Una histórica confitería argentina, llamada Del Molino, en la esquina de Rivadavia y Callao, en el barrio Congreso, fue comprada por el Estado nacional en 182 millones de pesos, según las resolución 15-E/2017 que se publica en el Boletín Oficial.
Se aprobó el acuerdo de avenimiento entre el Subsecretario de Coordinación del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda y las empresas Argital S.A. Comecial, Inmobiliaria y Financiera y Rocabren S.A. Comercial, Industrial, Financiera e Inmobiliaria.
El equipo del plan reactor de intervenciones edilicias, que se encargó de restaurar el palacio legislativo, hará un relevamiento del lugar y del estado para comenzar las refacciones.
La resolución determina inscribir en el Registro de la Propiedad Inmueble de Capital Federal, a nombre del Estado Nacional, la titularidad del dominio del inmueble ubicado en Rivadavia 1801/1807/1815, esquina Callao 10/ 20/ 28/ 30/32 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Se agrega que tras la tasación del Tribunal de Tasaciones se procederá finalmente a desembolsar el dinero pedido por las familias descendientes de los fundadores Del Molino.
Algo de historia
La confitería Del Molina fue inaugurada el 9 de julio de 1916 -este año cumple 101 años- y cerró sus puertas hace dos décadas, en 1997.
Durante todo este tiempo se intentó recuperar el lugar, con distintas iniciativas. Inclusive desde el Parlamento.
No debe olvidarse que el conjunto arquitectónico fue declarado monumento histórico nacional en 1997 por decreto 1110.
Haciendo historia, a mediados del siglo XX, Constantino Rossi y Cayetano Brenna -un reconocido pastelero italiano especializado en la fabricación del pan dulce- eran dueños de la Confitería del Centro, en Rivadavia y Rodríguez Peña. En aquel año 1850 las calles se llamaban Federación y Garantías, respectivamente.
En febrero de 1905 la confiería empezó a funcionar en un local frente al Congreso Nacional.
En el año del centenario de la revolución de mayo, Brenna, en sociedad con los Rocatagliatta, necesitaba un nuevo edificio para unir los locales.
El proyecto fue pedido al arquitecto Francisco Gianotti. Incluía refaccionar el edificio de Callao 32, con planta baja y cinco pisos y construir otro en Rivadavia 1815, que Brenna había adquirido en 1911.
El 9 de julio de 1916 fue inaugurada con el nombre de Nueva Confitería del Molina, en Rivadavia y Callao.
El edificio sufrió las avatares de la política. Ante el golpe del 6 de setiembre de 1930, que derrocó a don Hipólito Yrigoyen de la presidencia, el edificio Del Molino fue incendiado y más tarde, reconstrido.
Brenna murió ocho años más tarde y el negocio pasó a Renato Varesse hasta mediados del siglo XX, y luego a Antonio Armentano hasta 1978.
Armentano vende el fondo de comercio y la marca a un grupo que más tarde presentó la quiebra.
Los nietos de Cayetano Brenna compraron la confitería y con algunas modificaciones pudieron mantener el estilo de la Confitería.
En los 90 el negocio sufre los avatares del menemismo. En 1992 el lugar es declarado Area de Protección Histórica de la Ciudad de Buenos Aires pero eso no pudo detener la caida.
Un dato de color: Madonna filmó el video de la canción Love don´t live here anymore en la Confitería del Molino el 4 de marzo de 1996 -mañana se cumplen 21 años-, durante los descansos de la filmación de la película Evita.
El 24 de enero de 1997 la Confitería Del Molino cerró sus puertas.
De ahí en más fueron sumándose proyectos de recuperación.
En Diputados, la Comisión de Cultura produjo en octubre de 2010 un dictamen favorable para la expropiación.
El 12 de noviembre de 2014 Diputados aprobó y convirtió en ley el proyecto que promueve la expropiación del inmueble, quedando bajo control del Congreso.
