EL LIBRO DE OLARTE: EL GRUPO BEMBERG


El capítulo VI del libro del profesor Jorge Olarte -Historia de la rambla quilmeña y del Pejerrey Club- se refiere al grupo Bemberg, fundador de la Cervecería Quilmes. Recuerda que don Otto Peter Bemberg, inmigrante alemán de 23 años, nacido en Colonia, llegó a nuestro país en 1852 en forma fortuita, ya que por padecer severa insuficiencia pulmonar salió de su país buscando climas más benignos y pensó ir a la capital del imperio brasileño. Pero en Río de Janeiro se desató una epidemia de fiebre amarilla y por eso fue a Buenos Aires.
Allí supo que el clima de Quilmes gozaba de una reputación saludable por ser muy aireada, tener excelentes aguas, no existir industrias saladeriles, altamente polucionantes, ni un hacinamiento poblacional como se daba en la cosmopolita Buenos Aires.
Se afincó en Quilmes y se casó con una de las mujeres más ricas del país, María Luisa Ocampo.
En 1857 nació su hijo Otto Sebastián, quien estudió en la universidad de Lovaina y egresó como ingeniero.
Siguió estudios en la universidad técnica de Munich, Alemania, especializándose en la fabricación de cerveza.
El grupo Bemberg inició su actividad industrial en el viejo partido de Quilmes con una destilería de granos de maíz.
El 27 de setiembre de 1888 Otto P. Bemberg fundó en París la Brasserie Argentine Societe Anonyme, con un capital de 30 millones de francos oro.
A los pocos días la empresa Bemberg y Cía. solicitó al Concejo Deliberante de Quilmes autorización para instalar una cervecería a 399 metros al sur de la estación ferroviaria quilmeña, en un terreno de 50 hectáreas de superficie, que lindaba en su frente con la vía férrea de Buenos Aires-Ensenada, lo que facilitaba una comunicación fluida con la destilería La Franco Argentina, la que también estaba instalada frente a las mismas vías férreas, en la localidad de Conchitas.
El profesor Olarte aporta el libro de actas del Concejo Deliberante de Quilmes, años 1888/1889, hablando del pedido de Otto Bemberg y Cia para establecer una fábrica de cerveza en las inmediaciones de la estación del ferrocarril
El 24 de marzo de 1889 se aprobó el pedido y el 31 de octubre de 1890 quedó formalmente inaugurada la Cervecería Argentina S.A.
En un clima festivo, luego de los discursos de estilo, con un cerrado aplauso y una ovación de los asistentes, fue tirado oficialmente el primer chopp de cerveza "que pondría a Quilmes en el mapa"
En 1910 la Cervecería Argentina Quilmes, así llamada en ese entonces, para asociarse a los festejos patrios y a la industria argentina, presentó su cerveza Quilmes Centenario, al tiempo que hizo una gran publicidad gráfica expresando sus avances en tan solo veinte años, siendo muy buscadas las tarjetas postales con imágenes de la fábrica.

LA RAMBLA DE QUILMES

El capítulo VII habla de la construcción de la rambla quilmeña, poniendo el acento en dos visionarios emprendedores: Antonio y Pedro Fiorito, hermanos inmigrantes italianos: demostrando gran astucia para los negocios, planificaron en 1910 una inteligente operatoria comercial, ya que debían obtener la concesión de un tranvía para llegar al río, ser autorizados para extraer arena y como al pasar, solicitarían autorización para construir una rambla.
Obtenida la concesión, transportarían la arena de manera rápida y segura a la estación Qulmes, del ferrocarril del Sur, y desde ahí por su amplia red ferroviaria podían distribuirla a lugares más alejados del partido, lo que sería un éxito económico rotundo.
Estos hermanos habían observado que las nuevas viviendas que construían los inmigrantes europeos desdeñaban el barro como argamasa para fijar los ladrillos, prefiriendo la mezcla de cal, cemento y arena.
También Olarte reproduce la autorización otorgada por el presidente, Roque Sáenz Peña, para construir en cemento armado de dos muelles, balneario y rambla anexa, en el paraje quilmeña, aclarando que no afecta la navegación ni altera el règimen hidráulico del Río de la Plata.
Y otro documento es la aprobación del permiso solicitado por los hermanos Fiorito para construir la primera pileta de agua salada. Así lo refleja el libro de actas del Concejo Deliberante quilmeño del 23 de diciembre de 1914. Era construir una pileta de natación dentro del río, la que por concesión debían construir en terreno de propiedad de los Fiorito.
Recuerda Olarte, a través del libro de José Craviotto, que en 1913 se inauguró el servicio de tranvías eléctricos a la playa, comenzando la afluencia de visitantes en los domingos de verano.
El 8 de diciembre de 1915 se inaugura la primera pileta, con 19 metros de ancho y 26,60 de largo y una superficie de 543,40 metros cuadrados, su profundidad varía de los 0,50 a 2,90 metros. Se llenaba, y se sigue haciendo, con agua salada y mineralizada extraída de pozo surgente.

