EN SEMANA SANTA, EL CORONAVIRUS Y DIOS

El padre Pablo Laguna Llano, que siempre nos acompaña y que nos da la virtud de la fe para confiar en los tiempos que vienen, nos acerca estas reflexiones en esta Semana Santa tan particular.
Comienza evocando el Salmo 21. Y pone gráficamente la manera de reflexionar en tiempos de coronavirus.
"Señor, ¿por qué me has abandonado?
Soy una caricatura de hombre, un número más en esta sociedad consumista, no reconocen mi valor porque soy persona humana.
Me valoran si produzco, si tengo status, títulos, etcétera. De lo contrario soy nadie.
El perro del vecino recibe mejor trato que yo. Lo lavan con champú, le dan su comida especial y le pondrán una placa recordatoria en el cementerio perruno.
Dicen que somos libres y vivimos en democracia. Pero se burlan de nosotros en los periódicos, en la televisión.
Los medios de comunicación nos atrapan progresivamente y suavemente nos van haciendo cambiar de mentalidad y de valores.
Nos van conduciendo hacia sus ideales de confort y de tener, de tener dinero, supuesta fuente de toda felicidad.
Al final, Señor, ni siquiera tenemos las cosas. Las cosas nos vienen a nosotros. Nos han atrapado.
Señor, buscamos la paz, como supremo don de tu amor, paz con la naturaleza, paz con los demás, paz contigo y ella es nuestra paz.
Y de una forma u otra las armas siguen siendo la paz gananciosa de bolsillos de rapiña, que siguen engordando sus dividendos bancarios, con tanta muerte, con tanta sangre inocente, dando culto a todo tipo de ideologías.
Señor, tu imagen que somos nosotros, vamos perdiendo identidad. Nos vamos convirtiendo en un número para la computadora. Todos llevamos nuestro cartelito colgado bien visible, así evitamos perder el tiempo preguntándonos de dónde venimos, quiénes somos.
Se pierde calor humano del coloquio para ir al grano de los negocios. Nunca mejor dicho que el tiempo es oro, control de calidad, de eficiencia, de productividad. Lo humano no produce interés, no es rentable.
¿Por qué Señor nos has abandonado a nuestros dioses utilitaristas, mercantilistas, de comodidad, individualistas?
Señor, y qué dices de tanto dolor, de tanto quejido en nuestros hogares, en nuestra juventud, en nuestros ancianos y niños?
Grito pidiendo morfina y nadie me oye, grito con la camisa de fuerza, grito toda la noche en el centro de enfermos mentales, lloro toda la noche en la residencia de ancianos porque me falta cariño y la sonrisa de los míos.
Grito en la sala de enfermos incurables, en el ala de enfermos contagiosos.
Porque digo que me siento libre, adquiero nuevas servidumbres en la consulta del psiquiatra, en la experta de los astros y de las cartas.
Para decidir algo importante en mi vida, consulto los signos del zodíaco.
Sabemos bien, Señor, que no somos como los de antes, que se lo creían todo.
Nosotros somos muy razonables: si sale un espada, color, si es una copa, fiesta y alegría, si es un basto, trancazo-ojo, cuidado y si es un oro, la felicidad, el dinero.
¿Señor, por qué nos has abandonado?
La droga destruye nuestro futuro. Nuestra juventud crece amarga y rota. Porque fueron encadenados por seres refinados y honorables de guante blanco, que negocian la droga del mal.
¿Por qué, Señor? El sida nos acosa, nos inquieta y amenaza?¿Por qué Señor en nombre de la paz, de la justicia y de la libertad se practica el terrorismo, la tortura y se extorsiona con la vida humana?
¿Por qué Señor, en nombre de una supuesta ciencia unos hombres hacen de otros hombres conejos de Indias de sus experimentos o se mata la vida para el tráfico de órganos?
Los investigadores honestos llaman la atención de la progresiva destrucción de la naturaleza. Estamos acabando con nuestro equilibrio ecológico. Pero nuestras industrias siguen produciendo sus desechos químicos.
Los residuos nucleares siguen llenando los mares y las entrañas de la tierra.
¿Hasta cuándo Señor vas a permitir todo esto? Hasta siempre porque nos has hecho libres.
¿No sería mejor un reventón nuclear? Señor, los humanos somos tan listos que tenemos potencia destructiva nuclear para acabar con esta idea global 30 veces para que quedemos bien muertos sin posibilidad de escapatoria.
Sabemos bien Señor que ya hace tiempo que llegamos a la Luna. Y estamos coqueteando con Marte.
Y aguarda, que llegaremos muy lejos.
Nuestra razón, nuestro poder tecnológico lo podrá todo. Seguiremos descubriendo otras galaxias, otros mundos. Colocaremos plataformas espaciales. Dominaremos el mundo.
Seremos los reyes de la creación.
¿Señor, hasta cuándo? Hemos llegado tan lejos que ya nos hemos incapacitado para llegar al corazón de lo humano, que está tan cerca.
Tenemos las mejores armas de guerra para la muerte, pero millones de niños se mueren de hambre. Millones de mujeres y hombres, hermanos nuestros, son cadáveres ambulantes, que ya no tienen rostro humano.
Señor, ¿por qué nos has abandonado?
Tú también gritaste en la Cruz a nuestro Padre por qué te había abandonado?
Pero tu grito era de confianza. En el abandono sabías que El no te abandonaba, que estaba contigo, aunque hubiera noche oscura.
En el fracaso del Gólgota, cuando todo era negro, la luz que es Dios estaba oculta pero estaba, estuvo y estará.
¿Y ahora por qué nos has abandonado? ¿Por qué el COVID-19 nos ha dejado desnudos?
Pero si éramos los reyes de la creación.
Habíamos organizado el mejor de los mundos, de placer, felicidad, bienestar.
Teníamos la mejor tecnología del mundo. Ya prácticamente no te necesitábamos. Lo sabíamos todo. Lo podíamos todo. Habíamos logrado construir el mejor dios, nuestro propio dios, nuestra propia razón.
Habíamos amurallado nuestro interioridad, un salvaje individualismo, un yo profundo, que mira          a los demás como cosas que me sirven, me son útiles, se me vuelven necesarias.
Llenos de cosas, al final no somos dueños de las cosas sino que las cosas se han adueñado de nosotros y de nosotras.
Y en esta alocada guerra de mi libertad, logramos al final imponer el individualismo ególatra que solo sabe de lo mío como valor absoluto frente a los demás.
Siempre hubo guerras, centenares de miles de muertos, pero siempre controlable, que no era un problema nuestro. Salíamos a la calle, proclamando nuestro rechazo, éramos humanistas, éramos solidarios, pero a fin de cuentas el problema era de los otros. Y la bolsa no caía.
Subían las acciones, ganancias mayoritarias de los bastardos de guante blanco que negocian como buitres carroñeros el sufrimiento y muerte de los pueblos.
Miles de niños mueren en el mundo, fruto de la carencia, el abandono y la falta de amor.
Niños desnutridos, abusados, asesinados, con un marco de aumento de la pornografía infantil.
Surgen voces y compromiso en su denuncia y lucha por devolverles un rostro humano.
Pero el problema permanece, total la bolsa no baja.