La propuesta decía declarar de utilidad pública y sujeto a expropiación, por su valor histórico y cultural la Confitería y el edificio iba a ser reabierto como confitería, dedicando los pisos superiores a actividades culturales, pasando a formar parte del proyecto de la manzana legislativa.
El edificio
Valioso representante del Art Nouveau y vanguardia de la Belle Epoque, el arquitecto Gianotti logró que los materiales fueran traidos de Italia, llámense puertas, ventanas, mármoles, cerámicas, cristalería, vitraux.
El edificio contó con una estructura de hormigón armado, material novedoso para su tiempo.
GEOPE fue la empresa que se encargó de la obra y con la modernidad del llamado cemento portland.
El inmueble consta de tres subsuelos, planta baja y cinco pisos. Los salones de fiestas estaban en la esquina, y los subsuelos tenían una planta de elaboración integral, una fábrica de hielo, bodegas, depósitos y taller mecánico.
La parte superior servía para viviendas y oficinas. Para no interferir con la labor en la confitería, las columnas de hierro se ubicaron de manera tal que sostuviesen los subsuelos y la planta baja y sobre ellas se ubicó la estructura de hormigón armado que sostiene el resto del edificio.
Los visitantes
Alguna vez a don Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América, se lo ha visto de tertulia en el tradicional edificio, como tantos legisladores y políticos que hacían un alto antes de llegar al Congreso.
Otras ilustres visitas engalanaron los salones de la Confitería, como Agustín Pedro Justo, José Félix Uriburu, Marcelo Torcuato de Alvear, el príncipe Humberto I, el Príncipe de Gales, los tenores Tito Schipa y Beniamino Gigli, las sopranos Lily Pons y María Barrientos, poetas y escritores como Leopoldo Lugones, Amado Nervo, José Ingenieros, Oliverio Girondo, Roberto Arlt y Ramón Gómez de la Serna.
También Lisandro de la Torre, Eva Perón, Niní Marshall, Libertad Lamarque y Carlos Gardel.
Precisamente cuenta la historia que el zorzal criollo le pidió un postre a Brenna para regalar a su amigo, el famoso jockey Irineo Leguisamo, creando el Leguisamo, una sabrosa combinación de bizcochuelo, hojaldre, merengue, marrón glacé y crema imperial con almendras.
Ramón Columba
El prestigioso periodista, taquígrafo del Senado de la Nación, historiador, ilustrador Ramón Columba seguramente más de una vez habrá pergeñado en la Confiería Del Molino sus ilustraciones, comentarios, reflejos de los políticos de las primeras décadas del siglo XX para producir ese libro enorme El Congreso que yo he visto.
Mi papá Juan Carlos Menescaldi me lo regaló en julio de 1994 y dejó este mensaje que resume todo su sentimiento y su satisfacción por el hijo taquígrafo y periodista.
Hoy leo ese escrito y no puedo dejar de dar rienda suelta a la emoción, más en estos tiempos que estamos viviendo. Decía Papá Juan Carlos: "Querido Eduardo: este libro refleja un poco la historia política menuda de nuestro Parlamento, fundamentalmente en las cuatro primeras décadas de este siglo.
Es bueno conocerla porque ella nos ayudará a comprender mejor nuestra historia, además de ser el reflejo de un Parlamento notable por las personalidades que lo integraron y la prosa enjundiosa y florida de que hicieron gala en discursos no leídos y en diálogos vivaces e ingeniosos.
"Fue escrito por un buen taquígrafo y eximio caricaturista, a quien tuve oportunidad de conocer a comienzos de 1946 -cuando hacía pocos meses que había pasado a ser integrante del Cuerpo de Taquígrafos del Senado de la Nación- y que se jubiló a los pocos meses de iniciarse la primera presidencia de Perón.
Pero Columba, además, fue periodista y a la agudeza de su visión caricaturesca de los hombres políticos unió una prosa estimable y buen observador de la realidad. De alguna manera, vos estás en una función parecida, la de ser taquígrafo parlamentario y también la de periodista.
