MISA DE LA ESPERANZA: LA VOZ DEL OBISPO


Se realizó en el cruce Varela la XXIII Misa de la esperanza, con la presencia del nuncio apostólico, el arzobispo congoleño León Kalenga Badikebele, el obispo de Quilmes, monseñor Carlos José Tissera, el obispo auxiliar de Quilmes, Julión (Maxi) Margni, el obispo Juan Carlos Romanín, el secretario de la Nunciatura, monseñor Vicenzo Turturro, sacerdotes, diáconos y comunidades de la diócesis de Quilmes.
Pese a las amenaza de lluvia se efectuó la misa en el lugar previsto, donde horas antes se había llevado adelante una olla popular con los movimientos sociales, el festival de música y la radio abierta. El  lema que animó la jornada fue Escucha Señor el clamor de los pobres.
La misa fue presidida por monseñor Badikebele y la homilía estuvo a cargo del padre obispo Tissera.
El obispo de Quilmes alzó la voz por los gritos de los jóvenes y los reclamos de desesperación de las personas que van a perder sus puestos de trabajo, o que ven cómo a sus salarios se los come la inflación, o que son víctima del desborde de los arroyos, de la inseguridad y de las políticas públicas insuficientes.
Monseñor Tissera también agradeció en nombre de la diócesis al Nuncio Apostólico por su presencia, recordó al padre obispo Jorge Novak que propuso esta Misa "para momentos difíciles" y resaltó la figura del obispo Enrique Angelelli y de los otros tres mártires que serán beatificados el año próximo.
Durante el ofertorio las parroquias de Quilmes ofrecieron carne, las de Berazategui, agua y las de Florencio Vaerla, verduras, como aporte simbólico para la olla popular.
Esta Misa de la Esperanza coincidió con la II Jornada Mundial de los Pobres que convocó el Papa Francisco, que pretende ser un signo de la cercanía de la Iglesia con las personas que sufren necesidades.
Al finalizar, el arzobispo Kalenga Badikebele dijo a los presentes que "aquí encontré la alegría de la gente y me llevó el grito y el dolor de los pobres. Nosotros, los buenos pastores, estamos dispuestos al martirio de ustedes". Y completó cuando recordó a los pobres que "la unión hace la fuerza, porque ustedes ayudan al Señor Jesús a llevar la cruz hacia el calvario".
Y para concluir dio la bendición final en nombre del papa Francisco.

LA HOMILIA DE MONSEÑOR TISSERA

En su homilía el obispo de Quilmes, monseñor Tissera, recordó que se hizo coincidir la Misa de la Esperanza con la jornada mundial de los pobres, que convocó el papa Francisco, cuyo mensaje como lema es la frase del Salmo 34,7: Este pobre gritó y el Señor lo escuchó.
"Se nos dice, ante todo, que el Señor escucha a los pobres que le claman y que es bueno con aquellos que buscan refugio en El con el corazón destrozado por la tristeza, la soledad y la exclusión. Escucha a todos los que son atropellados en su dignidad, y a pesar de ello, tienen la fuerza de alzar su mirada al cielo para recibir luz y consuelo. Oye a aquellos que son perseguidos en nombre de una falsa justicia, oprimidos por políticas indignas de este nombre y atemorizados por la violencia, y aun así saben que Dios es su Salvador. Lo que surge de esta oración es ante todo el sentimiento de abandono y confianza en un Padre que escucha y acoge. A la luz de estas palabras podemos comprender más plenamente lo que Jesús proclamó en las bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt. 5,3).
"El Papa en esta Jornadas nos invita a poner a los hermanos más sencillos, más pobres y desprotegidos, en el centro de nuestra oración y de nuestra preocupación con gestos concretos de amor y misericordia. La olla popular organizada para este día es un signo de tantas expresiones de fraternidad que hay en nuestros barrios. La Palabra de Dios muchas veces nos presenta los gritos de la humanidad que son oídos por Dios. Dice a Moisés: Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocado por los capataces. Sí, conozco muy bien sus sentimientos (Ex. 3,7) Dios no se olvida de los más pequeños, de los que nadie tiene en cuenta, los más pobres y olvidados.
Recordó monseñor Tissera que había estado en Roma, participando del Sínodo de los Obispos, convocado por el papa Francisco, con la temática: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. El 4 de octubre tuvo su intervención, inspirándose en la Palabra de Dios que dice: Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto (Cfr. Rm. 8,22). Los jóvenes tienen sus gemidos, sus gritos y dolores. Sufren grandes heridas sociales, agredidos en la vulnerabilidad propia de su edad. Si pensamos en sus clamores, son gritos a veces ruidosos y estridentes. Otras, gritos silenciosos, casi sin voz. Precisamos saber escuchar y entender el lenguaje de los jóvenes.
"Sus mayores clamores y gritos son: quiero ser feliz, quiero que me entiendan, quiero que me amen. Claman sintiéndose arrojados a la existencia y se preguntan: ¿para qué estoy en el mundo? En esta realidad de porquería...¿para qué vivir? Mi vida no vale, la tuya tampoco.
Reclaman hacer lo que quieren, pero en realidad solo tienen la libertad para moverse. Falta la libertad como camino de felicidad, como opción de vida.
"Precisamos escuchar los gritos silenciosos de los adictos, de los que no hablan de lo que les pasa. Hay que aprender a escuchar ese silencio que duele, porque es un silencio que lleva a la soledad, a la cárcel y al cementerio. Los pibes presos creen que solo saben robar o cometer delitos; su primer clamor es hacia adentro... hacia ellos mismos y se dicen: Quiero cambiar, pero no sé hacer otra cosa, mi vida está hipotecada.
Los jóvenes son cuestiones de identidad sexual y sus preguntas: ¿Cómo ser feliz?¿Cómo seguir?¿Dios me ama como soy? También existen los gemidos de los jóvenes que logran graduarse y ven frustrados sus sueños al no poder ejercer su profesión.
"A los gritos de ellos se suman la de hermanas y hermanos de nuestras barriadas que ven perder sus puestos de trabajo, de los que trabajando de sol a sol ven que sus salarios son comidos mes a mes por una inflación galopante; los clamores de los que cada año ven que sus pocas pertenencias se las arruina el agua contaminada que desborda de los arroyos, y pasan las décadas y las obras proyectadas y prometidas nunca se realizan. Los gritos que claman justicia frente a los hechos de corrupción que malogran las obras públicas. Los clamores de una sociedad que sufre la inseguridad y que ve cada vez más deteriorada la educación pública; esos gemidos de los abuelos y de los enfermos que ven que las políticas de salud pública no llegan a todos y son insuficientes. Lamentablemente, como respuesta a todos esos gritos solos e repiten políticas que crean más desigualdad.
Dice el papa Francisco: "Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando lasa causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales (EG 202).

