El obispo auxiliar de Quilmes, monseñor Marcelo Margni, presidió la misa de inicio del ciclo lectivo de las comunidades educativas.
El prelado animó a caminar juntos en sintonía con el camino sinodal que inició la diócesis.
"Este caminar tiene que permitirnos sanar los temores a nuestras diferencias. Todos somos distintos y no pensamos igual. Ello no ha de ser un problema. Las instituciones son más sanas cuando en ellas hay personas que piensan diferente y pueden caminar juntas. Es bueno pensar diferente, dialogar, buscar acuerdos y consensos. Lo único que no debería existir en nuestras escuelas es el odio y la violencia".
El obispo Margni agradeció a los representantes de las comunidades educativas y comentó que "somos la representación de un complejo colectivo de más de cuatro mil trabajadores de la educación y treinta mil familias pertenecientes a las veinticinco comunidades educativas de la diócesis".
Con la presencia de estudiantes, docentes, directivos y familias de los distintos niveles educativos de las escuelas católicas de la diócesis de Quilmes se vivió una experiencia de comunión y se recordó también a los mártires riojanos y al sierveode Dios Padre obispo Jorge Novak.
LA HOMILIA
En su homilía el obispo auxiliar Margni sostuvo: "Nos ilumina la narración del evangelio de Lucas en el que dos discípulos de Jesús, luego de la muerte de un amigo, van camino a un pequeño pueblo llamado Emaús. El semblante triste nos habla de las sensaciones de fracaso, frustración e incomprensión que los atraviesa.. En medio de esa experiencia, un anónimo se les suma en el camino y los acompaña. Ellos no pueden reconocer que el desconocido es Jesús resucitado pero el caminar les va abriendo un nuevo entendimiento.
La escena, aunque es un texto pascual, nos viene al encuentro de este inicio del año lectivo porque nuestra diócesis ha comenzado un camino sinodal que madurará en el 2021 con la celebración del III Sínodo quilmeño. Sínodo es una expresión que significa caminar juntos y eso celebramos en esta misa, el inicio de un nuevo caminar juntos.
Nos acompañan delegaciones y pequeños grupos de alumnos: ellos dan sentido al trabajo. Ellos y sus familias confían en nosotros para que los acompañemos en este camino. !Qué lindo es encontrarlos y verlos crecer en nuestras aulas, pasillos y patios! También sus maestros, profesores y directivos que están hoy aquí.
Somos la representación de un complejo colectivo de cuatro mil trabajadores y treinta mil familias pertenecientes a las veinticinco comunidades educativas de la diócesis. Juntos comenzamos un camino compartido para reaprender a escucharnos y aprender a escuchar al divino peregrino que siempre con paciencia acompaña nuestras frustraciones y fracasos para enseñarnos a mirar distinto y a escuchar de otra manera. Confiamos en que el Espíritu de Dios orientará nuestros pasos para transformar tantas injusticias y desigualdades.
Este caminar tiene que permitirnos sanar los temores a nuestras diferencias. Todos somo distintos y no pensamos igual. Ello no ha de ser un problema. Las instituciones son más sanas cuando en ellas hay personas que piensan diferente y pueden caminar juntas. Es bueno pensar diferente, dialogar, buscar acuerdos y consensos. Lo único que no debería existir en nuestras escuelas es el odio y la violencia. Ojalá podamos ser comunidades proféticas que con espíritu crítico y evangélico desenmascaran operaciones de odio sobre nuestra cultura. El odio lo envenena todo, debilita cualquier camino, levanta muros en vez de construir puentes para caminar juntos.
Busquemos junto con la enseñanza de las ciencias y la tecnología. Educar es una sabiduría más profunda que se adquiere en la familia, en el barrio, en el club, en la iglesia y en la escuela. La sabiduría del discernimiento, de aprender a elegir entre lo bueno y lo bello, la sabiduría que los haga más solidarios. Que nuestros alumnos se distingan no por el uniforme sino por su amor a los pobres y su solidaridad con los postergados, los descartados, los excluidos y busquen una sociedad más fraterna y solidaria, que cuida al ser humano y al planeta que es el hogar de todos.
Por último, me ofrezco como pastor a visitarlos para encontrarme con los alumnos que quieran conversar. Quiero escucharlos y que me pregunten, pero no quiero llegar a ustedes para cumplir con visitas protocolares sino para reunirme con aquellos que tengan interés en encontrarnos y de modo sencillo compartir un rato.
Pidamos juntos a Jesús, el divino peregrino de Emaús, que nos acompañe siempre para caminar juntos y poder orientarnos hacia destinos transformadores de fraternidad, justicia, alegría y paz.
