RECONOCIMIENTO AL FOTOGRAFO CARLOS SCOTT


La Asociación Amigos de las Artes realiza un reconocimiento al fotógrafo Carlos Scott el miércoles 15 de mayo a las 18 en la Casa de la Cultura, de Quilmes.
El docente, periodista e historiador Chalo Agnelli publicó un reportaje que le realizó el 21 de setiembre de 2009, precisamente el día del fotógrafo.
Dice Chalo que visitó la casa de Scott, en la calle Alvear y le efectuó el reportaje, que en ese momento no publicó porque el fotógrafo es renuente a la exposición personal, algo que parece contradictorio con su profesión.
Carlos Scott nació el 3 de marzo de 1927. Hijo de Angelina Firpo y Cosme Sebastián Scott. Su padre, también quilmeño, pertenecía a una familia de arraigo en la zona.
Don Cosme a los 18 años fue cartero a caballo, luego cochero de plaza, chofer del doctor Pennington, mozo en el Maxim de la calle Rivadavia y luego entró en la Cervecería. Su abuelo Alejandro Firpo fue inspector del tranvía.
Los Scott, cuenta Chalo, eran cinco hermanos: Elsa, Marta, Jorgelina, Carlos y Miguel Angel.
Carlos cursó la primaria en la Escuela 7 de la calle Alberdi. La escuela se construyó donde estaba la chacra de la familia Fornaguera. Allí vivió Francisco Tejeda, famoso matarife que trabajaba en lo que era el matadero de Quilmes (hoy corralón municipal), una propiedad adquirida por el Banco Popular donde se levantó el actual edificio.
Guarda un especial recuerdo por su primera maestra, Rosa Giani de Giovanelli.
Carlos vivió parte de su infancia en Cevallos y Rivadavia, luego se mudó a Alvear 116, donde sigue viviendo, la casa paterna.
Carlos trabajó en Intela y luego ingresó a la Cervecería Quilmes, en el área de carpintería mecánica, donde estuvo dos décadas, cuando empezaron a cerrar los talleres.
Se casó con Celia Lucía -fallecida el 15 de setiembre de 2016- con quien tuvo una hija: MIriam.
Su pasión por la fotografía empezó en 1952, junto a su amigo, el Toto Rodríguez, que trabajaba en el área de radiología del Policlínico Cervecero. Un día le propuso hacer un trabajo gráfico en la cancha de Temperleypara la revista El Tablero, que dirigía Félix Heller. Esa fue su primera experiencia como reportero gráfico. Luego, otro amigo, Alberto Pastor, le dio la caja para hacer los contactos.
Cuando dejó la Cervecería trabajó por su cuenta y todos los periódicos y revistas que existían o se creaban en Quilmes lo iban a buscar.
Sus fotos se publicaron en Enfoques, Actualidad Quilmeña, El Periodista (de Omar Andragnez), las revistas Estar, Total, Unión de Industriales, etcétera.
Estuvo durante varios años en El Sol, durante la conducción de Jorge Blanco.
Estuvo -dice Chalo Agnelli- al lado de periodistas notables de los que guarda un cálido recuerdo como Víctor Giordano, Omar Andragnez, Susana Vitone, Ana María de Mena, Pedro Navarro, Romeo Roselli, Graciela Linari, Marcelo Sena, Carlos Yodko, el Chino Vera, Alfredo Bertiche, Javier Livetti...
Durante la gestión del intendente José Rivela, cuando era director de prensa Ricardo Terrisano, ingresó a la Municipalidad y permaneció dos décadas, desde 1973 a 1993, en que se jubiló. Siempre en el departamento de Prensa y los últimos años, entre 1991 y 1993, como coordinador del Museo Fotográfico.
Organizó junto al reportero gráfico Jorge Calvo la muestra Los periódicos de Quilmes. Fue premiado es el concurso abierto de fotografía organizado por el Foto Club de Quilmes. Pariticipó de la primera primera muestra de reporteros gráficos de Quilmes.
En el 2004, al cumplir medio siglo de fotógrafo, recibió varios reconocimientos. Al año siguiente fue honrado con el tìtulo de ciudadano ilustre de la ciudad de su pueblo natal.
Fue muy amigo de Alcibíades, a quien llamaba "maestro", título que más de uno atribuía merecidamente a Don Alcibíades.
De su hija Miriam tiene un nueti, Ezequiel, que le dio un bisineto, Franco, de 6 años.
El 22 de julio de 2010 la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Quilmes le brindó un merecido reconocimiento al que asistieron amigos, vecinos y familiares.
Carlos Scott se considera un autodidacta, especializado en fotografía socia. Pero en la comunidad quilmeña se destaca por su genio altruista, eficaz y generoso: siempre atento al gesto, la impronta, el acontecimiento para disparar el obturador.
Hoy tiene 92 años, Chalo le hizo la nota a los 84, y Carlos sigue desandando las calles quilmeñas persiguiendo la imagen, recibiendo a cambio el afecto de la comunidad que lo considera un baluarte de la imagen imperecedera.



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