MENSAJE DE PASCUAS DE LOS OBISPOS QUILMEÑOS

Los obispos de Quilmes, monseñor Carlos Tissera y auxiliar, Maxi Margni, dieron a conocer el mensaje para estas Pascuas 2020. Dice así:

"¡FELICES PASCUAS! para ti, querida hermana, querido hermano de la Diócesis de Quilmes
Esta PASCUA del año 2020 quedará muy grabada en nuestros corazones. No hemos podido participar de las celebraciones en nuestras Iglesias y capillas. Todos hemos vivido estos días en el ámbito de nuestros hogares, y muchos asistiendo a los enfermos en los hospitales y clínicas, o en otros lugares de atención y contención.
En este retiro hacia el interior de nuestra casa, hemos descubierto otro modo de rezar, de relacionarnos con Dios y también con nuestro prójimo, con el que tenemos cerca: esposa, hijos, nietos, hermanos, abuelos… Hasta las mascotas han cambiado su rutina estos días. No cabe duda que hemos advertido nuevos aspectos de la realidad.
¿Has visto el cielo estas noches? ¿Viste cómo brillan más las estrellas? ¿Has contemplado la belleza de la luna llena? Menos aturdidos, sin tanta contaminación ambiental, podemos detenernos a ver lo que por siglos y siglos está, y casi no vemos… También, cuando se caen las escamas que obstruyen los ojos del alma, cuando se cae nuestro orgullo, nuestro “todo lo puedo hacer yo”, ese yo, yo, yo…, allí empiezo a descubrir al otro, esa persona que está allí, a mi lado, y me doy cuenta que no sólo vive, sino que tiene esas capacidades, esas bondades, esas actitudes que antes no las valoraba… Hizo falta que llegue una noche oscura, como la pandemia, para que se encendiera en el corazón una luz que muestra cosas que no veía. Fue necesario morir a lo que era lo común de siempre, para que nazca algo nuevo. Algo así es la Pascua.
La luna llena y la luz del Cirio Pascual se hermanan en esta fiesta cristiana, para hablarnos de que las tinieblas han sido vencidas: ¡Cristo vive! Es una realidad en nuestras vidas. Más real que la luna y las estrellas, más real que el cielo y la tierra. “El que nos llena con su gracia, el que nos libera, el que nos transforma, el que nos sana y nos consuela es alguien que vive. Es Cristo resucitado, lleno de vitalidad sobrenatural, vestido de infinita luz. Por eso decía san Pablo: «Si Cristo no resucitó vana es la fe de ustedes» (1 Co 15,17)” (CV 124)
En medio de la incertidumbre que vive la humanidad entera, ante la escasez de medios para enfrentar las consecuencias de la pandemia, nuestra esperanza está puesta en la fuerza del amor que procede de Dios y que lo infunde en los corazones humanos. Brindar lo que somos, sabemos y tenemos para vencer el mal a fuerza de bien. De esa manera se hace presente el poder de Jesús resucitado.
“Contempla a Jesús feliz, desbordante de gozo. Alégrate con tu Amigo que triunfó. Mataron al santo, al justo, al inocente, pero Él venció. El mal no tiene la última palabra. En tu vida el mal tampoco tendrá la última palabra, porque tu Amigo que te ama quiere triunfar en ti. Tu salvador vive.
Si Él vive eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino en nuestra vida, y de que nuestros cansancios servirán para algo. Entonces podemos abandonar los lamentos y mirar para adelante, porque con Él siempre se puede. Esa es la seguridad que tenemos. Jesús es el eterno viviente. Aferrados a Él viviremos y atravesaremos todas las formas de muerte y de violencia que acechan en el camino.
Cualquier otra solución será débil y pasajera. Quizás servirá para algo durante un tiempo, y de nuevo nos encontraremos desprotegidos, abandonados, a la intemperie. Con Él, en cambio, el corazón está arraigado en una seguridad básica, que permanece más allá de todo. San Pablo dice que él quiere estar unido a Cristo para «conocer el poder de su resurrección» (Flp 3,10). Es el poder que se manifestará una y otra vez también en tu existencia, porque Él vino para darte vida, «y vida en abundancia» (Jn 10,10)”
 (CV 126-128)
Tus obispos, Maxi y Carlos, te abrazamos dándote la paz de Cristo. Con vos, queremos agradecer a todas las personas que, aún arriesgando su salud, cuidan a la comunidad: servidores públicos de la salud, de la seguridad, los empleados de instituciones o empresas públicas y privadas, necesarias para las atenciones básicas y elementales para sostener la vida digna de los ciudadanos. Nuestro agradecimiento al voluntariado que, sin búsqueda de retribución alguna, están en tantas instancias de contención y de ayuda en los espacios enclavados en las zonas y sectores más vulnerables de la sociedad. Nuestro agradecimiento a los científicos argentinos, verdaderos enamorados del saber y del bien de la humanidad, que no sólo aconsejan sino que siguen investigando para hacer frente a este desconocido enemigo que avanza silenciosamente sembrando dolor y muerte. Pedimos por los gobernantes, para que sean humildes, prudentes y generosos en sus decisiones, y rogamos para que el pueblo acompañe con su valiosa colaboración, custodiando las instituciones democráticas al servicio del bien común.
La luz de Cristo resucitado viva en tu corazón. Como decía nuestro beato mártir Monseñor Enrique Angelelli, en otros momentos oscuros: “Hay que seguir andando nomás”.
Con todo afecto los bendecimos: ¡Felices Pascuas!".


 





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