PALABRAS


La catastrófica caída de Quilmes en el Monumental dio lugar a una catarata de palabras de todos los calibres. En las redes sociales se buscaron argumentos para justificar la derrota, incluso se habló de entrega, como si alguien pudiera arreglar un resultado con cinco goles abajo.
Atrás quedó el festejo de la permanencia y el golpe en River, que a la vez significó el título Millonario, sirvió para que se tejieran las versiones más inverosímiles.
Como si se tratara de un dogma, algunos sostuvieron que todo estaba metido en un acuerdo non santo.
La realidad, que es la única verdad, señaló que Quilmes se vio superado por River de entrada, con dos goles que prácticamente le quitaron toda motivación, porque, no hay que olvidar, el objetivo de permanecer se había conseguido una semana antes.
Así las cosas el segundo tiempo estuvo de más, en todo caso sirvió para corroborar que River estaba enchufado y Quilmes, no. La cuenta llegó a cinco y dejó un sabor amargo en el Decano.
Caruso Lombardi tuvo que comerse todas las palabras que sembró en la semana, aunque él también pudo recordar que alguna vez, a pesar de que no se crea, él fue dirigiendo a Tigre y le hizo cinco goles a River en el primer tiempo, en una jornada que se pareció a los créase o no de Ripley.
Entonces, no hay que buscar pelos en la sopa. Quilmes se cayó rápidamente cuando se dio cuenta que no tenía argumentos para amargar la fiesta de River y el Millonario, ni lerdo ni perezozo, se aprovechó de la oferta de oportunidades que le brindó el rival para hacerse el picnic y festejar junto a la multitud que lo acompañó.
Nada más que eso. River ganó, gustó y goleó. Quilmes, perdió, se relajó y se despidió rápido de la posibilidad de hacer fuerza. Así se dio, no se busquen más excusas porque no las hay.
Quilmes tiene tiempo de sobra para demostrar que a partir de ahora... "viene lo mejor".

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