DESDE MADRID, MARINA ARTUSA Y LA PANDEMIA EN ESPAÑA

La corresponsal de Clarín en Madrid, Marina Artusa, nos envió este panorama de la pandemia en el país ibérico, aclarando que estuvo trabajando en Bolonia, Italia y que el diario la envió a Madrid a fines de febrero. He aquí su carta:
"Hola, Eduardo.
Espero que, en lo que llevás de cuarentena, tengas ratitos amables, momentos serenos para hacer lo que te gusta cuando estás en tu casa.
Yo me mudé a Madrid hace solo siete meses, cuando Clarín decidió trasladarme desde Bolonia, en Italia, a España. Viví siete años en Bolonia, donde mi hija aun estaba en cuarto grado cuando el virus obligó a cerrar las escuelas. El último día que fue a clase fue el viernes 21 de febrero.
La epidemia nos pescó en medio de la mudanza definitiva y fue bastante espeso el ida y vuelta entre Bolonia y Madrid, mientras entrábamos y salíamos de zonas de riesgo, nos controlaban la temperatura en los aeropuertos, tomábamos los últimos vuelos con permiso para despegar, cumplíamos cuarentenas y el aire se iba volviendo irrespirable. Casi literalmente.
Tal vez hayas seguido, durante días, cómo la epidemia era esa aguja infectada que, sin producir dolor en el pinchazo, iba sumando a su legión de contagiados cada vez a más gente en Europa, sobre todo en Italia y luego en España, hasta que un día amaneciste y el virus había llegado al barrio.

IMPREVISION

"No te creas que acá hubo una gran previsión. Durante semanas, el comité de seguimiento de la epidemia decía que España estaba en fase de contención del avance del coronavirus mientras, solo en Madrid, 120 mil personas participaban el 8 de marzo en las manifestaciones por el Día Internacional de la Mujer. Marchas tan multitudinarias como merecidas que nadie se animó a suspender.
Después de estas celebraciones, una vicepresidenta -aquí el gobierno tiene cuatro- y dos ministras que iban al frente de una pancarta fueron diagnosticadas con Covid. Sucedió lo mismo con la esposa y la madre del presidente Pedro Sánchez que, seis días después, decretó el estado de alarma que impuso el quédate en casa para los 47 millones de españoles.
España es el país europeo con más casos confirmados de Covid-19 y el segundo, detrás de Italia, en cantidad de muertos por coronavirus.
Hace más de un mes que estamos todos confinados y, aunque el gobierno y las autoridades sanitarias insisten con que España ya pasó el pico de la epidemia y la propagación avanza ahora en cámara lenta, todavía no hay indicios de que podamos volver a salir a la calle. Hay presiones parea que los más chicos de la casa puedan ir a dar una vuelta, per, por ahora, nada.
Tengo vecinos que, desde que estamos encerrados, colgaron la bandera española en el balcón. Y así como a las ocho de la noche salen a aplaudir a los médicos, a las nueve se asoman con cacerolas para pedir que renuncie el gobierno de coalición, el primero en la historia democrática de España, que asumió en el Palacio de la Moncloa este año, para Reyes. Otros, como la vecina del quinto que es farmaceútica, se ofrecen a hacer las compras para los que no pueden salir.
Como corresponsal, tengo un permiso del diario para poder circular. El presidente aclaró, además, que la labor de la prensa está dentro de las actividades consideradas esenciales. Me paró, sin embargo, un agente de la Policía Municipal en la Plaza Mayor y a distancia reglamentaria de un metro y medio, me pidió que le mostrar el permiso para circular.
Aquí la gente es bastante obediente y cumple el confinamiento. Por la calle, reino de señoras y señores con bolsas de super y dueños de mascotas que sacan a pasear el perro, nadie sostiene la mirada. Como si todos estuviéramos en un lugar pohibido.
Te confieso algo: como casi no circulan autos, cuando salgo, camino por el asfalto. No me preguntes por qué, pero me siento más segura. Como si andar por el medio de la calle y a cielo abierto ahuyentara posibles contagios.
Vivo a cinco estaciones de subte de la Puerta del Sol de Madrid. Tal vez estuviste allí, la viste en fotos o te contaron que es donde la ciudad bombea más sangre. En días felices, pasa tanta gente por ahí que concentra la mayor densidad de población de Madrid: 16 mil personas por kilómetro cuadrado.
Ahora, hasta el oso y el madroño, esa estatua que está en la Puerta del Sol y que es el símbolo de la ciudad, están de luto. La Comunidad de Madrid lo declaró oficialmente por sus más de 7000 muertos por Covid-19.
Es la región de España más desangrada por la pandemia que se desató aquí a fines de enero.
A mediodía, el aire fúnebre en la Puerta del Sol, la vuelve casi sepulcral. Es cuando los parlamentes de la Real Casa de Corres, el edificio más antiguo de la Puerta del Sol y que es sede del gobierno de la Comunidad, lloran el Adagio for Strings, esa música muy triste que Oliver Stone eligió para el final de Pelotón. ¿La viste?
Cuando se supo que este virus se ensaña, sobre todo, con la gente mayor, pensé en la cantidad de inmigrantes españoles que llegaron a la Argentina durante la Guerra Civil Española o después de la II Guerra, como mis abuelos maternos.
Esa generación que quedó en carne viva en el dopoguerra y que luego le puso el cuerpo a la reconstrucción de su propio país o a remontar una vida de cero en una tierra lejana.
Entrevisté a viejitos que esquivaron bombas y ahora están recluidos, sin que sus propios hijos y nietos los puedan visitar y con la tele clavada todo el día en el noticiero que los señala como los más frágiles ante esta peste. Qué paradoja.
El calendario de fiestas populares, al que España es tan devoto, quedó tapiado. No hubo Fallas en Valencia y la Semana Santa fue tristísima. Ni una procesión en Sevilla ni en el resto de Andalucía. Imaginate cómo les pegó esto a los españoles, que son sentimentales, llorones y cabrones. Como nosotros.
Tal vez tengas parientes acá o algún familiar tuyo haya emigrado a Argentina durante la guerra. Mirá cómo serán de estrechos los lazos económicos, culturales y personales que la mayor comunidad de españoles fuera de España está en nuestro país: unos 500 mil residen en Argentina.
Además, más de 300 empresas españolas tienen un pie en nuestro suelo, que es el tercer destino de sus exportaciones en América Latina. Para nosotros, España es el segundo inversor mundial.
No sé si sentirás lo mismo que yo, pero este encierro yuxtapone, pegotea, aplasta hasta confundir el tiempo de la labor y el del ocio, el de los horarios normales del almuerzo y de la cena, hasta el del sueño y el de la vigilia.
Acá, en medio del confinamiento, hasta cambió la hora legal. Adelantamos una hora el reloj y los aplausos al personal sanitario que al principio se oían como ecos nocturnos, hoy se producen al atardecer. Es un gesto mínimo, pero ese reflejo del sol en retirada sobre mi balcón me permitió verles las caras por primera vez a mis vecinos de arriba. Ojalá todos, vos allá y yo acá, podamos ir recuperando cada vez un poquito más de luz.
Un saludo desde Madrid".

Marina Artusa.

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