PAPA JUAN CARLOS

Hoy es el Día del Padre, fecha comercial que esconde un profundo sentido emotivo, porque, sin duda, los 365 ó 366 días del año son Día del Padre. Se toma el tercer domingo de junio como referencia, para que se lo "agasaje" una vez al año, desde casa para quienes lo tienen y desde el cielo para quienes lo recordamos con profunda emoción.
Papá Juan Carlos está más vivo que nunca, hoy me animo a declararlo en estas líneas de trazo algo zigzagueante, sobre todo porque marcó a la Familia Menescaldi como un faro de luz. Los seis hijos -tres varones, tres mujeres en equilibrada realización humana con mamá María Pastora- pudimos surcar el camino  señalado para mantener bien alto sus ideales.
Se hizo de abajo, bien de abajo -el abuelo Carlos era carnicero, la abuela Ofelia Alejandrina, ama de casa e inolvidable cocinera- y pudo concretar todos sus sueños a fuerza de trabajo y estudio.
En primera plana izq. Juan Carlos Menescaldi en la Reunión de 
Food and Agricultural Organization (FOA) en la III conferencia
regional latinoamericana, septiembre 1954.
Fue taquígrafo del Senado de la Nación durante más de tres décadas, contador público y doctor en Ciencias Económicas, pero más que nada o mejor que nadie, PADRE.
Sus principios rectores, sus convicciones, sus valores siguen vigentes en todos los que seguimos sus enseñanzas.
Y hoy más que nunca -lo que mueven a jugar alegremente con las palabras- esos principios tienen razón de ser.
Curiosa vuelta del destino, porque Dios lo llamó al día siguiente del primer cumpleaños del entonces presidente Néstor Kirchner. Es decir, que no pudo vivir los doce años de kirchnerismo puro, con Néstor y Cristina después, pero sí padeció los embates del menemismo recargado.
Si Menem significaba para papá frivolidad y cintura de corrupción, seguramente lo de los Kirchner hubiera tenido más profunda implicancia en su pensamiento. 
En charlas que no se dieron pero que son fáciles de imaginar, sin duda hubiera levantado la voz para denunciar tanta hipocresía y corrupción juntas, que hoy, justamente en un Día del Padre, estallan en mil pedazos.
El periodista Julio Calvo se pregunta hoy en el diario Perfil "¿Papá, qué hacías en los años del kirchnerismo?", y la respuesta es muy lógica en el caso de Papá Juan Carlos:  desde el cielo lamentará con todo rigor los males que recibíó la República y que se tradujeron en mojones de corrupción, que al final de la década han comenzado a mostrarse con ex funcionarios presos, valijas revoleadas, bolsos en conventos... como diría Discepolín en este cambalache, la Biblia y el calefón.

El libro del Congreso

Foto para diario La Nación, momento en el que presidente
 Juan Domingo Perón da lectura al mensaje presidencial de apertura,
1º de Mayo de 1948. Junto con los taquígrafos se encuentra JCM
Papá tenía como director de Taquígrafos, cuando ingresó al Cuerpo, a don Ramón Columba, prestigioso ilustrador, caricaturista, dibujante y titular de la editorial con su nombre.
Don Ramón escribió el libro "El Congreso que yo he visto" con caricaturas de Carlos Pellegrini, Estanislao Zeballos, Alfredo Palacios, Joaquín V. González, Juan B. Justo, Nicolás Repetto, Manuel Laínez, Benigno Ocampo, Indalecio Gómez y José Camilo Crotto (!qué parecido al doctor Raúl Ricardo Alfonsín...!), Roque Séenz Peña, Marcelino Ugarte, Enrique del Valle Iberlucea, Luis María Drago, José Figueroa Alcorta, José Evaristo Uriburu, Juan R. Vidal, Tomás de Anchorena, Salvador Macía y Emilio Mitre en la tapa y la contratapa.
En el reverso de la tapa aparecían el senador Delfor Del Valle (radical), diputados Rodolfo Corominas Segura (conservador), Antonio Santamarina (conservador), Ramón J. Cárcano (demócrata de Córdoba), Samuel Allperín (conservador), senador José Nicolás Matienzo (radical), senador Gilberto Suárez Lago (conservador), Américo Ghioldi (socialista), Reynaldo Pastor (conservador), y en el reverso de la contratrapa estaban el diputado Rodolfo Morenmo (conservador), senadores Martín Torino y Leopoldo Melo (radicales), senador Eduardo Laurencena (radical), diputados Silvana Santander y Emilio Ravignani (radicales), diputado Manuel Pera (demócrata, de Córdoba), senador Lisandro de la Torre (demócrata progresista), diputado José Aguirre Cámara (demócrata, de Córdoba) y diputado Uberto F. Vignart (conservador). 
Papá me regaló ese libro, auténtico tesoro y en la dedicatoria, firmada el 16 de julio de 1994 -el año de la reforma constitucional de Santa Fe y Paraná- y escribió: "Este libro refleja un poco la historia política menuda de nuestro Parlamento, fundamentalmente en los cuatro primeras décadas de este siglo (XX). Es bueno conocerla porque ella nos ayudará a comprender mejor nuestra Historia, además de ser el reflejo de un Parlamento notable por las personalidades que lo integraron y la prosa enjundiosa y florida de que hicieron gala en dicursos no leídos y en diálogos vivaces e ingeniosos. 
Juan Carlos Menescaldi, en el medio, mientras concurre al congreso
del libro, en julio de 1947.
"Fue escrito por un buen taquígrafo y eximio caricaturista, a quien tuve oportunidad de conocer a principios de 1946 -cuando hacía pocos meses que había pasado a ser integrante del Cuerpo de Taquígrafos del Senado de la Nación- y que se jubiló a los pocos meses de iniciarse la primera presidencia de Perón.
"Pero Columba, además, fue periodista y a la agudeza de su visión caricaturesca de los hombres políticos unió una prosa estimable y buen observador de la realidad.
De alguna manera, vos estás en una función parecida: la de ser taquígrafo parlamentario y también, la de periodista.
Creo que este libro ha de ser se utilidad para apreciar más cabalmente nuestra Historia". Tu padre, Juan Carlos.

