Festejemos que después de 36 años seguimos eligiendo nuestro destino. El domingo el país vivirá una nueva jornada de la democracia, con los comicios que definirá el camino que decidirá la mayoría.
Lógicamente, hubo las PASO el pasado 11 de agosto y el resultado pareció ser fundamental para lo que viene, aunque antes de decía que ese examen era simplemente un dato para tener en cuenta, y se transformó casi en una decisión final.
Mucha agua corrió bajo el puente desde aquel domingo 11 para llegar a este 27 de octubre con la instancia de convocar a todos los argentinos a acercarse a las urnas para que después no haya lamentos.
A priori, en la grilla presidencial, se ponen en juego dos modelos de país, desde un lado la continuidad del actual modelo, que brilla en institucionalidad pero muestra signos débiles en economía y pone sobre el tapete ese gran elector llamado bolsillo.
La pobreza sacude profundamente a los argentinos y se convierte en uno de los grandes desafíos para decidir el voto.
Y desde la otra orilla del voto, la oposición, que dejó de lado el estigma de la corrupción y apeló al deja vu para volver a poner en marcha una gestión que gobernó durante muchísimos años y que terminó perdiendo las elecciones en el 2015, precisamente por el temor y la indignación que provocaban en aquel momento las sospechas que tuvieron epicentro en tribunales.
Entre estas dos orillas hay otros cuatro candidatos, que representan distintas posibilidades. La izquierda mantiene su pensamiento de siempre, el economista Espert pone el acento en un Estado despilfarrador que condenó al país a una eterna deuda y a desniveles propios de la falta de sentido común -¿un activo y medio por cada jubilado es viable?-, el enigmático Gómez Centurión y su espíritu militar, y el experimentado Roberto Lavagna, que pretende ser la tercera fuerza pero que dejó mucha dudas desde el momento en el que resignó compartir las PASO con Massa, Pichetto, Schiaretti y terminó quedándose con Urtubey como premio consuelo.
Argentina decide su futuro. Lo importante es que el domingo gane el voto inteligente, pensando en un país de todos y para todos, y no un país para pocos o para hacer acuerdos con países teñidos de una democracia corrupta e inexistente.
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