QAC Y SUS BEMOLES


Hay un tufillo nada agradable en torno a Quilmes y su presente futbolístico. Después del empate de anoche con Patronato -el Cervecero pudo ganar, por lo hecho en el primer tiempo, pero también pudo perder, por el karma de los segundos tiempos- comienzan a llover las críticas, al técnico, al plantel, a los dirigentes, etcétera. Un fenómeno que parece una constante de los últimos tiempos, con altibajos, vaivenes, dignos de un club que sigue falto de equilibrio.
La gestión Quatrocchi, con todos sus atenuantes, seguida de la de Falcioni, generaron incertidumbre y necesidad de cambio. Llegó Facundo Sava -hoy en Rácing- y con una gran campaña alivió el promedio y provocó ilusiones.
Lamentablemente, todas esas esperanzas se diluyeron cuando Sava terminó saltando a una oferta a priori más atractiva -Racing- y los jugadores que se habían convertido en pilares de la revolución del Colorado, se fueron, léase Droopy Gómez, Claudio Bieler y Canelo.
La llegada de Alfredo Grelak produjo inquietud. Muchos recordaron el episodio Quattrocchi, es decir, un técnico formado como futbolista en el club, que realiza sus primeras armas en el Cervecero.
Grelak tuvo gestión como ayudante de campo y como técnico de inferiores, pero asumió el hierro candente de la primera con los riesgos que eso siempre lleva. Máxime porque desde el vamos se supo que no había dinero para pensar en elementos de jerarquía capaces de sustituir a los que se fueron. Grelak los pidió, no se los trajeron.
Y la llegada o la vuelta de Elizari y Rescaldani sólo sirvió de paliativo, porque llegaron con el cartel del pasado, aunque con una importante falta de competencia en los clubes donde jugaron últimamente, Elizari en San Lorenzo y Rescaldani en México.
Así hubo que conformarse con jugadores del ascenso -Celaya, de Villa Dálmine, Arce, de Almagro por ejemplo- y otras promesas que necesitan rodaje, como el pibe Mansilla, de Racing y Andrada, de River.
La lesión de Chirola Romero ha sido otro golpe para Grelak, porque anoche era el cambio cantado si Elizari debía salir porque se sentía mareado. Al menos eso dijo el técnico, en su descargo -el cambio fue muy criticado, porque fue Imperiale el que entró, un hombre de diferentes características- porque el jugador reconoció eso que sentía y que le dijo al técnico, de todas maneras aseguró que en la segunda etapa esta mejor y si hubo cambio, fue por decisión táctica de Grelak.
En este panorama (¿los futbolistas estarán al día?) aparecen jugadores con nivel muy bajo -el caso Alegre es el más evidente- y otros, jugando en puestos que no sienten. Fue notable la sensación de inseguridad de Celaya en el puesto de marcador de punta.
También fue notoria la falta de sincronización en la zaga central -Alegre con Malrechauffe- que terminó favorecieron a Patronato, que se atrevió en la segunda etapa y destapó falencias.
¿El equipo está bien físicamente?
La pregunta cabe porque en los cuatro partidos, Quilmes fue una cosa en el primer tiempo -más que aceptable actuación ante River, Colón, Bánfield y Patronato- y otra muy diferente en el segundo, allí donde precisamente resignó los puntos.
Alfredo Grelak está preocupado. Sabe que lo que viene debe ser lo mejor para que no se transforme en lo peor para él, porque se sabe que en el fútbol argentino no hay paciencia ni excusas. Cuando las cosas no se dan, el hilo se corta por lo más delgado.
Los dos próximos rivales -Sarmiento en Junín y Olimpo en el Centenario- serán pruebas de fuego para el equipo y el cuerpo técnico. Los dos son rivales directos en la lucha por la permanencia. Sarmiento solo ganó un partido y perdió tres, Olimpo no ganó ninguno, los perdió todos y todavía no anotó un gol.
Junín y el Centenario, dos estaciones que servirán para definir el futuro del Decano del fútbol argentino, con la esperanza puesta en una recuperación para que la preocupación comience a disiparse.

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