CFK: HISTORIA Y NO HISTERIA

En taquigrafía -el arte de escribir con signos a la velocidad del habla- se escribe igual tanto historia como histeria. De todas maneras, a la hora de la traducción el sentido prevalece, y la palabra que se utiliza es la que mejor se adecua al texto.
Así vale presentar lo que va a ocurrir en el recinto de Diputados en la mañana del próximo domingo primero de marzo, cuando la presidente Cristina Fernández de Kirchner inaugure el 133 período de sesiones del Parlamento nacional.
Una enorme expectativa existe en torno al discurso que pronunciará la titular del Poder Ejecutivo, fundamentalmente porque es el último que va a presentar ante los legisladores en su mandato, que como se sabe concluye el 10 de diciembre.
La presidente tendría que hablar como estadista, hacer un balance del extenso período kirchnerista en el poder -lo comenzó su marido, Néstor, el 25 de mayo de 2003- y referirse al país que viene y que se le deja al gobierno que gane las elecciones generales en octubre o el ballotage, de haberlo, en noviembre.
La primera magistrada está ante un momento histórico y cabe alentar que no lo transforme en un discurso histérico.
No debe olvidar que va a hablar a los 40 millones de argentinos, que dice representar y no a la militancia que habitualmente bate palmas y claquea en el patio de las palmeras de la Casa Rosada.
En ese sentido, debe tener una conducta patriótica y no patotera. Entender que la democracia así lo establece, y que el poder no es eterno (algo que pretendió imponerse en su momento con un intento de reforma constitucional y que ya había insinuado en su momento el doctor Carlos Menem, que también tropezó con los impedimentos constitucionales, más allá que la reforma de la Carta Magna de 1994, le habilitó la reelección, tras el pacto de Olivos con el doctor Alfonsín, del radicalismo).
El ciudadano que el domingo se ponga frente al televisor para escuchar el último discurso presidencial de la era K espera encontrar a una estadista (y no a una dirigente política que "está" pero "dista" de referirse al país que se viene, el de las próximas generaciones de argentinos).
Pasó mucha agua bajo el puente en este verano, mucha más de la pensada, con hechos con movieron y conmovieron a la ciudadanía, desde la muerte -todavía no resuelta- del fiscal Nisman, quien había denunciado a la presidente por presunto encubrimiento en la causa AMIA, con el acuerdo de entendimiento con Irán, que finalmente quedó trunco, porque fue declarado inconstitucional por la justicia y porque desde el país asiático nunca hubo intención de cumplirlo.
Hoy el juez Daniel Rafecas le ha dado una alegría a CFK, prácticamente desestimando la denuncia del fiscal Nisman y calificándola de improcedente, con argumentos mucho más técnicos que los calificativos que muchos kirchneristas le dieron a la denuncia Nisman.
Este mismo juez Rafecas, que fue recusado por el kirchnerismo por mail que mantuvo con el abogado del vicepresidente Boudou, en una de las tantas causas que tiene este vice tan especial -no va a estar domingo en el Congreso para evitar el repudio, y se le da la misión de participar de la asunción del nuevo presidente de Uruguay- y al que todavía se le sustancia la posibilidad del juicio político.
Lilita Carrió ya salió a decir que la decisión Rafecas fue una negociación para que el kirchnerismo no lo castigue y pueda seguir en la Justicia.
El kirchnerismo hoy más que nunca debe comprender que cada juez debe actuar con independencia, y no acusarlo de anti cuando falla en contra, porque cuando lo hace a favor, como pasó hoy con Rafecas o mucho tiempo atrás con Oyarbide y el enriquecimiento ilícito de los Kirchner, nada se dice.
¿O acaso Capitanich va a hablar de referí bombero?
Capitanich tuvo que decir hoy adiós -algo que se venía sabiendo desde hace tiempo- porque su sueño de pelear por la presidencia quedó trunco con su pobre actuación como jefe de gabinete de ministros, transformando el eufemismo de conferencias de prensa cotidianas en una perorata muchas veces sin ton ni son.
Vuelve el quilmeño Aníbal Fernández a la jefatura de gabinete. En el cierre del ciclo de los K, Aníbal volverá a emular a aquel Carlos Corach que todos los días a la salida de su domicilio era abrumado por los periodistas para que le contara a la gente lo que pasaba con el gobierno.
Y el lugar de Aníbal, en la Secretaría General de la Presidencia, lo va a ocupar un referente de La Cámpora, Wado de Pedro, lo que parece indicar que desde CFK se va a cerrar el cerco del círculo aúlico.
CFK podrá festejar el fallo Rafecas, aunque tendrá que reconocer que las causas más preocupantes no pasan por lo puramente judicial sino por las maniobras patrimoniales, como fue el enorme crecimiento de su fortuna, la multiplicación de hoteles y los turistas fantasmas que envolvía Lázaro Báez y sus movimientos.
Con gran ansiedad se aguarda del discurso presidencial del domingo. Al margen de la movilización de la militancia (¿todos irán porque están convencidos de la concurrencia o hay otros factores?) lo importante es saber qué va a dejar para la posteridad CFK en ese discurso, que sin duda será extenso.
¿Hablará para la historia o lo hará para la histeria?

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