QUERIDA MAMA PASTORA

Por Eduardo Menescaldi

Se lo decía siempre a Gra para hablar de Mamá, a quien ella adoraba, como una manera de mostrarla en toda su dimensión en mi vocación periodística. Entonces, y no sé por qué, recordar a Mamá el día en que partió al cielo, hace hoy dos años, me lleva siempre a un hecho periodístico. Quizás sea un pecado profesional, pero me encuentro en el piso alto de nuestra casa de Pueyrredón, en Banfield, una mañana de hace muchos años, mirando hacia la casa de enfrente.
Un camión de Obras Sanitarias llenaba la pileta de la vecina Irene, mientras el inefable Tarzán de costumbre vigilaba la operación.
Indignado la llamé a mamá y le dije: Pastora -yo la llamaba así porque tenía el nombre puesto por su padre Pastor pero por su vocación de dedicar a la vida- mirá a la vecina, con el camión de Obras Sanitarias. Era un tiempo en que Lomas se destacaba por la falta del líquido elemento en muchas partes del partido, lo que se agravaba en la temporada veraniega.
La indignación llevó a una nota en el periódico América -el de una cooperativa de la calle Maipú, donde estaba Osvaldo Estany y aquella chica Adriana Turchetti, que habían sido compañeros de primaria de mi hermana Beatriz, esa Adriana años después se destacó por llenar de poemas a su idolatrado Sandro, por el que sentía un amor platónico- donde mencionaba el hecho de la pileta, el camión de Obras Sanitarias, y la bronca. Papá Juan Carlos era presidente del Country CIB, junto a Juanito Rivas, el escribano -Juan se había agradado años después cuando lo visité con Gra, porque le encantaba el apellido Maderal, ya que él sentía una especial devoción por todo lo que se hiciera con madera, como lo mostraba en su estudio de la calle Rincón- y en la nota se hablaba del suceso criticado, que había ocurrido" tan cerca del Country como de la impunidad". 
Tiempo después, misteriosamente, una bomba de alquitrán manchó el pilar de nuestra casa. Mamá no quiso decir quién pudo ser, pero años más tarde me trasmitió sus sospechas hacia la vecina, una partera de fama no demasiado santa (que había sido su alumna).
Mamá y Papá constituyeron una familia ejemplar, y con los dos hoy en el Cielo, sus hijos, nietos, bisnietos y demás parentela disfrutamos y cultivamos los principios y los valores que nos inculcaron.
Una de las cosas que lamento, con el egoísmo de querer tenerla hoy aquí entre nosotros -está siempre presente en el espíritu, en el recuerdo, en cada hecho de la vida para consultar o referir- es que no haya podido ver el anuncio del Papa argentino. Seguramente hubiese brillado, como la cara pasmada del periodista Julio Bazzán, cuando allá en la plaza San Pedro, en Roma, mostró su estupor al conocer que Bergoglio, hoy Francisco, es quien manda desde el Vaticano.
 Mamá hubiese ponderado la humildad de un Papa, que quiere cambiar los moldes y mostrar la Iglesia de los pobres, la voz de los sin voz, con todos los gestos que ha ido produciendo desde su asunción, incluido ahora el sueño del encuentro interreligioso entre la Iglesia Católica, la Israelí y la Palestina, abogando por la paz en el mundo y terminar con el ignominio de la guerra. No se trata de lo propuesto por Juan Pablo II años atrás pero va encarado en ese mismo espíritu de ecumenismo.
¿Cómo hubiese vivido Mamá el acto de ayer de Cristina Kirchner, sacada, en Lomas, denostando, sin nombrarlo al pobre Scioli? Seguramente hubiese hablado de su bipolaridad o del despropósito de transformar un lugar público en una tribuna partidaria, para darle a su propia tropa.