Creo que este libro ha de serte de utilidad para aprciar más cabalmente nuestra historia" Tu padre, Juan Carlos.
Se aprobó el acuerdo de avenimiento entre el Subsecretario de Coordinación del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda y las empresas Argital S.A. Comecial, Inmobiliaria y Financiera y Rocabren S.A. Comercial, Industrial, Financiera e Inmobiliaria.
El equipo del plan reactor de intervenciones edilicias, que se encargó de restaurar el palacio legislativo, hará un relevamiento del lugar y del estado para comenzar las refacciones.
La resolución determina inscribir en el Registro de la Propiedad Inmueble de Capital Federal, a nombre del Estado Nacional, la titularidad del dominio del inmueble ubicado en Rivadavia 1801/1807/1815, esquina Callao 10/ 20/ 28/ 30/32 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Se agrega que tras la tasación del Tribunal de Tasaciones se procederá finalmente a desembolsar el dinero pedido por las familias descendientes de los fundadores Del Molino.
Algo de historia
La confitería Del Molina fue inaugurada el 9 de julio de 1916 -este año cumple 101 años- y cerró sus puertas hace dos décadas, en 1997.
Durante todo este tiempo se intentó recuperar el lugar, con distintas iniciativas. Inclusive desde el Parlamento.
No debe olvidarse que el conjunto arquitectónico fue declarado monumento histórico nacional en 1997 por decreto 1110.
Haciendo historia, a mediados del siglo XX, Constantino Rossi y Cayetano Brenna -un reconocido pastelero italiano especializado en la fabricación del pan dulce- eran dueños de la Confitería del Centro, en Rivadavia y Rodríguez Peña. En aquel año 1850 las calles se llamaban Federación y Garantías, respectivamente.
En febrero de 1905 la confiería empezó a funcionar en un local frente al Congreso Nacional.
En el año del centenario de la revolución de mayo, Brenna, en sociedad con los Rocatagliatta, necesitaba un nuevo edificio para unir los locales.
El proyecto fue pedido al arquitecto Francisco Gianotti. Incluía refaccionar el edificio de Callao 32, con planta baja y cinco pisos y construir otro en Rivadavia 1815, que Brenna había adquirido en 1911.
El 9 de julio de 1916 fue inaugurada con el nombre de Nueva Confitería del Molina, en Rivadavia y Callao.
El edificio sufrió las avatares de la política. Ante el golpe del 6 de setiembre de 1930, que derrocó a don Hipólito Yrigoyen de la presidencia, el edificio Del Molino fue incendiado y más tarde, reconstrido.
Brenna murió ocho años más tarde y el negocio pasó a Renato Varesse hasta mediados del siglo XX, y luego a Antonio Armentano hasta 1978.
Armentano vende el fondo de comercio y la marca a un grupo que más tarde presentó la quiebra.
Los nietos de Cayetano Brenna compraron la confitería y con algunas modificaciones pudieron mantener el estilo de la Confitería.
En los 90 el negocio sufre los avatares del menemismo. En 1992 el lugar es declarado Area de Protección Histórica de la Ciudad de Buenos Aires pero eso no pudo detener la caida.
Un dato de color: Madonna filmó el video de la canción Love don´t live here anymore en la Confitería del Molino el 4 de marzo de 1996 -mañana se cumplen 21 años-, durante los descansos de la filmación de la película Evita.
El 24 de enero de 1997 la Confitería Del Molino cerró sus puertas.
De ahí en más fueron sumándose proyectos de recuperación.
En Diputados, la Comisión de Cultura produjo en octubre de 2010 un dictamen favorable para la expropiación.
El 12 de noviembre de 2014 Diputados aprobó y convirtió en ley el proyecto que promueve la expropiación del inmueble, quedando bajo control del Congreso.
La propuesta decía declarar de utilidad pública y sujeto a expropiación, por su valor histórico y cultural la Confitería y el edificio iba a ser reabierto como confitería, dedicando los pisos superiores a actividades culturales, pasando a formar parte del proyecto de la manzana legislativa.
