CINCO SIGLOS DE LA PRIMERA MISA EN LA ARGENTINA

Se cumplen hoy 500 años de la primera misa en suelo argentino. Los obispos de Quilmes, Carlos José Tissera y Marcelo Maxi Margni se han unido, en nombre de toda la diócesis, a la acción de gracias por tan importante acontecimiento.
Un mensaje del papa Francisco fue dirigido al obispo de Río Gallegos, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva (porque fue Río Gallegos donde se realizó esa primera misa hace 500 años).
Dice el Papa: "Me contaron que trabajaron duro, con fuerza y mucha ilusiósn. Querían que la alegría y el festejo por el don recibido no quedara limitado a unos pocos sino que pudiera hacerse eco y alcanzar los distintos rincones del país. Sé que por la situación dolorosa y angustiante que golpea tantas regiones del mundo y a la que no son ajenos, tuvieron que cancelar la celebración como la habían preparado. De repente, fuimos todos sorprendidos por una pandemia que nos desconcertó y movilizó a cambiar nuestras actividades y prioridades.
"Estamos como los discípulos de Emaús, caminando con el semblante triste por lo que sucede, intranquilos por cómo se desarrollará y preocupados por las consecuencias que dejará. Qué bien que nos hace en este contexto decir suplicantes como ellos: quédate con nosotros, porque arde y el día se acabó Señor (Le. 24, 29).
La presencia de Jesús en la Eucaristía que, silenciosa y discretamente, nos acompaña desde hace más de 500 años, es el sacramento de la alianza que Dios quiso sellar con su pueblo, con nuestro pueblo: El está en medio nuestro alentando el caminar. Esta certeza que heredamos de nuestros padres y abuelos es la reserva espiritual que acompañó, moldeó y forjó el alma de nuestra Nación y que queremos que geste también el futuro de nuestros hijos y nietos. Alimento de vida en momentos de carestía y tribulación, y canasta rebosante de las alegrías y gozos que tejieron nuestra historia.
En estos momentos en que el contacto viene medido y evitado, es imprescindible que podamos rememorar y aprender ese sentir eucarístico que solo el Señor nos puede enseñar. No dejemos que la fiesta se apague, no perdamos la oportunidad de asumir y acoger nuestro presente como un tiempo propicio de gracia y salvación con todo el empeño que esto significa.                                                                     
MONSEÑOR GARCIA CUERVA

El obispo de Río Gallegos, monseñor Jorge García Cuerva, se refirió a los cinco siglos que se cumplen hoy de aquella primera misa en territorio nacional.
"A 500 años de la primera misa en territorio argentino, participar en la Eucaristía significa entonces entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la gratuidad, de la fraternidad. Recibir la Comunión significa recibir de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los demás lo que somos y tenemos.
La multitud quedó impresionada por el milagro de la multiplicación de los panes, pero el Pan que Jesús ofrece es plenitud de vida para el hombre hambriento. Jesús sacia no solo el hambre material, sino el más profundo, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios.
Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación; el pan viejo de la indiferencia y la insensibilidad; estamos empachados de panes sin sabor, fruto de la intolerancia, el pan agrietado por el odio y la descalificación, como nos dice el Papa Francisco: Digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor. Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra, capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor...
"Tenemos hambre, Señor, de experimentar como aquella muchedumbre la multiplicación de tu misericordia, y partir y compartir la compasión del Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se ocupa, que están olvidados o despreciados.
Más adelante monseñor García Cuerva dijo que este 1 de abril "esperábamos estar en San Julián y allí vivir tres días de encuentro y celebración, ser muchos venidos de toda la diócesis y de otros puntos del país y del extranjero. Puede haber en nosotros un dejo desazón y tristeza, un sinsabor como el de los europeos del siglo XV que salieron a buscar las especias, el oro de la época, lo más valioso para condimentar alimentos, para perfumos y para remedios. Salieron a busc arlas porque sus comidas perdieron sabor, porque sus lociones perdieron su fragancia, porque sus recetas médicas perdieron efectividad.
"Nosotros también, como país y como Iglesia en estos 500 años hemos perdido mucho, perdimos espeanzas, perdimos oportunidades de desarrollo, perdimos tantos hermanos, y así, o nos quedamos llorando sobre la nostalgia de los que alguna vez fuimos o tuvimos, o perdemos también un país más justo, la aventura de descubrirnos hermanos, la aventura de multiplicar la esperanza, la solidaridad, alimentados por el Pan de Vida que está entre nosotros hace 500 años.
En estos meses de preparación, trabajando de manera articulada con el Estado provincial y la municipalidad de San Julián, todos hemos aprendido a soñar grande como Magallanes y a vencer los miedos, soñamos con encontrarnos los distintos, sin miedo a intercambiar opiniones, soñamos con trabajar desde el consenso, sin autoritarismos o bajadas de línea desde afuera, soñamos que nos podíamos reencontrar en el presente pidiendo perdón por las heridas del pasado, soñamos con una fiesta de los 500 años donde todos se sienten parte, especialmente los jóvenes, sin miedo a sus ideas y a sus expresiones culturales.
"En todo este tiempo recuperamos los sueños y perdimos los miedos. Que este sea uno de nuestros grandes aprendizajes.
La gran hazaña de la expedición de Magallanes y Elcano se coronó con la primera vuelta al mundo; nosotros no dimos la vuelta al mundo como ellos, tampoco la vuelta al mundo en 80 días como la novela del francés Julio Verne, ni siquiera pudimos por la pandemia realizar la innumerable cantidad de actividades programadas en San Julián pero igual est amos ante un enorme desafío.
Dar vuelta mi mundo, dar vuelta nuestro mundo, dar vuelta nuestra Iglesia, dar vuelta nuestra Argentina. O nos quedamos dando vuelta sobre nosotros mismos, mirándonos el ombligo, girando en falso, alejados de la gente, adentro de los templos, o de las oficinas públicas como Jesús, caminamos en medio de la multitud.
Y damos vuelta el mundo, hacemos la revolución de la ternura, salimos de nosotros mismos y anunciamos al mundo con palabras y obras que Jesús nos ama, que está entre nosotros en la Eucaristía y en el hermano, y que quiere que seamos felices.
Vale la pena intentarlo. Magallanes y Elcano hicieron historia, encontraron la ruta de las especias y así las comidas recuperaron los sabores.
A 500 años de aquella gesta, nosotros le pedimos al Señor Eucaristía que nuestra vida también recobre el sabor, las ganas, el entusiasmo, y la entreguemos en el servicio a los hermanos más pobres, para que el sueño de Jesús sea una realidad; la civilización del amor, en la lógica de la fraternidad, en la lógica del dar, del encuentro en la diversidad, porque nadie se salva solo, como nos decía el Papa el viernes. Todos estamos en la misma barca, en medio de la tormenta remando juntos para después todos sentarnos a su Mesa, la Mesa de la Eucaristía, la Mesa del Pan de Vida.
Y entonces la letra de Peteco Carabajal dejará de ser solo una canción:
Yo quisiera que en mi mesa/ nadie se sienta extranjero/  que sea la mesa de todos/ territorio del encuentro.
Que sea mesa de domingo/ mesa vestida de fiesta/ donde canten mis amigos/ esperanzas y tristezas".

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