Libros y más libros

Beatriz se tomó el enorme esfuerzo de inventariar los libros que Papá y Mamá fueron concentrando en tantos años de estar juntos. Los dividió por cajas, temas, autores, y realizó un informe completo, que mueve y conmueve.
En el imaginario se puede sentir a los libros de Cronin junto a los de política. Arthur J. Cronin era un médico irlandés, que amaba esa profesión que hoy tanto prestigian Guillermo, Jorge y por qué no Virginia, en una variante. Así publicó La ciudadela, el drama de los médicos y la medicina, La ruta del doctor Shannon, Las llaves del reino (llevada al cine con el memorable personaje de Gregory Peck)... y cosa curiosa, un libro de Cronin fue detonante en mi caso para apostar al periodismo: Las fuerzas del mal, la historia del dueño de un periódico suburbano que defiende el medio contra viento y marea, frente a intereses poderosos que quieren comprarle el predio para realizar un pingue negocio.
Esa lucha contra los poderosos, esa defensa de la prensa independiente y al servicio de la comunidad, fue motor para que lo leyera varias veces, y me sirviera, como aquella primera nota frente a la ventana del primer piso y el camión de Obras Sanitarias, para tomar el periodismo como vocación.
 En esa carrada de libros que encierra la casa de Pueyrredón, también predominan los de Historia -la carrera de Liliana, la esposa de Ricardo- y de docencia -la especialidad psicopedagógica de Marita, la esposa de Guillermo-, junto a tantos otros temas. 
 Mamá también incidió en la taquigrafía, por supuesto junto a la perseverancia de Papá, que me enseñó el oficio en sexto grado, y tuvo la paciencia de seguir dictándome hasta que pude entrar al Cuerpo de Taquígrafos de Diputados a los 19, y ya llevo 47 años, cumplidos el pasado 9 de mayo.
 Claro, también estaba Tío Néstor como taquígrafo de Presidencia y de la Legislatura, y Mamá me contaba que conoció las máquinas de taquigrafía cuando era adolescente, un anticipo más que elocuente de lo que son las máquinas de estenotipia, aunque ya sin la fuerza del lápiz, como los que estudiamos el sistema Larralde.
Mamá se tomó la Catequesis como una misión, y la Parroquia de Bánfield es fiel testigo de tanta tierra sembrada. Las reuniones de los miércoles "con las chicas" en la casa de Pueyrredón seguramente eran el reflejo de seguir encontrándose para tratar temas que a todas les motivaban para utilizar el tiempo con sentido productivo, tanto para ellas como para los otros.
En eso de aglutinar, reunir, Mamá fue siempre pionera, junto a Papá. Los Menescaldi, en esas reuniones de Navidad, Año Nuevo, Pascua, cumpleaños, siempre unidos, forjando un destino, cada uno por su camino pero sin desviar los principios y los valores. En todo caso un ejemplo que parece ser demodé para algunos pero que tiene la vigencia de ser la base sólida para la conformación de una Nación.
Mamá seguramente se hubiera puesto muy contenta escuchando a María Florencia defender la profesión del periodista hoy. Ella, que estudia esta difícil carrera, le decía ayer a un Gallego, que acompaña a su hija a las sesiones de radioterapia en el Instituto de Mevaterapia de Almagro, que no se podía hablar de periodismo militante. "Yo adhiero al periodista que dice la verdad, que es el vehículo de lo que pasa y la gente, sin parcialismos ni intereses creados. Como decía Mariano Moreno, en el texto del poeta latino Tácito, que ilustró el primer ejemplar de La Gaceta, de aquel 7 de junio de 1810, como vocero de la Primera Junta de Gobierno: Raros tiempos de felicidad, aquéllos en que se puede decir lo que se siente y sentir lo que se dice.
