OMAR DE FELIPPE

El nuevo técnico de Quilmes cumple hoy 50 años y curiosamente en el diario La Nación, en el rubro cancha llena, se reproduce un reportaje al futbolista al que las Malvinas le cambió la vida.
La nota es de Jeremías Prevosti Pilatti y ahí cuenta la experiencia que le tocó vivir hace tres décadas.
Recuerda que el 7 de abril, a la madrugada, cinco días después de que el ejército argentino tomara Puerto Argentino, un soldado le entregó a Rosita, la mamá de Omar, una cédula de citación, para quien acababa de ser dado de baja del servicio militar.
Se presentó al regimiento al día siguiente, le dieron la ropa y le cortaron el pelo.
El 9 de abril vería por última vez a su familia antes de viajar a Malvinas.
Salió del regimiento y no sabía a dónde lo llevaba. Llegó al aeropuerto y en cinco horas desembarcó en la isla Soledad. Caminó 12 kilómetros por un sendero sinuoso y con bajas temperaturas y llegó a Puerto Argentino.
"La primera imagen que siempre recuerdo era un agujero en la pared de una casa. Ese agujero se había producido cuando tomamos Puerto Argentino. Mientras recorríamos las calles, los padres encerraban en las casas a los niños que jugaban en la plaza. Ellos también tenían miedo".
Se inició una rutina que fue quebrada el primero de mayo, cuando empezaron los enfrentamientos. "No me imaginaba la guerra así. En un momento, mirando el combate, parecía una película. Hasta había momentos de belleza por la trazante de los fuegos. No llegás a ver a la gente, ves las cosas que se tiran. La guerra lo tiene todo. Estás sentado, rezando para que no caiga una bomba pero sabiendo que están cayendo en algún lugar y psicológicamente te destruye. Por momentos, no hjabía cómo contrarrestar los ataques de ellos a toda hora. No dormís, estás sobresaltado constantemente".
A su lado iban cayendo compañeros. Y él dice que con el correr del tiempo el hombre se va endureciendo "de manera que sólo te preocupás de tu grupo, de cuatro o cinco personas. Todo es más duro. Te endurecés tanto que si ves morir a alguien y es como si no hubiera pasado nada. Creás mecanismos de defensa que no hay nada que te pueda alterar el pensameinto y tu supervivencia. Mirás las cosas y no te penetran" grafica.
Habla de todo lo que tuvo que pasar: "hambre, sufrir frío, estar descompuesto, tener que robar para comer, tener que comer la grasa que sobraba, escuchar la primera bomba, tirar todas las balas que pudimos. Hay mil imágenes en la cabeza".
Dice que el peor momento era cuando sabían que estaban los gurkhas (soldados británicos) dando vuelta por la noche "y te acostabas con la nueve milímetros sin seguro en el pecho. El alerta siempre fue permanente y eso te llevaba a dormir con un solo ojo. Allá no nos daban tanta información pero te enterabas por rumores que se corrían".
Comenta que el 14 de junio, día de la rendición, estaban volviendo del frente. "Caminamos ocho kilómetros pero fue un caos. Si bien la guerra había terminado, nos seguían disparando. Hubo heridos y hasta muertos. Fue un descontrol. Teníamos que empezar a readaptarnos a lo que sería la vuelta. Cuando empezaron a llegar los ingleses vimos a los chicos de 18 años que ellos traían para hacer experiencia. Ellos eran profesionales. Los de mayor rango no podían entender el equipamiento y la ropa que teníamos".
"Nos juntaron a todos en Puerto Argentino para llevarnos al aeropurto y en la mitad del camino, nos iban desarmando. Eso fue devastador. Muy difícil. Es una mezcla de bronca, odio, dolor"..
Relató que una vez de regreso estuvo 48 horas en Campo de Mayo. "Comíamos asado a toda hora, a la mañana, al mediodía, a la tarde y a la noche. No usábamos los cubiertos, comíamos con las manos. Nuestro estado de ansiedad era muy grande. Hubo muchas peleas ahí adentro. Las deudas no cobradas en Malvinas se dirimieron ahí a mano limpia".
Omar está casado y tiene una hija, Bianca, de cinco años. "Siempre lo digo, más allá de lo familiar, el fútbol me salvó la vida. No sé si habré tenido las condiciones suficientes para ser jugador, pero Huracán me había evaluado mucho tiempo. Tan bueno no era porque no jugué en ninguna selección, pero me ayudóa encaminarme en la vida. Me dio la posibilidad de poder ser una persona normal, como cualquiera, sin olvidar que me tocó estar en una guerra, de la cual tengo mucho orgullo de haber estado".
Hasta aquí el testimonio del hoy técnico de Quilmes. Curiosidades o casualidades, llega en la fecha de su cumpleaños y a treinta años de la guerra en la que participó.

Comentarios