El edificio
Valioso representante del Art Nouveau y vanguardia de la Belle Epoque, el arquitecto Gianotti logró que los materiales fueran traidos de Italia, llámense puertas, ventanas, mármoles, cerámicas, cristalería, vitraux.
El edificio contó con una estructura de hormigón armado, material novedoso para su tiempo.
GEOPE fue la empresa que se encargó de la obra y con la modernidad del llamado cemento portland.
El inmueble consta de tres subsuelos, planta baja y cinco pisos. Los salones de fiestas estaban en la esquina, y los subsuelos tenían una planta de elaboración integral, una fábrica de hielo, bodegas, depósitos y taller mecánico.
La parte superior servía para viviendas y oficinas. Para no interferir con la labor en la confitería, las columnas de hierro se ubicaron de manera tal que sostuviesen los subsuelos y la planta baja y sobre ellas se ubicó la estructura de hormigón armado que sostiene el resto del edificio.
Los visitantes
Alguna vez a don Alfredo Palacios, primer diputado socialista de América, se lo ha visto de tertulia en el tradicional edificio, como tantos legisladores y políticos que hacían un alto antes de llegar al Congreso.
Otras ilustres visitas engalanaron los salones de la Confitería, como Agustín Pedro Justo, José Félix Uriburu, Marcelo Torcuato de Alvear, el príncipe Humberto I, el Príncipe de Gales, los tenores Tito Schipa y Beniamino Gigli, las sopranos Lily Pons y María Barrientos, poetas y escritores como Leopoldo Lugones, Amado Nervo, José Ingenieros, Oliverio Girondo, Roberto Arlt y Ramón Gómez de la Serna.
También Lisandro de la Torre, Eva Perón, Niní Marshall, Libertad Lamarque y Carlos Gardel.
Precisamente cuenta la historia que el zorzal criollo le pidió un postre a Brenna para regalar a su amigo, el famoso jockey Irineo Leguisamo, creando el Leguisamo, una sabrosa combinación de bizcochuelo, hojaldre, merengue, marrón glacé y crema imperial con almendras.
Ramón Columba
El prestigioso periodista, taquígrafo del Senado de la Nación, historiador, ilustrador Ramón Columba seguramente más de una vez habrá pergeñado en la Confiería Del Molino sus ilustraciones, comentarios, reflejos de los políticos de las primeras décadas del siglo XX para producir ese libro enorme El Congreso que yo he visto.
Mi papá Juan Carlos Menescaldi me lo regaló en julio de 1994 y dejó este mensaje que resume todo su sentimiento y su satisfacción por el hijo taquígrafo y periodista.
Hoy leo ese escrito y no puedo dejar de dar rienda suelta a la emoción, más en estos tiempos que estamos viviendo. Decía Papá Juan Carlos: "Querido Eduardo: este libro refleja un poco la historia política menuda de nuestro Parlamento, fundamentalmente en las cuatro primeras décadas de este siglo.
Es bueno conocerla porque ella nos ayudará a comprender mejor nuestra historia, además de ser el reflejo de un Parlamento notable por las personalidades que lo integraron y la prosa enjundiosa y florida de que hicieron gala en discursos no leídos y en diálogos vivaces e ingeniosos.
"Fue escrito por un buen taquígrafo y eximio caricaturista, a quien tuve oportunidad de conocer a comienzos de 1946 -cuando hacía pocos meses que había pasado a ser integrante del Cuerpo de Taquígrafos del Senado de la Nación- y que se jubiló a los pocos meses de iniciarse la primera presidencia de Perón.
Pero Columba, además, fue periodista y a la agudeza de su visión caricaturesca de los hombres políticos unió una prosa estimable y buen observador de la realidad. De alguna manera, vos estás en una función parecida, la de ser taquígrafo parlamentario y también la de periodista.
Creo que este libro ha de serte de utilidad para aprciar más cabalmente nuestra historia" Tu padre, Juan Carlos.
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