!La pucha si tenía razón Papá Juan Carlos!

Algunas anécdotas

El libro suma anécdotas, expresiones, caricaturas, imágenes de un autor como Columba, retratando una época donde los políticos y la política eran palabras mayores. Por supuesto, habría hipocresía y corrupción, pero aparecía, por ejemplo un Lisandro de la Torre capaz de jugarse la vida con sus denuncias, por los negociados de la carne.

Vale recordar algunas misceláneas de Columba en su libro.

Julio de 1930. Oyhanarte viaja  en automóvil con el presidente Yrigoyen. El ministro se ha puesto un sobretodo -que compró en su reciente viaje a Europa- provisto de amplio cuello de piel. Don Hipólito, que tiene, en ocasiones, su agudeza le pregunta:
-¿Cómo le va, Horacio, con el peludo?
El interpelado toma el término en su sentido político y le contesta al punto, palmeándole la rodilla:
-!Ya lo ve, doctor, macanudo!
Yrigoyen le aclara, sonriendo, que se ha referido al sobretodo.

Habla el diputado Sánchez Sorondo, y lo interrumpe el doctor Justo para decirle:
-!Miente!.
Sánchez Sorondo.- Pido, señor presidente, el retiro de esa palabra.
El presidente Goyeneche, con voz insinuante, trasmite el pedido. El aludido contesta, agrio:
!No retiro nada!.
Sánchez Sorondo.- Si yo he pedido el retiro de esa palabras es por el decoro de la Cámara solamente, porque en lo que a mí respeta, las injurias del señor diputado me hacen los mismos efectos que los ladridos de un perro.
Protestas, gritos, y las campanas del recinto echadas a vuelo.
Terminada la sesión, en el comedor de la Cámara:
Lisandro de la Torre.- Lamento su incidente de hoy, porque, a pesar de todo, el doctor Justo es un hombre respetable.
Sanchez Sorondo.- Yo también lo lamento, pero, como usted ha visto, doctor, yo no lo provoqué...
Tres o cuatro días después, de la Torre tiene otro incidente con el mismo diputado, que resiste siempre a retirar sus expresiones cortantes.
Lisandro de la Torre ha contestado en los mismos términos que Sánchez Sorondo.
Terminada la sesión, en antesalas: Sánchez Sorondo (al pasar).- Caramba,doctor, qué lamentable. Se trata de un hombre respetable.
De la Torre:  !Hum! 

Alfredo L. Palacios es una persona popularísima por su chambergo, sus bigotes de largas guías, su melena, pero contados son los que en una reunión cualquiera están al tanto de las leyes de que él es autor. Dirán que es un gran orador, que fue diputado y senador socialista y profesor universitario. Sobre sus iniciativas, poco.

Febrero de 1914. Se trata en Diputados el pedido de licencia del presidente Séenz Peña por enfermedad. 
Habla Luis María Drago: "El presidente de la República no es un oficinista ni un empleado subalterno, al que tasan y miden las licencias, las vacaciones y los días de asueto. El presidente de la República es el más elevado exponente político del país, y su investidura debe inspirarnos un profundo respeto. Y cuando ese presidente es además un ciudadano eminente que ha honrado a la República, dentro y fuera de ella, parecéme que no debemos limitar en modo alguno los términos de su licencia ni la consideración que nos inspira. (La Cámara y la barra se unen en el aplauso)
Yo no quisiera de ninguna manera, agrega Drago, faltar al respeto que debemos al Senado, pero cuando me he impuesto de los cargos que allí se formularon contra el primer magistrado, hoy enfermo y solitario, acariciado hace muy pocas años por las auras de una popularidad que crecía y se multiplicaba a medida que él avanzaba en el poder no he podido menos que pensar involuntariamente en la fábula del león herido, tan llena de una filosofía profunda y melancólica y he recordado, involuntariamente también la actitud de los habitantes de la selva ante el soberano, decaído e inerme.
Más adelante Drago dice que no fue partidario del presidente ni lo acompañó en el gobierno. "No me mueve pues ningún sentimiento de política partidista sino solo el deseo, y lo digo sin mengua de nadie, que en el Congreso argentino se mantengan siempre vivos aquellos sentimientos de caballerosidad e hidalguía, de cultura, de respetuoso deferencia, que distinguieron a nuestros antepasados, que debemos cuidar como un tesoro de honor y que deben esperar mucho tiempo después que la tumba haya extendido su herrumbre sobre nuestra pretensión y su silencio sobre nuestra locuacidad".
Columba habla de la ovación del público al adversario que distingue al presidente enfermo y resalta: Luis María Drago consagrando a Roque Sáenz Peña, ha presenciado su propia consagración". 

Podría seguir enumerando anécdotas de este libro, una auténtica joyita de la historia política argentina, tomada desde el trazo de un actor fundamental. El gran regalo de Papá Juan Carlos, uno de los tantos que hoy más que nunca quiero recordar. Sus convicciones, sus principios, sus valores siguen firmes en el camino de la Familia Menescaldi.








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