MONSEÑOR TISSERA HABLO DE CUIDAR LA CASA COMUN

El obispo de Quilmes, Carlos José Tissera, participó hoy de la Conferencia inaugural 2020 del Centro Latinoamericano de Evangelización Social (CLAdeES) "El cuidado de la casa común", junto a las licenciadas Silvia Alonso y Martha María Arriola, que se realizó d emanera on line por motivo del aislamiento social, preventivo y obligatorio.
El jefe de la diócesis hizo un llamado a reflexionar sobre la actualidad con el Evangelio para favorecer que todas las personas vivan bien "al mismo tiempo que vamos esforzándonos por responder las consecuencias de esta pandemia, estamos llamados a reflexionar a la luz del Evangelio los signos de estos tiempos: leer la palabra de Dios en la Biblia y la palabra de Dios en la Vida, para discernir profundamente y volver a ofrecer a toda la sociedad las preguntas, las inspiraciones y las perspectivas que surgen de lo más profundo de nuestra fe y pueden ayudar a ordenar la convivencia social en justicia, paz y fraternidad, para que cada hombre y cada mujer tenga vida en abundancia".
Además el obispo reconoció esperanzado que "es admirable como la pandemia ha activado muchos y buenos sentimientos de cuidado y preocupación global. Será una oportunidad de nutrirnos de esto para reafirmar esta misma preocupación y cuidado con aquellas grandes causas que responden a problemas que no nos afectan directamente a todos, pero que exigen movilización y solidaridad".
Durante la conferencia que abordó los temas de la Encíclica Laudato Si-El cuidado de la casa común, del Papa Francisco, en el quinto aniversario de su promulgación. Tissera se explayó en Integralidad fraternidad y solidaridad para cuidar la casa común, a todos y a todo. En lo pequeño y en lo estructural, en lo personal y en la cultura que nos inspira".

PALABRA DE TISSERA

El obispo de Quilmes señaló que "vivimos una situación inédita. Al menos, en la época reciente. Se impone, necesariamente, resignificar todos los grandes temas de la agenda social, desde la perspectiva que nos da esta experiencia que compartimos globalmente.
El Papa Francisco nos recordaba, al momento de la profundización de la pandemia: desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densdas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades. Se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, en la barca, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: perecemos (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos.
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"Este duelo nos ha recordado que todos somos habitantes de una casa común, que por encima de falsos nacionalismos y solapados egoísmos personales o de instituciones, hemos de proteger como única casa común, cuidando con esmera solicitud y solidaridad nuestros vínculos comunes e interdependientes.
Este duelo comunitario, complicado, novedoso y extraordinario, hay que elaborarlo con nueva mentalidad y visión, con nuevos paradigmas. Después de esta pandemia el mundo no será igual. Vendrán profundos cambios.

Puntos de inspiración

"El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar" (LS 13).
Todo está íntimamente relacionado, y los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial. Porque a problemas complejos le corresponden abordajes, miradas y propuestas, que aborden esta complejidad con integralidad. Laudato Si lo recuerda claramente.
"Cuando se habla de medio ambiente, se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estramos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente por cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones integrales, que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidare la naturaleza " (LS 139).

La fraternidad

"Un segundo elemento que podemos destacar, para enfrentar el desafío que supone extender una cultura del cuidado, es de la fraternidad. Necesitamos refundar las bases de la convivencia humana, el proyecto que nos impulsa, en una afirmación tan sencilla, pero tan profunda en sus implicancias: todos somos parte de una sola familia humana en una sola casa común, todos hermaanos y hermanas unos de los otros.
Esta conciencia de interrelación entre las personas, ampliada hacia toda la creación es condición para desplegar una conversión real y efectiva. Toda la creación unida y corresponsable, sosteniéndose mutuamente. Todo está relacionado, y el auténtico cuidado de nuestra v propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable d ela fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás (cf. LS 70).

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"Es admirable cómo la pandemia ha activado muchos y buenos sentimientos de cuidado y preocupación global. Será una oportunidad nutrimos de esto para reafirmar esta misma preocupación y cuidado con aquellas grandes causas que responden a problemas que no nos afecten directamente a todos, pero que exigen movilización y solidaridad.
Integralidad, fraternidad y solidaridad para cuidar la casa común, a todos y a todo. En lo pequeño y en lo estructural, en lo personal y en la cultura que nos inspira.

El camino de la sinodalidad

"El sueño de una Iglesia sinodal que tuvo Pablo VI ha tomado un cariz particular en el pontificado de Francisco. Al cumplirse los 50 años de la institución del Sínodo de los Obispos, Francisco ha dicho que "constituye una de las herencias más preciosas de la última reunión conciliar... El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio...
Como Iglesia que camina junto a los hombres, partícipe de las dificultades de la historia, cultivamos el sueño de que el redescubrimiento de la dignidad inolvidable de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar a la sociedad civil a edificarse en la justicia y la fraternidad, fomentando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que vendrán después de nosotros (Discurso del 17 de octubre de 2017).
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"Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida (Sueño social).
Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana (Sueño cultural).
Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas (Sueño ecológico).
Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos (Sueño Eclesial).

Una perspectiva en el horizonte: amor social y esperanza
"Será un gran servicio poder fortalecer en nosotros y animar en cada comunidad estas inspiraciones que nacen del Evangelio. Y caminar con alegría proponiendo a cada cristiano la dimensión social de su fe que se expresa en la participación de la comunidad cristiana, en la cantidad que se organiza y transforma la vida de las personas y barrios, que nutre y alimenta el derecho a la esperanza.
Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Dice Francisco que ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente.
El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no solo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas.
Que todos nuestros esfuerzos se nutran siempre de Jesús, de su proyecto, y de la fe que El ha dado a cada uno de nosotros y nos permite reconocer que el Reino de Dios ya está presente en el mundo, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras. Jesucristo, el Resucitado, provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo que queremos ir creando y cuidando, y aunque se los corte, vuelven a surgir porque la fuerza de la resurrección ya ha penetrado la trama oculta de nuestra historia (cf. EG 278). Jesús no ha resucitado en vano y nos llama. !No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza viva!

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