OLIVEIRA EN EL ROVERANO

El pintor quilmeño Manuel Oliveira expone obras de 2011 y 2012 en el Museo de Artes Visuales, Víctor Roverano, en Rivadavia y Pringles, Quilmes. La muestra lleva el título Un quijote de la maculo (patía).
Según comenta Héctor Chalo Agnelli en El Quilmero una nutrida concurrencia se presentó anoche en la presentación de la obra.
Allí vale destacar aspectos de su vida que cuenta el propio Oliveira, que recuerda que tuvo una infancia feliz, en la que jugaba con lápices y acuarelas, dibujando y pintarrajeando sobre papel o cartón todo lo que aparecía frente a él.
 Además, estimulado por su familia, en toda reunión familiar le gustaba hacer payasadas: de pie sobre la mesa con una varita en la mano dirigía orquestas imitando a directores de bandas populares que frecuentemente tocaban en las plazas de los pueblos. Además dirigía orquestas que aparecían por LRA Radio del Estado.
La muerte de su madre en 1938 fue un golpe terrible, del que le costó muchos años recuperarse. Lo mismo le ocurrió a su padre, que tratando de superar ese dolor volcó toda su fuerza amatoria en el cuidado de sus hijos, basándose en lo referente a lo material.
 Sorpresivamente su padre le regaló un pequeño violín, sabiendo que le haría feliz estudiar música.
 Pero problemas económicos llevaron a que el padre le pidiera que dejara el instrumento.
 Cumplidos los estudios primarios, estudió publicidad e ingresó al secundario en el Colegio Nacional Mariano Moreno, de Capital, para seguir la carrera de perito mercantil.
 Quería ser artista y quería estudiar arte. Su padre lo entendió y se presentó en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón.
Pero el día en que quiso anotarse había vencido el plazo. Tomó coraje y fue a ver al director de la Escuela, y a la sazón director de cultura de la Nación.
 Llevó unos dibujos, que sorprendieron al propio director, que le preguntó por qué quería estudiar ahí.
Oliveira le respondió que el objetivo era ser artista.
 Si es así, no vaya, usted ya es un artista, le dijo el director, tras observar sus dibujos.
 Ese hombre -Oliveira se enteró más tarde- era Leopoldo Marechal.

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