ESCUCHAR EL CLAMOR DE LOS POBRES

"El salmista dice que el Señor no solo escucha el grito de los pobres sino que le responde. La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir la justicia y para ayudar a reemprender la vida con dignidad. Es también una invitación a que todo el que cree en él obre de la misma manera, dentro de los límites humanos.
La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de cualquier lugar que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío. Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza, y sin embargo puede ser un signo de cercanía para cuantos pasan necesidad, para que sientan la presencia activa de un hermano o una hermana. Lo que no necesitan los pobres es un acto de delegación, sino el compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia -que es necesaria y providencial en un primer momento- sino que exige esa atención amante (EG 199), que honra al otro como persona y busca su bien.

JORGE NOVAK Y LUJAN

"Con la certeza de que Dios escucha el clamor de los pobres, el padre obispo Jorge Novak iba a Luján cada año para pedir por todas las necesidades de su pueblo. Es lo que lo motivaban para escribir sus cartas, organizar Misas por el Pan y el Trabajo, a ofrecer su propia vida para consuelo de su gente. Era un hombre que tenía el mismo convencimiento de ese otro pastor a quien la Iglesia ha reconocido como mártir, junto a otros hermanos de la Iglesia riojana, monseñor Enrique Angelelli, que será beatificado con Fray Carlos de Dios Murias, el presbítero Gabriel Roger Longueville y el laico Wenceslao Pedernera.
Será el 27 de abril de 2019. Angelelli vivió identificado con este Dios que escucha, responde y libera a su pueblo. Esa actitud la plasmó en su conocida frase: Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio.
Y Dios le dio la gracia de imitar a Jesús Buen Pastor, dando la vida por los amigos.
Es oportuno decir aquí las palabras que el entonces cardenal Bergoglio dijo en La Rioja, conmemorando los 30 años de la pascua de estos futuros beatos. El recuerdo de Wenceslao, Carlos, Gabriel y el obispo Enrique no es una simple memoria encapsulada, es un desafío que hoy nos interpela a que miremos el camino de ellos, hombres que solamente miraron el Evangelio, hombres que recibieron el Evangelio y con libertad. Así nos quiere hoy la Patria, hombres y mujeres libres de prejuicios, libres de componendas, libres de ambiciones, libres de ideologías, hombres y mujeres de Evangelio, solo el Evangelio, y a lo más, podemos añadir un comentario, el que añadieron Carlos, Gabriel Wenceslado y el obispo Enrique: el comentario de la propia vida (Card. Bergoglio. Catedral de La Rioja 4 de agosto de 2006), palabras del actual papa Francisco para estos cuatro futuros beatos que nosotros hoy también queremos recordar para que nos ayuden en este camino difícil que todos tenemos.
"Gracias por estar presentes. Gracias hermanas y hermanos que trabajan cada uno en sus comunidades, en sus barrios, sirviendo a los demás. No nos cansemos de hacer el bien a pesar de todo, fijando los ojos en Jesús por quien hacemos todo, porque a El le debemos y en El estamos sirviendo a cada uno de nuestros hermanos. Y así se lo estamos haciendo a ese mismo Jesús que se nos presenta pobre, sencillo, humilde, por las calles de nuestra ciudad. Jesús camina en medio nuestro: son los pobres y humildes que nunca permites que nos olvidemos que Jesús vive en medio de ellos y nosotros estamos para servirlo. !Viva Jesús!!Viva María!".

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