LA CONADEP ENTREGA AL PRESIDENTE RAUL ALFONSIN EL NUNCA MAS

 La democracia había vuelto después de los trágicos años de la dictadura, y una de las primeras medidas que tomó el gobierno del doctor Raúl Alfonsín fue el juicio a las juntas.

Para ello se creó la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), presidida por el escritor Ernesto Sábato e integrada por destacadas personalidades.

Vale la pena recordarlo siempre porque esta CONADEP trabajó intensamente, escuchó muchísimos testimonios del terror de la dictadura y se asombró de las barbaridades que fue conociendo.

El 20 de setiembre de 1984 fue un día histórico, porque el presidente Alfonsín se encontró con los integrantes de la Comisión. Ernesto Sábato encabezó el acto en el que hizo entrega al primera mandatario del resultado de un trabajo intenso. Fueron muchísimas fojas que acompañaron una labor memorable.

Hay un video en las redes que muestra el momento en que Alfonsín recibe a Sábato y los demás integrantes de la CONADEP.

Conviene poner el acento en lo que dijo el escritor para sintetizar la tarea realizada y la respuesta del presidente.

Comenzó diciendo Sábato en esa oportunidad: "En nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes pasaron a integrar la categoría tétrica y fantasmal de los desaparecidos, palabra triste privilegio argentino que hoy se escribe en castellano en toda la prensa mundial, arrebatados por la fuerza dejaron de tener presencia civil.

¿Quiénes exactamente los secuestraron, por qué, dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes. Las autoridades no habían oído hablar jamás de ellos, las cárceles no los tenían en sus celdas, no sabía la Justicia de ellos, los habeas corpus solo tenían como respuesta el silencio.

En torno a ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado. Jamás un lugar de detención clandestino individualizado.

Nunca la noticia de la sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbre y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inútiles, de ruegos influyentes, oficiales de alguna fuerza armada que alguien recomendaba a obispos y capellanes, a comisarios, y la respuesta era siempre negativa.

En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, del oscuro temor de que cualquiera por inocente que fuese podía caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros, una tendencia consciente e inconsciente a justificar el error. Por algo será se murmuraba en voz baja como queriendo propiciar así a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o pares de los desaparecidos, sentimientos sin embargo vacilantes porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo, sin ser culpables de nada, porque la lucha contra los subversivos, con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epíteto de subversivo tenía  un alcance tan vasto como imprevisible.

En el delirio semántico todo era posible. Desde gente propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iba a villas miserias a ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada.

Dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora del salario, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos, jóvenes pacífistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables.

Y amigos de cualquiera de ellos, amigos de esos amigos, gente que había sido denunciada por venganza personal, o por secuestro o tortura, en su mayoría inocentes de terrorismo, que ni siquiera pertenecían a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque estos presentaban batalla y morían en los enfrentamientos o se suicidaban antes de entregarse y pocos llegaban vivos a manos de los represores.

Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos. Privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinado a lugares desconocidos, sometido a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojado al río o al mar o reducido a cenizas.

Seres que sin embargo no eran cosas sino que conservaban el atributo de la criatura humana, la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer. La infinita verguenza por la violación en público, seres que no solo pasaban por esa infinita angustia  y por ese supremo pavor sino quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.

Con tristeza y con profundo dolor hemos cumplido con lo encomendado por el señor presidente de la Nación en su momento.

Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebroso rompecabezas. Después de muchos años de producidos los hechos, cuando se habían borrado deliberadamente todos los rastros, se había quemado toda la documentación y hasta se habían demolido edificios, hemos tenido que basarnos en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de los que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de los represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.

Fuimos acusados de no propiciar la reconciliación nacional y activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido, pero no es así. No estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza. Solo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte lo pidieron las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad, porque sino debería echarse por tierra la trascendente misión que tiene el Poder Judicial en toda comunidad civilizada.

Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras. Sin duda, el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el período de la dictadura militar, iniciada en marzo de 1976, servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror y solo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana.

Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MAS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

ENTREGA

Al concluir su discurso, Ernesto Sábato hizo entrega al presidente del informe de la CONADEP, con todas las carpetas, que se condensaban en nada menos que 50 mil folios. También la microfilmación. Y una carpeta que iba a salir en forma de libro, el histórico NUNCA MAS.

PALABRA DE ALFONSIN

El presidente de la Nación agradeció el trabajo de la Comisión en nombre del Poder Ejecutivo Nacional  y del pueblo argentino.

"Necesitábamos sin duda de la tarea que ustedes han realizado. Sabemos que ha significado para ustedes un esfuerzo físico tremendo pero nos consta que por encima de ese esfuerzo han tenido ustedes que superar algo que es mucho más fuerte, han tenido que superar el agobio por el dolor con el que se han encontrado a través de todos estos días de tan intenso trabajo.

El país necesitaba en consecuencia este ejemplo de ustedes. Así como necesita saber la verdad acerca de lo que pasó, porque sobre la base de la mentira o de la oscuridad no podemos construir la unión nacional.

Solamente sobre la base de la verdad y de la justicia es que podremos encontrarnos en la reconciliación, tomados, por qué no, de la mano de la bondad. Yo creo que lo que ustedes han hecho ya ha entrado en la historia de nuestro país. Constituye un aporte fundamental para que de aquí en adelante los argentinos sepamos cabalmente por lo menos cuál es el camino que jamás deberemos transitar en el futuro para que nunca más el odio, para que nunca más la violencia perturbe, conmueva y degrade a la sociedad argentina.

Yo sé muy bien que no todos van a estar conformes. Sé muy bien que es algo que sucede permanentemente a quienes actúan o pretenden actuar en el marco de la ley y del estado de derecho, con un sentido de justicia y no como una forma de venganza.

Seguramente haya quienes de una parte y de otra parte levanten sus voces reclamando otro tipo de acción. Pero tengo la más absoluta convicción de que la enorme mayoría de los argentinos está en estos momentos agradeciéndoles el esfuerzo y tengo también la seguridad de que en el futuro nuestros hijos recordarán los nombres de cada uno de ustedes, porque a través de este esfuerzo y con el ejemplo han señalado al mismo tiempo también el camino que no debía tomarse. También un ejemplo de cada uno en cuanto a la necesidad de asumir responsabilidades, que es la forma de participación que reclama la democracia.

Ustedes han aceptado esa participación y la han aceptado en una situación límite. Ustedes han transitado estos meses duros y difíciles, cumpliendo con nobleza una obligación de ciudadanos que está más próxima al heroísmo que al esfuerzo.

De modo que reitero en este sentido el agradecimiento del Poder Ejecutivo y el reconocimiento que, estoy convencido, el pueblo argentino les está brindando en estos momentos.

Vamos a tomar debida nota de todo lo que nos han traído. Como corresponde en la Argentina va actuar la Justicia a través del debido proceso en el marco del estado de derecho y vamos a encontrar seguramente con la misma inquietud, con la misma apelación de carácter espiritual que ustedes permanentemente han puesto de manifiesto, los argentinos la paz que estamos reclamando.

No sé si habrá habido otro presidente en nuestra historia que se haya encontrado frente a dramas de esta naturaleza tan penosos, inmersos además en circunstancias difíciles desde todo punto de vista pero al presidente de los argentinos se le hace mucho más fácil su acción cuando cuenta con ejemplo de ciudadanos como ustedes que enorgullecen a la sociedad argentina.

De nuevo, señores, muchísimas gracias por lo que han hecho.  




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