OSCAR HORACIO AVILA Y UNA HISTORIA PERDIDA

Oscar Horacio Avila, en Historias Perdidas de Buenos Aires, publica el caso de un padre nacido en Lombardía, la región italiana que hoy sufre la mayor tragedia por el coronavirus. Vale compartirla para reconocer finalmente quién es el que contó esta historia... porque se trata de un hombre que desde el llano llegó a la presidencia de la Nación.
"Mi padre, que murió en 1948, a los 90 años, era lombardo, de Samonaco, un pueblito cerca del Lago di Como, próximo al límite con Suiza.
Llegó al país hace casi un siglo, cuando tenías seis años, con mi abuelo que tenía treinta o treinta y cinco. Llegaron a Buenos Aires en un barco de vela, y aquí tomaron "la galera" que en quince días los llevó a Tandil, que era una especie de fortín, con muchos criollos, muchos indios, algunos militares y muy pocos extranjeros.
Todo era pampa, con hacienda sin dueño. Imagínese a esos dos italianos, !qué sabían de enlazar y bolear!
Hicieron un corral, encerraron algunas vacas y fueron los primeros lecheros de Tandil.
Todos los días mi padre iba al pueblo y llevaba seis o siete litros de leche, que repartía a los pocos, muy pocos, que tomaban leche en ese entonces, porque la mayor parte solo comía carne y tomaba vino...
Cuando mi padre tenía ocho o nueve años un buen día se sublevaron los criollos, dirigidos por un curandero llamado Tata-Dios, y decidieron matar a todos los extranjeros.
Y efectivamente, los mataron a casi todos... Habrán sido diez o quince. Mi abuelo vivía un poco alejado del pueblo; alguien le avisó y con mi padre se fue a las sierras.
Mi abuelo, después de este episodio, decidió volver a Italia y allí se quedó. Pero mi padre, al cumplir 16 años, volvió solo a la Argentina.
Empezó a trabajar como peón en la construcción de los ferrocarriles, ganando un peso por día.
Con los centavos que pudo ahorrar, compró un campito en Pergamino, la ciudad donde Yo nací. Poco a poco, tuvo vacas, fue sembrando trigo y de todo... Allí nacimos todos. Mi padre nos despertaba a las cinco diciendo: "Está por salir el sol".
Ordeñábamos las vacas, hacíamos otros trabajos, y aun nos alcanzaba el tiempo para llegar antes que nadie a la escuela.
Por supuesto, a las ocho de la noche ya habíamos cenado y estábamos en la cama. Esta era nuestra vida. Todo mi infancia la paseé así. Una maravillosa infancia...
En mi casa se hacía de todo. Todo. No se compraba nada. Se hacía el pan, teníamos leche, queso, manteca, verduras, vinos de nuestra viña.
En la enorme casona, constituida por ocho o nueve piezas inmensas, teníamos la despensa, siempre repleta de alimentos.
En inviernos se carneaban los cerdos y se hacían jamones, chorizos, salames... Era una vida muy sana.
Cuando terminé el sexto grado, vine a un colegio salesiano de Buenos Aires. Concluí el bachillerato en 1918 y en 1919 ingresé a la Facultad de Medicina.
Mi padre me mandaba algunos pesos, no muchos... Fue él quien quiso que estudiáramos. Yo quería quedarme en el campo, pero él me dijo: No, no tenés que ser como yo. El que estudia siempre tiene más posibilidades".
FIRMADO: ARTURO UMBERTO ILLIA.

Comentarios