EL CORONAVIRUS

Pero este Coronavirus nos ha desestabilizado. Ya no es problema de los otros. Todos estamos en la cuerda floja y lo que es peor, que el criterio final en todas las reflexiones de tanto contagio, muerto y cuarentena es la economía.
La bolsa cae a los niveles más bajos de su historia y los expertos en la calificación de la deuda cada día asignan mayor razón a los países en su endeudamiento. Es curioso.
Los que manejan la economía, compran las acciones a precio de remate porque se hunden y luego llegará el momento de subirlas. Es parecido a los responsables de proveer de alimentos a los grupos más vulnerables, comprando a precios elevados.
Siempre en la historia de la humanidad, hubo bastardos que con la excusa de ayudar a las necesitados llenaron sus bolsillos y se aprovecharon.
¿Qué nos pasa a los seres humanos que en situaciones límites somos capaces de lo mejor y de lo peor?
Ojalá salgamos de la pandemia más humanos, menos digitalizados y recuperemos valores esenciales de la condición humana.
Ojalá logremos recuperar que el ser humano vale más que todo proyecto económico, político, ideológico y religioso.
Porque el Dios, como intuimos que es un misterio, que nos desborda, es de todos y para todos.
No es excluyente.
Ojalá  cambiemos nuestra pregunta implícita: ¿qué es el otro para mí, una cosa, un algo, que me sirve, utilizo y lo convierto en necesario?
Y demos el salto a quién es el otro, un alguien, un ser humano, una persona que reconozco, valoro y brindo lo mejor de mí para que el otro sea persona y se aproxime a la felicidad.
Señor, en el abandono aparente de nuestra historia no nos abandones. Y lo proclamaré a mis hermanos, mujeres y hombres, que compartamos esta historia. El Señor no falla, es fiel a su palabra.
El amor triunfará sobre el odio, la vida sobre la muerte, la paz sobre la guerra, toda mujer, todo hombre, su imagen.
Irán surgiendo tierra y cielos nuevos, donde las mujeres y los hombre se reconozcan como hermanos, hijos e hijas por igual del Padre común, nuestro Dios, que nos llamen a todos a ser plenamente mujeres y hombres, viviendo para los demás, viviendo un amor, siguiendo a Jesús. Amén".


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