PAULA LUGONES Y EL CORONAVIRUS EN ESTADOS UNIDOS

Hemos recibido este mensaje de la periodista Paula Lugones, corresponsal de Clarín en Estados Unidos, quien cuenta lo que está pasando en estos días en el país del norte, con una ola de muertos e infectados. Dice así: 
"Hola EDUARDO, ¿cómo estás?
Espero que estés en casa, con la expectativa de que esta pesadilla del coronavirus pase; como yo, que vivo en las afueras de Washington DC con mi familia, y también estoy casi sin poder salir. Sé que por mucho tiempo seguiste las noticias catastróficas de Italia y España, pero en estas últimas semanas Estados Unidos es el lugar donde ahora todos miran con más atención porque se ha convertido en el foco mundial de la pandemia. Además, es la primera potencia del planeta y supuestamente tiene los recursos y mejores expertos para poder enfrentarla. Pero no le ha resultado tan fácil y estamos viendo en vivo y en directo las demoras, las falencias del sistema y de las instituciones. En el país ya hay récord mundial de contagiados (alrededor de medio millón) y más de 17.000 muertos.
Pero hay algo que tenés que tener en cuenta: Estados Unidos tiene un territorio muy extenso y el coronavirus se vive de manera diferente en cada lugar. El epicentro del desastre ahora está en Nueva York, donde el paisaje es realmente de película de terror. En esos lugares que muchos turistas argentinos conocen, como por ejemplo Times Square, donde habitualmente es muy difícil detenerse sin ser devorado por una marea humana, hoy apenas se ven algunas personas que bajan del subte para ir a sus trabajos esenciales.
Es angustiante ver esa ciudad tan vibrante y llena de energía paralizada por el miedo. Si bien los ataques contra las Torres Gemelas fueron un horrendo shock, la sensación de estos días es diferente porque no se trata de un golpe, un mazazo en la cabeza como en septiembre del 2001: el coronavirus es una mancha de aceite invisible que se esparce lentamente y engulle a todos poco a poco, sin distinción. La cifra de enfermos y muertos escala cada día y ya hay camiones frigoríficos en las puertas de los hospitales, tiendas de campaña en el Central Park, y se habla de enterrar a los cadáveres en ciertos parques públicos.
A pesar del drama, en Nueva York hay una cuarentena pero no como la de la Argentina, España o Italia. Los neoyorquinos pueden salir una vez por día a hacer ejercicios, manteniendo la “distancia social”, de 1,8 metros. Pero la mayoría prefirió quedarse en casa o se fue a otro estado donde el virus, al menos por ahora, no pegue tan fuerte. Porque, como te decía, Estados Unidos es muy extenso y no todo es dramático como en Nueva York, donde ya comienzan a notarse ciertas señales de que el pico podría haber pasado porque, a pesar de que el número de muertos crece, las internaciones han mermado un poco.
Porque, como te decía, Estados Unidos es muy extenso y no todo es dramático como en Nueva York, donde ya comienzan a notarse ciertas señales de que el pico podría haber pasado porque, a pesar de que el número de muertos crece, las internaciones han mermado un poco.
New Jersey, al sur de la Gran Manzana, ya se está contagiando cada vez con mayor intensidad. Yo vivo más al sur, en las afueras de Washington DC, donde hay “orden” de que nos quedemos en casa hasta el 30 de abril. Podemos salir al supermercado, a la farmacia y a hacer ejercicio manteniendo la distancia. Eso es un gran alivio porque nos permite respirar aunque sea por un ratito el aire de primavera de estos días y consolarnos con ver de pasada los cerezos en flor que embellecen a la ciudad entre marzo y abril. No hay muchos casos en Washington que, a pesar de ser la capital, es una ciudad relativamente pequeña, de unos 700.000 habitantes.
La pandemia parece estar yéndose para el sur del país, donde se espera que pegue fuerte porque es la zona de Estados Unidos donde se encuentra la población más desprotegida y porque el virus, que supuestamente contagia a todos por igual, ya sabemos que se ensaña particularmente con los sectores más vulnerables.
