Championship: Cuarto día
Siguiendo a los All
Blacks en Argentina
Por: James Ihaka
Traducción: Florencia Menescaldi
29/09/2012
La
historia cuenta que los Quilmes eran indígenas que vivieron en Argentina, a unos
1000km del sur de Buenos Aires. Ellos resistieron las invasiones españolas en 1500 pero fueron eventualmente sometidos, esclavizados y
forzados a marchar hacia la ciudad que hoy lleva con honor el nombre, cerca de
unos 30 km del centro de Buenos Aires. Es un lugar extraño que movilizó a un gran
número de fans de los All Blacks, quienes fueron para cortejar a sus héroes.
Pollos, perros y hasta caballos vagueaban
en un amplio barrio de chozas, donde hay locales llamados “kioscos”
escondidos detrás de barras de hierros llamadas “rejas” y montones de basura
son arrojados por fuera de las precarias casas de techos de chapa ondulada, que
eso debe ser el hogar de varios miles de personas.
El vecindario tiene autos de la
marca BMW estacionados en las calles, imponentes alambrados de seguridad que
protegen a las propiedades y rejas en las ventanas. Hasta incluso, algunos
combinaron sus esfuerzos para excluir a algún “visitante” a través de una vía
de 20 metros de alto, rematando así 2 metros de cable con electricidad y
cámaras de seguridad cada poca distancia.
Un señor oriundo de Whangarei, Peter
Gubb, me contó durante un coctel para los All Blacks, en Buenos Aires, sobre lo
que vio: “Allí está la real unión de la riqueza y la pobreza, está justo ahí
frente a su cara”.
A no más de una cuadra de esta
villa, está una de las escuelas inglesas más viejas y privadas de América
Latina: El colegio Saint George (San Jorge) que fue establecido en el año 1814
y su símbolo de cruz roja se destaca con orgullo, al lado de la bandera argentina,
cuando uno ingresa por el alambrado de púas que encierra a la escuela. Acá está
el rugby, nada de fútbol, es el rey y Nueva Zelanda tiene una especial
conexión.
Chris Nichols ha sido el
principal subdirector de la escuela desde hace tres años, él y sus dos hijos,
quienes vivieron también en Brasil y ahora hablan un fluido portugués, español
e inglés. Su mayor título de gloria es haber tenido a la golfista Lydia Ko como
estudiante en Auckland, pero es un
verdadero honor tener
a los All Blacks entrenando en su escuela.
Los fans de los All Blacks desafiaron un
silencioso frío mordaz hacia el sur para ver entrenar a su equipo, ellos suelen
ser conservadores pero cuando la oportunidad es conocer a los jugadores: cortésmente
y silenciosamente les pidieron fotos y autógrafos. Y los niños del San Jorge. El maniaco agente de seguridad tuvo que mantenerse con ellos detrás de
una cuerda desde el cántico hacia los jugadores. Ellos cantaban: “Pee-ree Wee-poo, Pee-ree
Wee-poo”. “Ustedes kiwis, no tienen pasión”, gritaba Manuel Ortega, un
porteño quien manda a sus dos hijos al colegio San Jorge. “Ustedes tienen la habilidad
pero no la pasión. Nosotros en la otra mano tenemos la pasión y alguna
habilidad. Será difícil que nos venzan y
ya lo verán este sábado cuando vayan a La Plata”, dijo Ortega.
A los All Blacks se les dio de nuevo una guardia armada de siete policías, cuatro de los cuales estaban armados con pistolas que parecían escopetas
o ametralladoras. Sólo para estar seguros de que
nadie intente cualquier negocio divertido con sus huéspedes, los policías sacaron
sus armas de fuego cuando se dirigían a través de la villa y a 10 metros de la valla
de alambre de púas que encierra la escuela. Uno de
ellos, llamado Jorge me dijo que
normalmente protegen a los equipos de
fútbol, así como dirigentes del gobierno y, a veces incluso las estrellas de rock, de esta manera: “Es un buen trabajo, nosotros también obtenemos
algunos autógrafos” dijo él.
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