PINTI BRILLO EN QUILMES


Sala llena del Teatro Cervantes. La cita -Salsa Criolla- con la magia y el talento de su creador, Enrique Pinti.
El artista volvió a mostrar su particular óptica de la historia, centrando el objetivo en la Argentina pero proyectando las cosas a todo nivel.
Pinti recordó que la famosa grieta, que en tiempos del kirchnerismo se potenció, nació desde el comienzo de la humanidad, con Adán y Eva expulsados del paraíso, con Caín y Abel, un hermano que mata al otro.
Como siempre estuvo acompañado por un eximio plantel de bailarines, que demostraron sus enormes condiciones en cada cuadro.
Los distintos pasajes se remontan primero a la conquista, la reina Isabel La Católica, Cristóbal Colón, el continente americano...
Y a medida que van pasando los tiempos se va presentando todo lo que nos pasó a los argentinos en todos los años de historia: los inmigrantes, el compadrito, el exilio...
Conservadores, radicales, peronistas, militares -cada vez que el país buscaba encarrilarse el golpe de Estado frustraba esa posibilidad- se van sucediendo sin solución de continuidad. La historia bien contada es doblemente satisfactoria para ir conociendo que lo que nos pasa ahora es la repetición de los hechos, sin tener la capacidad de superar los errores.
Pinti mantiene esa costumbre tan particular de abrir la boca con esa catarata de palabras, algunas supuestamente malas palabras que sin embargo no son ni groseras ni ofensivas. En todo caso sacuden al espectador para comprender la realidad.
El monólogo de la bicicleta es una clara expresión del talento del artista, que ensambla el esfuerzo de pedalear, para adelante y para atrás, mientras utiliza la verborragia para llegar al climax.
Y el monólogo del cierre es el homenaje eterno de un artista a sus colegas. Así habla de los que siguen siempre en la memoria de todos, porque pasan los gobiernos, los radicales, los peronistas... QUEDAN LOS ARTISTAS.
En el relato de aquellos que marcaron hitos en la historia el ejemplo más entrañable queda en Carlos Chaplin. Cuenta con profunda emoción el sufrimiento del gran Carlitos, que fue vituperado en su tierra, por sus ideas y que terminó en el exilio.
El que había hecho reír y emocionar a millones de espectadores de todo el mundo, y fundamentalmente a los norteamericanos, sufrió en carne propia la locura del maccartismo que lo condenó por defender la libertad de expresar sus ideas.
Y a partir de ahí Pinti fue mencionando otros artistas que debieron irse del país por sus ideas, y eso pasó con todos los gobiernos. Como para imaginar que la grieta no es prototipo de este tiempo sino de todos los tiempos.
Así el artista no se queda en rodeos, y todos sufren los embates de su bronca con fundamento, llámese Cristina Kirchner, Duhalde, Perón, Alfonsín, los cinco presidentes en un día ("asumían, juraban y se iban" ), en fin, toda la historia de los últimos años.
Con 77 años sigue deleitando y conmoviendo a la audiencia. Porque deja todo en el escenario y al igual que cuando por primera vez cocinó la Salsa Criolla -en un país como el nuestro el espectáculo se va renovando día a día, como para incluir ahora a las monjas no tan santas del convento de Luján- tres décadas más tarde continua deslumbrando. Pinti es un cachetazo para ver la realidad en toda su dimensión, con un humor extraordinario, que después del espectáculo deja al espectador más reflexivo que nunca. 

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