la quinta de Olivos con los Moyano, sin barbijos, sin mantener la distancia social, etcétera. O cuando se lo ve a Alberto Fernández en San Juan rodeado de gente, sin mantener ningún protocolo.

Todos estos hechos son los que van provocando estas reacciones que se manifiestan en acontecimientos como el de hoy, el del otro día o el mucho más multitudinario del 17 de agosto.

Se pide por la República, la división de poderes, la defensa de las instituciones y todo lo que hace a un país que merezca ser vivido y no que se camine hacia la temible Venezuela.

Ojalá el gobierno escuche estas protestas, que se hacen en democracia y con el propio argumento del presidente cuando avisó que si veían que se apartaba del camino se saliera a la calle y se lo hiciera saber.

Desde el balcón de la zona de riesgo, que no permite salir de casa por estar en el sector que más se ve afectado por el coronavirus, en estas palabras solo se quiso transmitir lo que se advierte como un espectador de lujo. Como periodista, un argumento que nunca puede dejarse de lado, simplemente se comenta lo que pasa. 

Hay gente que pide ser escuchada, y en democracia tiene todo el derecho de reclamar. Dios dirá si eso ocurre, pero nunca hay que bajar los brazos para seguir expresando lo que se siente.

Y también hay que esperar que la Corte Suprema asuma su rol como corresponde en una República y se manifieste ante todas las situaciones institucionales que sacuden y que obligan a dar un fallo que tranquilice las aguas. No se trata de anticipar la decisión, pero por lo menos dar su veredicto, con los fundamentos adecuados, para que la opinión pública vuelva a creer en los poderes.

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