El presidente de la Nación, Alberto Fernández, volvió a pegarle a Buenos Aires, diciendo que es una ciudad opulenta frente al interior pobre.
Resulta difícil entenderlo porque él vive en la Ciudad, su socia de gobierno también, y lo hacen en los lugares más acomodados de la Capital Argentina.
El mensaje de Fernández parece querer agrandar la grieta, y resulta contradictorio porque llegó en su momento con la política de la integración y ahora quiere separar la ciudad macrocefálica del resto.
Alguna vez algún político se pondrá el sayo de la responsabilidad, haciéndose cargo de la cuota que le corresponde. Porque estamos a un paso de llegar a las cuatro décadas de democracia, felizmente sin que sople ningún viento de fronda, pese a lo que pretendió instalar Duhalde y que luego se rectificó diciendo que había tenido un flas psicótico.
De todas maneras habrá que evaluar con sentido de justicia la responsabilidad que a cada cual le corresponde en lo que es hoy la Argentina, y fundamentalmente la herida que significa el Conurbano profundo y sus carencias, que apuntan a gobernadores de cuatro décadas e intendentes también de cuatro décadas, muchos del mismo signo con mayor proporción.
Todos deben hacerse cargo y entender que la única manera de resolver los conflictos es con consensos y no con grietas.
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