El prelado animó a caminar juntos en sintonía con el camino sinodal que inició la diócesis.
"Este caminar tiene que permitirnos sanar los temores a nuestras diferencias. Todos somos distintos y no pensamos igual. Ello no ha de ser un problema. Las instituciones son más sanas cuando en ellas hay personas que piensan diferente y pueden caminar juntas. Es bueno pensar diferente, dialogar, buscar acuerdos y consensos. Lo único que no debería existir en nuestras escuelas es el odio y la violencia".
El obispo Margni agradeció a los representantes de las comunidades educativas y comentó que "somos la representación de un complejo colectivo de más de cuatro mil trabajadores de la educación y treinta mil familias pertenecientes a las veinticinco comunidades educativas de la diócesis".
Con la presencia de estudiantes, docentes, directivos y familias de los distintos niveles educativos de las escuelas católicas de la diócesis de Quilmes se vivió una experiencia de comunión y se recordó también a los mártires riojanos y al sierveode Dios Padre obispo Jorge Novak.
LA HOMILIA
En su homilía el obispo auxiliar Margni sostuvo: "Nos ilumina la narración del evangelio de Lucas en el que dos discípulos de Jesús, luego de la muerte de un amigo, van camino a un pequeño pueblo llamado Emaús. El semblante triste nos habla de las sensaciones de fracaso, frustración e incomprensión que los atraviesa.. En medio de esa experiencia, un anónimo se les suma en el camino y los acompaña. Ellos no pueden reconocer que el desconocido es Jesús resucitado pero el caminar les va abriendo un nuevo entendimiento.
La escena, aunque es un texto pascual, nos viene al encuentro de este inicio del año lectivo porque nuestra diócesis ha comenzado un camino sinodal que madurará en el 2021 con la celebración del III Sínodo quilmeño. Sínodo es una expresión que significa caminar juntos y eso celebramos en esta misa, el inicio de un nuevo caminar juntos.
Nos acompañan delegaciones y pequeños grupos de alumnos: ellos dan sentido al trabajo. Ellos y sus familias confían en nosotros para que los acompañemos en este camino. !Qué lindo es encontrarlos y verlos crecer en nuestras aulas, pasillos y patios! También sus maestros, profesores y directivos que están hoy aquí.
Somos la representación de un complejo colectivo de cuatro mil trabajadores y treinta mil familias pertenecientes a las veinticinco comunidades educativas de la diócesis. Juntos comenzamos un camino compartido para reaprender a escucharnos y aprender a escuchar al divino peregrino que siempre con paciencia acompaña nuestras frustraciones y fracasos para enseñarnos a mirar distinto y a escuchar de otra manera. Confiamos en que el Espíritu de Dios orientará nuestros pasos para transformar tantas injusticias y desigualdades.
Este caminar tiene que permitirnos sanar los temores a nuestras diferencias. Todos somo distintos y no pensamos igual. Ello no ha de ser un problema. Las instituciones son más sanas cuando en ellas hay personas que piensan diferente y pueden caminar juntas. Es bueno pensar diferente, dialogar, buscar acuerdos y consensos. Lo único que no debería existir en nuestras escuelas es el odio y la violencia. Ojalá podamos ser comunidades proféticas que con espíritu crítico y evangélico desenmascaran operaciones de odio sobre nuestra cultura. El odio lo envenena todo, debilita cualquier camino, levanta muros en vez de construir puentes para caminar juntos.
Busquemos junto con la enseñanza de las ciencias y la tecnología. Educar es una sabiduría más profunda que se adquiere en la familia, en el barrio, en el club, en la iglesia y en la escuela. La sabiduría del discernimiento, de aprender a elegir entre lo bueno y lo bello, la sabiduría que los haga más solidarios. Que nuestros alumnos se distingan no por el uniforme sino por su amor a los pobres y su solidaridad con los postergados, los descartados, los excluidos y busquen una sociedad más fraterna y solidaria, que cuida al ser humano y al planeta que es el hogar de todos.
Por último, me ofrezco como pastor a visitarlos para encontrarme con los alumnos que quieran conversar. Quiero escucharlos y que me pregunten, pero no quiero llegar a ustedes para cumplir con visitas protocolares sino para reunirme con aquellos que tengan interés en encontrarnos y de modo sencillo compartir un rato.
Pidamos juntos a Jesús, el divino peregrino de Emaús, que nos acompañe siempre para caminar juntos y poder orientarnos hacia destinos transformadores de fraternidad, justicia, alegría y paz.
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