Se llama Pablo Laguna Llano, aunque como periodista de Bilbao solía escribir con el seudónimo Palalla.
Este sacerdote sigue sembrando en la búsqueda de tierra fértil y en estos días en la Argentina, lo podemos disfrutar en las misas que brinda en la parroquia de la Sagrada Familia, de Bánfield.
Anoche no pudo ser la excepción, y con sencillez y profundidad explicó el momento que vive la humanidad, y el mensaje de Jesús en estos tiempos de Cuaresma.
Habló de combatir el individualismo y el interés personal, la defensa del otro, al que le doy porque soy solidario y no porque me conviene o interesa.
En un mundo relativista, en el que parece ser que todo se mide en el poderoso caballero, don dinero, es bueno de vez en cuando abrevar del mensaje cristiano, que apunta al bien sin mirar a quién.
Pablo ya lleva casi medio siglo yendo y viniendo a la Argentina, con su acento español, su don de gentes y su entrega ejemplar.
Llegó al país promediando los 60 y dejó su impronta en muchas partes, fundamentalmente una década en la parroquia San Juan María Vianney, de Monte Chingolo.
En estos tiempos argentinos, en que parece que no hay rumbo ni valores, el mensaje de Palalla sigue siendo importante, demostrando que hay valores inmutables que superan todas las barreras y que hacen valer la pena al ser humano. En definitiva, es la construcción del hombre nuevo, ese que el mundo necesita y que Jesús enseñó hace más de veinte siglos.
Este sacerdote sigue sembrando en la búsqueda de tierra fértil y en estos días en la Argentina, lo podemos disfrutar en las misas que brinda en la parroquia de la Sagrada Familia, de Bánfield.
Anoche no pudo ser la excepción, y con sencillez y profundidad explicó el momento que vive la humanidad, y el mensaje de Jesús en estos tiempos de Cuaresma.
Habló de combatir el individualismo y el interés personal, la defensa del otro, al que le doy porque soy solidario y no porque me conviene o interesa.
En un mundo relativista, en el que parece ser que todo se mide en el poderoso caballero, don dinero, es bueno de vez en cuando abrevar del mensaje cristiano, que apunta al bien sin mirar a quién.
Pablo ya lleva casi medio siglo yendo y viniendo a la Argentina, con su acento español, su don de gentes y su entrega ejemplar.
Llegó al país promediando los 60 y dejó su impronta en muchas partes, fundamentalmente una década en la parroquia San Juan María Vianney, de Monte Chingolo.
En estos tiempos argentinos, en que parece que no hay rumbo ni valores, el mensaje de Palalla sigue siendo importante, demostrando que hay valores inmutables que superan todas las barreras y que hacen valer la pena al ser humano. En definitiva, es la construcción del hombre nuevo, ese que el mundo necesita y que Jesús enseñó hace más de veinte siglos.
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