HOY PAPA JUAN CARLOS CUMPLIRIA 98 AÑOS

Por Eduardo Menescaldi

Nació el primero de mayo, el día del trabajador, y hoy cumpliría 98 años.
El recuerdo de Papá, en estos días de pandemia y cuarentena -día 43- sirve para mostrar a alguien que se hizo bien de abajo y que supo construir su destino con el sudor de su frente.
El mayor de cuatro hermanos, hijo y sobrino de carniceros en Bánfield, desde chico supo dignificar el trabajo. Con el reparto de carne, para ayudar al abuelo Carlos.
Eso no fue óbice, en una familia de condición humilde, para que pudiera realizar sus estudios primarios, secundarios y universitarios, recibiéndose primero de contador público y más tarde, doctor en Ciencias Económicas.
Pero también aprendió taquigrafía y con mucho esfuerzo, a pura práctica, pudo ingresar por concurso al Congreso Nacional, a la Cámara de Senadores, donde cumplió funciones por tres décadas, jubilándose como subdirector del Cuerpo.
Asimismo fue profesor de Taquigrafía y Contabilidad de la Escuela Superior Carlos Pellegrini, que en esos tiempos era un establecimiento educativo modelo, trampolín para que los alumnos después de seis años pudieran ingresar a la Universidad de Buenos Aires.
Todo esto pudo realizarlo con mucho sacrificio, dignificando al trabajo y demostrando que se podía concretar los sueños que plasmó Florencio Sánchez en su inolvidable M´hijo el doctor, que el cine recogió con el protagonismo del mítico Enrique Muiño.
Junto a Mamá María Pastora -él alto, serio, imponente, ella, chiquita, entrañable, docente- formaron una pareja ejemplar, con seis hijos, tres varones y tres mujeres. En realidad hasta el cuarto ganábamos los varones 4 a 1: Eduardo el primero, luego Beatriz, Guillermo y Ricardo, y en el segundo tiempo empataron las chicas, con Marisa y Virginia.
Cada hijo tomó su camino, llegaron los nietos, hoy también los bisnietos...
Juanca y Pastora hoy están desde el cielo mirándonos vivir esta pandemia histórica, y seguramente anoche los cacerolazos, preguntándose el porqué y qué puede pasar una vez que el coronavirus sea apenas un recuerdo o un  azote respetable, pero controlable con una vacuna que alguna vez va a aparecer y por la que se multiplican las investigaciones en todo el mundo.
En la cuarentena se da rienda suelta a la reflexión. Porque hay tiempo, se toman de otra manera las cosas, se valoran más los sentimientos, se añora a la familia y los seres queridos a los que se tiene lejos y a los que solo se puede acceder a través de la tecnología.
Hay valores que con pandemia o sin ella que nunca se pueden dejar de defender. El respeto, la honestidad, la responsabilidad, valorar al otro por su esencia, o como dice siempre el gran amigo de la familia, padre Pablo Laguna Llano -la pandemia lo varó en Bánfield- considerar al otro por sus valores y no porque me sirve.

PRIMEROS DE MAYO

El hecho de cumplir año el primero de mayo, el día del trabajador, durante muchos años fue un karma para la familia porque hasta la reforma de la Consitución nacional de 1994, Papá trabajaba porque el Congreso inauguraba sus sesiones precisamente el primero de mayo. Y tenía que concurrir para cubrir como taquígrafo la apertura legislativa, acto que se realizaba en el recinto de Diputados pero que taquigráficamente tomaban los profesionales del Senado, porque precisamente el vicepresidente de la Nación y titular del Senado era el que presidía la ceremonia.
En esta histórica ceremonia de los primeros de mayo, hablaba el presidente de la Nación y concurrían los taquígrafos del Senado. Desde casa seguíamos el discurso y nos corría la emoción cuando alguna cámara del canal oficial enfocaba a los taquígrafos... y aparecía Papá.
Después de la sesión, Papá volvía a casa y se podía festejar el cumple. A veces esos actos eran muy largos, no hay que olvidar por ejemplo las extensas peroratas del general Perón, con discursos kilométricos.
Papá fue el que me inculcó el oficio de taquígrafo, para llegar a la otra Cámara, Diputados, después del riguroso concurso.
Y si bien se frustró un poquito porque no pudo lograr que el primogénito fuera contador -me salvó mi hermano Ricardo- terminó entendiendo que era el periodismo la verdadera vocación.