Papá y Mamá tuvieron la virtud de formar una familia modelo. Cada hijo siguió su camino, en algunos casos con tropiezos, como fue mi incursión por Ciencias Económicas. Una Facultad de la UBA que fatigué muchos años, pero que terminó dejándome de lado -Menos mal que mi hermano Ricardo me salvó- para que finalmente me tirara a la pileta (con agua) del periodismo. También la taquigrafía, aunque en este caso como un oficio antiquísimo, de ojos y oídos del Parlamento nacional.
Mamá nos hizo conocer a Pablo Laguna Llano, el cura de todos, que un buen día salió de Bilbao y recaló en la Parroquia de Banfield, de ahí a la familia Menescaldi y todo lo que después sucedió... Este año Pablo estuvo tres meses en el país, entre Banfield, Monte Chingolo, Quilmes y tantos otros lugares.Y pudo disfrutar de las esquisiteces parrilleras de Carozo.
Cómo no recordar a Madame Fernanda, una belga cómica, que se hizo gran amiga de la familia, y con la que a veces Papá se solazaba simulando algún alcohol etílico travieso, que llevaba a la señora, con su afrancesada palabra a decir: María Pastora, ¿su marido toma..? Mamá entendía la picardía, tenía el humor español que le habían volcado sus padres María Ruiz y Pastor, y su increíble abuela, que hacía reír con sus salidas y sus coplas de joven ventanera.
El otro día le decía al Gallego del Instituto de Mevaterapia, hablando de la intolerancia que se ha impuesto en algunos sectores de nuestra sociedad, que Mamá se quejaba de chica porque las reuniones de los domingos en San Telmo se transformaban a veces en réplicas de la guerra civil española, monárquicos y republicanos en dura porfía, en esos encuentros de la tía Angelita (sí, la de famosa pasta frola), los tíos Manuel, Constantino, junto a su padre Pastor...
 Necesitamos, hoy más que nunca, que Marías Pastoras y Juan Carlos nos inunden el país con su sabiduría, con su virtuosismos, con su don de gentes y su cuota de servicio. "Los que realmente valen no se meten en política, al menos en esas carreras donde más se busca ser servido que servir, y por eso estamos como estamos". Y yo pensaba que Papá sería un excelente senador, diputado, concejal o lo que fuera, pero sin duda no quería mancharse con lo peor de la actividad.De todas maneras, incursionó en la Democracia Cristiana, sí la misma que llevó al doctor Alberto Aramouni a una diputación nacional, aunque salió de ese lugar bastante desilusionado con lo que conoció en el Parlamento.
Papá era partidario de un Parlamento con sectotres, donde todas las profesiones tuvieran su representante, para que todos los elementos de las sociedad tuvieran quiénes defendieran sus intereses, como una manera exultante de construir una Nación.
 Mamá entendía el mensaje de Cristo en toda su dimensión, eso de dar la otra mejilla, de no agraviar, de cumplir los mandamientos, de hablar por los sin voz. Mamá era arquitecta -como Jorge Medina- de su destino y planificaba sus pasos con la paciencia de un orfebre.
Hoy quiero citar en este homenaje a todos, incluida por supuesto Marisa, el nombre que Papá quería para su segunda hija (en todo caso por el amor por el cine italiano, recordando a la actriz Marisa Allasio), pero no le dejaron inscribirla con ese nombre sobre fines de los 50 y llegó María Eugenia, aunque todos le digamos Marisa. Ganó Papá.
 Mamá era una gran docente, no sólo de taquigrafía, mecanografía, sino de Catequesis y esa vocación por dar al otro, enseñar, la desplegó toda la vida.
El tiempo ha ido pasando, desde aquel adiós en el Juncal -Mamá se sentía halagada porque el Sanatario llevara su apellido y eso la hacía decir que era un poco la dueña- y hoy que se cumplen estos dos años de partida, desde el cielo junto a Papá, por qué no junto a  Floreal, mi querida Gra, Santa, Beatriz Flores, la esposa de Rodolfo -precisamente mañana se cumplen cuatro años de su ida- mi querida María Pastora nos debe estar dando la bendición y maximizando el principio que alentaba en todos nuestros encuentros: Mantengan la familia unida, que es el mejor Bien que podemos brindar como ejemplo al mundo.


Comentarios