EL PEJERREY CLUB

El capítulo VIII habla de la fundación del Pejerrey Club, su actividad deportiva, la adquisición de las instalaciones del balneario, la estatización municipal de 1990 y la devolución de 1994.
En lo que respecta a la etapa aciaga del club, cuando se pretendió estatizarlo, quedándose la Municipalidad con las instalaciones, el autor reproduce una nota del diario El Sol del 15 de enero de 1990,  referida a la asamblea en la que se decidió exponer ante el presidente de la Nación, Carlos Menem y el gobernador de Buenos Aires, Antonio Cafiere, la situación.
El presidente del Pejerrey en ese tiempo era el ingeniero Cortiñas, quien expuso que era decisión de la Municipalidad no renovar el  permiso de ocupación de tierras fiscales por parte de la institución, permiso que vencía el 11 de febrero de ese año.
El club fue estatizado, la Municipalidad se quedó con las instalaciones y recién en 1993 comenzó a hablarse de devolver el club a los socios, porque la Municipalidad lo había dejado a la buena de Dios.
El sábado 2 de julio de 1994, cuando el club cumplía 56 años, reconoció el gravísimo error cometido el 11 de febrero de 1990, decidió poner fin a la estatización, que nunca debió haber tenido lugar, procediendo a devolver las instalaciones.
El SOL se hizo cargo de la situación y publicó el siguiente editorial que Olarte reproduce, con la generosidad de señalar que fue quien escribe este artículo -Eduardo Menescaldi- el que publicó el 28 de junio de 1994: "Quedaría cerrado un capítulo triste de la historia quilmeña ya que, como se recordará, la rambla que muchos años estuvo en poder del Pejerrey Club, pasó a manos del Estado al vencimiento de la concesión y, en ese tiempo, nada se realizó ni se llevaron a cabo tareas de mantenimiento, habiendo avanzado su deterioro hasta el límite del derrumbe de los edificios y la rotura de la pileta de natación.
De ahora en más y atento a las condiciones de este nuevo periodo de concesión, el Pejerrey Club se hará cargo de reciclar todo lo deteriorado y devolver a la comunidad el tradicional paseo por el que pasaron muchas generaciones"·.

LAS VIVENCIAS

La segunda parte del libro del profesor Olarte se llama Vivencias. Hay testimonios de socios y allegados al Pejerrey, comenzando con Norma Alonso Dibatista, Víctor Arrigoni cuenta "una accidentada" salida de pesca,  Rubén Casanellas, en nombre propio y en el de Diana y Emmanuel, hace un saludo a un amigo, Marta Córdova de Clark expone algunos recuerdos de sus muchos años de relación con la institución, el destacado e histórico atleta Mario Cutropia -aquel que alguna vez fue tapa de El Gràfico por una maratón de los barrios- muestra una emotiva entrevista a un legendario guardavidas, Francisco Roberto Amante, conocido como Milanesa; Miguel Domínguez hace memoria y presenta reflexiones, recordando la lucha por recuperar el club allá por los 90;  Blanca Durchner habla de "nuestro Pejerrey Club" y los tiempos felices; Gladys Gallegos expone recuerdos de la rambla quilmeña; Luis Raúl Gallegos aporta recuerdos de la pileta de la rambla; Oscar Grasso reflexiona como un pescador; Mario "Mochila" Gutiérrez y Haydée Aranda se ocupan de las insólitas capturas y avistamientos desde el muelle; Antonio Martínez refiere la actividad pesquera en el muelle del club; Rafael "Banana" Martínez define a la pesca deportiva como exitosa terapia; Claudio y Silvio Martínez confiesan su amor por la pesca deportiva en el Pejerrey Club.
El profesor Olarte cuenta la historia de una pantalla de cine que se transformó en un improvisado faro. Recuerda el combate naval del Río de la Plata entre el acorazado Admiral Graf Spee y tres buques de guerra británicos, que causó gran impacto en el país.
Y relata cómo su padre se encontró volando sobre el río de la Plata, llegando a fotografiar al Admiral Graf Spee, que salía lentamente del puerto 
Cuando estaba por iniciar el retorno, volando entre las nubes en dirección al Admiral Graf Spee, para sacar las últimas fotos, observó una gigantesca explosión y segundos más tarde la onda expansiva hizo saltar a su biplano pero sin afectarlo. Atónito observaba la fantástica visión que tenía frente a sus ojos: humos y resplandores rojos, azules, amarillos, naranjas y en forma casi automática agotó el rollo pues pensó que quizás esas explosiones con su gran luminosidad le permitirían sacar las últimas fotografías mientras la noche ganaba la partida.
Era tiempo de volver y así se internó en el Plata, que en pocos minutos se transformó en una boca de lobo, pues con luna nueva, la oscuridad en la bóveda celeste fue absoluta.
Varias de las fotos que obtuvo papá Olarte en ese vuelo secreto fueron publicadas por el diario La Prensa al otro día. La de la voladura ocupó casi a todo lo ancho de la página 7, con este epígrafe: Fotografía aérea tomada para La Prensa al producirse una de las explosiones en el Admiral Graf Spee y cuando la nave se estaba hundiendo.
Susana Mabel Olarte de Aiello habla de los mágicos espejos de la rambla; Marta M. Papa se ocupa de los recuerdos fotográficos de la rambla de Quilmes; Gabriel Eduardo Romero menciona la diversa e intensa actividad pesquera del Pejerrey Club; Verónica Ruiz cuenta las vivencias de cuatro generaciones "pejerreyenses"; el presidente del club, Néstor Sotelo, habla del año 1990 y "mi segunda historia", refiriendo lo que pasó ese año cuando los socios se enteraron de que el municipio se haría cargo del club; Mónica Beatriz Taverna aporta su anecdotario del querido Pejerrey Club; Haydée Trinca de Eusebi también habla de sus recuerdos de la institución; Graciela Noemí Violanti se refiere a las jornadas culturales e históricas en el Pejerrey; y Graciela Oliveri de Wajszczuk, Ana Wajszczuk, Bárbara Wajszczuk, cuentan sus emotivos recuerdos familiares.
En fin, un libro para disfrutar, con una profunda e intensa labor del profesor Olarte que hizo un aporte monumental a las ocho décadas de la prestigiosa entidad de la ribera quilmeña.

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