!QUE MARAVILLA ... SERGIO!

Sergio Maravilla Martínez derrotó en el undécimo asalto al irlandés Matthew Macklin, en un combate realizado anoche en el mítico Madison Square Garden. El argentino lo derribó en el undécimo round y desde el rincón se decidió no salir a combatir en el último asalto.
El boxeador quilmeño ratificó sus condiciones y si bien no logró una victoria fácil, fue demostrando round a round su superioridad, que marcó las diferencias desde el noveno asalto.
Ahora Sergio, de 37 años, espera tener una chance con Julio César Chávez, junior, un rival que le viene esquivando la posibilidad de enfrentar al argentino y que ahora deberá darle la chance a Sergio.
La historia de Maravilla es casi de película, porque su trascendencia internacional y su presente es el resultado del esfuerzo, de las convicciones y de tener claras las metas.
Hoy el periodista Horacio Pagani recuerda que el apodo de Maravilla se lo puso el periodista y hombre del boxeo, el quilmeño Luis Blancout (quien firma como Luis Blanco), que se convirtió en uno de los adalidades de la difusión de su campaña, sobre todo en el exterior.
En la Argentina llegó al punto más alto, quedándose sin rivales, por lo que decidió tentar suerte en el exterior. En los 2000 marchó a España donde se puso en contacto con un colega, el pugilista Sarmiento, quien hoy es su entrenador (el que aparecía anoche en el costado del ring y que le daba las instrucciones en los intervalos).
Fue creciendo su avance en el ranking y alcanzó las máximas calificaciones, hasta convertirse en figura argentina del boxeo mundial.
Alguna vez contó al diario EL SOL de Quilmes que tuvo que elegir entre el fútbol y el boxeo (había ido a probarse a Los Andes) y finalmente se decidió por el deporte de los puños.
Tuvo a sus tíos, los hermanos Paniagua, como sus entrenadores en los primeros pasos, con los entrenamientos en el club Juventud Unida de Bernal.
Todos esos sueños que fue alentando en todo ese tiempo de sacrificio se fueron cristalizando fuera del país, donde también tuvo que remarla, pero su fuerza, sus convicciones -vale repetirlo- su talento lo llevaron al lugar que hoy ocupa.
Tiene elementos técnicos del Intocable, Nicolino Locche y también algo de la pegada de Monzón en la justeza de sus golpes.
Tras la pelea, con esa sonrisa que nunca lo abandona, reconoció que había tenido un duro rival y que a los 37 años no se sentía viejo, y que iba por más, porque se viene la pelea con Chavez, donde buscará demostrar que es el mejor de todos.

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