Ese es un dato importante: los grupos más acomodados tenemos posibilidades de trabajar desde nuestras casas, seguir las recomendaciones y, en caso de que hubiera algún problema, recurrir a un centro de salud. Incluso algunos millonarios se van a sus casas de veraneo en las afueras de la ciudad y la vida sigue para ellos.
Pero los sectores más vulnerables sufren con mayor dureza esta pandemia. Algunos expertos sobre raza y etnicidad que consulté me apuntaban que los afroamericanos y los latinos están muriendo de forma desproporcionada por el coronavirus. Es que muchos (sobre todo la población negra), por su escaso acceso a la salud y sus condiciones económicas y socioambientales, tienen mayor propensión a tener enfermedades preexistentes como hipertensión, asma u obesidad, lo que los vuelven más vulnerables. También tienen menos acceso al teletrabajo y empleos que están en la primera línea de fuego como enfermería, delivery, repositores de supermercado, trabajos más expuestos al contagio. Son resabios racistas y las miserias del sistema que desnuda la pandemia en la primera potencia mundial.
Los focos que creo que tenés que mirar ahora con atención son el estado de Louisiana (Nueva Orleans ya tiene miles de casos) y también Florida, el estado con la población de más edad del país, donde Claudio Tuda, infectólogo argentino del Mount Sinai, me dijo que se espera el pico para mayo. En Miami, donde suelen viajar muchos compatriotas, hoy está prácticamente todo con las persianas bajas y tampoco se puede ir a la playa. Los parques de diversiones de Disney en Orlando ya no sonríen y, con las puertas cerradas, licenciaron a miles de empleados.
Desde Argentina muchos me preguntan cómo la estoy pasando, cómo se vive la situación aquí. Estamos bien en casa, en un lugar donde parece que el virus no llegará de forma dramática. Los chicos estudian online vía Google classroom y Zoom y se aburren un poco, pero están bien. Extrañan a sus amigos y jugar al fútbol. Yo también extraño a mis amigos y las juntadas para comer asados de corte argentino que conseguimos acá.
Personalmente yo trabajo más que nunca, ya no sé si es viernes o domingo y si es de noche o de mañana, porque uso las madrugadas para adelantar trabajo. Es un continuado de noticias 24 horas, 7 días a la semana. Y Estados Unidos es un país ya de por sí muy grande e importante para cubrir. Hay videoconferencias todo el tiempo, y por suerte la agenda de contactos es amplia para consultar a funcionarios y expertos desde casa.
Además, no hay que olvidarse que, además del coronavirus, hay una campaña electoral en curso donde Donald Trump se juega su reelección en noviembre y una deuda externa argentina cuya renegociación se define con los bonistas basados en New York y con el Fondo Monetario Internacional aquí en Washington. Hay que también atender todos esos frentes de la información.
Lo que sin dudas no ha cambiado en tiempos de coronavirus, y más bien se agravó, es la catarata diaria de tuits de Trump, que ahora también busca mostrarse como un experto sanitarista. El presidente tuitea después de medianoche y sigue muy temprano por la mañana, a veces desde las 5 am. Hay días en que son varias decenas. A veces son ataques a sus rivales, elogios o comentarios irrelevantes, pero en muchas oportunidades anuncia decisiones importantes. Eso nos agrega un stress adicional a todos los corresponsales que tenemos el alerta de sus tuits en el teléfono.
Pero no me quejo. Por ahora tenemos salud y los periodistas amamos estar en el momento y en el lugar donde sucede la historia. Esto seguramente pasará, tarde o temprano, y tendremos que cubrir otras noticias, seguramente vinculadas a la reconstrucción de la economía y el empleo. Ese, sin dudas, será el capítulo más complejo del futuro. Es una de las sensaciones más angustiantes que predominan aquí: la enorme incertidumbre sobre cómo quedará el país y el mundo después del coronavirus.
Veremos cómo sigue esta historia.
Vos también cuidate y quedate en casa.
Saludos desde Washington".

Paula Lugones

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