LIBRO DE COLUMBA

Papá tuvo en el Senado como director al ilustrador, autor, caricaturista y editorialista Ramón Columba, autor del libro El Congreso que yo he visto, en el que da pantallazos de los personajes que conoció desde el Senado, fundamentalmente en la primera mitad del siglo XX.
Como legado Papá me regaló ese libro y puso una dedicatoria que me emociona cada vez que la leo, con fecha 16 de julio de 1994.
"Querido Eduardo: Este libro refleja un poco la historia política menuda de nuestro Parlamento, fundamentalmente en las cuatro primeras décadas de este siglo (XX). Es bueno conocerla porque ella nos ayudará a comprender mejor nuestra Historia, además de ser el reflejo de un Parlamento notable por las personalidaes que lo integraron y la prosa enjundiosa y florida de que hicieron gala en discursos no leídos y en diálogos vivaces e ingeniosos.
Fue escrito por un buen taquígrafo y eximio caricaturista, a quien tuve oportunidad de conocer a comienzos de 1946 -cuando hacía pocos meses que había pasado a ser integrante del Cuerpo de Tquígrafos del Senado Nacional- y que se jubiló a los pocos meses de iniciarse la primera presidencia de Perón.
Pero Columba, además, fue periodista y a la agudeza de su visión caricaturesca de los hombres políticos unió una prosa estimable y buen observador de la realidad.
De alguna manera vos estás en una función parecida, la de taquígrafo parlamentario y también, la de periodista
Creo que este libro ha de serte de utilidad para apreciar más cabalmente nuestra historia".
Tu padre, Juan Carlos.

PAGINAS HISTORICAS

El libro de Columba -junto a su hermano eran dueños de una prestigiosa editorial- recorre páginas históricas de nuestra vida parlamentaria, en el lapso mencionado del siglo pasado.
Así aparecen misceláneas, anécdotas, chascarrillos, picardías y todo lo que se pueda imaginar de ese entrañable Congreso.
Solo basta citar a personalidades de la política argentina y de otros rubros como José Evaristo Uriburu, Marcelino Ugarte, Indalecio Gómez, Estanislao Zeballos, Tomás de Anchorena, Alfredo Palacios, Joaquín V. González, Nicolás Repetto, Antonio De Tomaso, Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Julio A. Roca (h), Emilio Mitre, José P. Tamborini, Carlos Saavedra Lamas, Alberto Barceló, Américo Ghioldi, Elpidio González, Lisandro de la Torre, Victorino de la Plaza, José Fonrouge, Leopoldo Lugones, Jean Jaurés, Bernardo de Irigoyen, Manuel Quintana, Alfonsina Storni, Carlos Pellegrini, Roberto M. Ortiz.. y siguen los nombres, para darse cuenta que a lo largo de las páginas del inmenso libro se puede tener una idea de esa Argentina y de ese Parlamento que tanto añoramos.
No había Internet, tampoco demasiada tecnología, y eran muchos los que se acercaban al recinto para seguir históricos discursos, y el Poder Legislativo brillaba por su jerarquía como uno de los tres grandes pilares de la República.

ALGO DE LISANDRO Y
EL DUELO CON HIPOLITO

De las páginas del libro, vale tomar una parte en la que habla de un tal Hipólito Yrigoyen, de 45 años y un tal Lisandro De la Torre, de 29. Habían tenido un encontronazo verbal días antes y llegó el reto.
Así lo recueda Columba: "El duelo de Yrigoyen y de la Torre es la consecuencia inmediata de los violentos términos de la renuncia presentada.
Pero ocurre una cosa muy curiosa. Los amigos de Yrigoyen son los que deciden, por votación, si debe éste mandarle o no los padrinos a De la Torre. Casi por unanimidad se toma esta resolución, que debe cumplirla enseguida el caudillo ausente de la reunión.
Uno de los padrinos es Marcelo Torcuato de Alvear, el correligionario indicado para estos casos por sus condiciones de espadachín y de campeón de revólver.
El duelo es a espada hasta que uno de los contrincantes quede en inferioridad de condiciones.
El dramático cotejo dura más de media hora. Yrigoyen, que nunca había tenido una espada en la mano, ni había pisado una pedana, consigue parar con serenidad y coraje terribles estocadas del brioso encontronazo con la cara sangrando.
-Me ha encajado dos hachazos- dicen que expresó De la Torre. Lo reconoció caballerosamente, aunque no quiso reconciliarse con su contenedor.
Estos cortes en la cara, que le dio Yrigoyen, los voy a oír enrostrar 20 años después, desde la barra a un "peludista" en fanático desborde.  Este último párrafo de Columba habla de peludista, porque así le decían a Hipólito: El Peludo.

FELIZ CUMPLE

Desde el lugar en que estés vaya el Feliz Cumple, Papá, en este día del trabajador, que se potencia mucho más en estos momentos del país y del mundo.
El coronavirus ha hecho estragos en el trabajo y los trabajadores, y habrá que remontar la cuesta con la sabia lección del esfuerzo, que tanto alimentó Papá como tantos hombres y mujeres que pueblan el suelo argentino.










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