DON ARTURO ILLIA

Por Eduardo Menescaldi

El Teatro Cervantes se vistió de gente y de emoción. El teatro quilmeño, que luce maravilloso, pudo disfrutar de la obra Don Arturo Illia, con Luis Brandoni y elenco, con los textos de Eduardo Rovner.
La pieza reivindica al médico nacido en Pergamino el 4 de agosto de 1900 y fallecido el 18 de enero de 1983, que llegó a la presidencia de la Nación desde el 12 de octubre de 1963 al 28 de junio de 1966, cuando fue derrocado por un golpe militar.
Sin duda, desde ya hay que destacar la rigurosidad histórica del texto de Rovner, y vale decirlo con conocimiento de causa, porque ingresé al cuerpo de taquígrafos de Diputados el 9 de mayo de 1966, es decir, un mes y medio antes del derrocamiento.
Fue un golpe militar, llamado pomposamente revolución argentina, y no tuvo nada de lo que predicó, al contrario fue una demostración clara de los intereses económicos a los que se opuso Illia, quien con poder débil no pudo evitar el desenlace. En nuestro caso esos militares arremetieron contra el Congreso e incluso disolvieron el Cuerpo de Taquígrafos.
Como lo dice la obra, el doctor Illia le adelantó al coronel Perlinger lo que iba a pasar en el futuro. El le dice a los militares que iban a derrocarlo, que él era el jefe de las fuerzas armadas, y concretamente al coronel le señaló que se iba a arrepentir de lo que hacían. Así fue nomás, ya que diez años más tarde, en 1976, es decir en plena dictadura del proceso militar -otra dictadura más terrible aún- reconoció que se había equivocado al derrocarlo.
Y más tarde, el 19 de junio de 1982, tras la guerra de Malvinas, el coronel Perlinger recordó esta carta: "Hace diez años el ejército me ordenó que procediera a desalojar el despacho presidencial. Entonces, el doctor Illia serenamente avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos se lo van a reprochar. Tenía razón. Hace tiempo que yo mismo me lo reprocho porque entonces caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar un movimiento auténticamente nacional para terminar viendo en el manejo de la economía a un Krieger Vasena. Ud. me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo.
"El público reconocimiento que en 1976 hice de mi error, si bien no puede reparar el daño causado a usted, uno de los grandes demócratas de nuestro país, me da la satisfacción de que su último acto de gobierno fue transformar en auténtico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas de su cargo constitucional.
"Hace pocos días en General Roca, Ernesto Sábato dijo a la prensa: "¿Sabe que tendrían que hacer los militares después de ese desastre final que estamos presenciando?" Ir en procesión hasta la casa del doctor Illia para pedirle perdón por lo que le hicieron".

Junto a Hipólito

La obra que se presentó anoche en el Cervantes comienza con el diálogo entre Illia, un joven médico recién recibido, y el presidente Hipólito Yrigoyen en 1928. Allí Yrigoyen le propuso trabajar como médico ferroviario en distintas localidades e Illia eligió radicarse en Cruz del Eje, provincia de Córdoba.
Fue médico allí entre 1929 y 1963, realizando en forma paralela la carrera política (fue vicegobernador de Córdoba).
Illia se destacaba por su dedicación a los enfermos (esa misma pasión la mantuvo durante su presidencia). Mi tío, Néstor, taquígrafo de la Presidencia, contaba que a veces se abría el despacho presidencial y aparecía don Arturo auscultando a algún paciente. Cuando se le preguntaba qué hacía, contestaba que estaba atendiendo "a este chico que vino de Cruz del Eje").
En la obra se destacan las enormes virtudes de Illia, su humildad, su honestidad a ultranza, su sencillez. Cuando lo echan de la presidencia le dice a su hija Emma: "Me echan no por lo que hice sino por lo que no hice". Y se queja de la acción de sindicatos ("les le di el salario mínimo vital y móvil", "les levanté las proscripciones"), de los intereses norteamericanos, como las entrevistas con representantes del país del Norte, que venían por el tema medicamentos, petroleras, etcétera.
Pero don Arturo cumplió todo lo prometido, en primer lugar, la anulación de los contratos petroleros. Eso le valió un choque con Arturo Frondizi. Este ex presidente, al menos en la obra, se muestra golpista, como se lo menciona el propio general Caro, que no había querido descender a tremenda bajeza.
Cuando está en pleno camino el golpe, en la obra aparece en esa noche del 27 de junio de 1966 una llamada... de Frondizi, que atiende el secretario privado de Illia, el doctor Luis Caeiro (un papel que desempeñó eficazmente Miguel Habud, debutante en la obra en lugar de Nacho Godano). Illia no lo atiende a Frondizi y lo manda a donde se puede suponer....

Con Kennedy

Una de las primeras medidas de Illia fue la anulación de los contratos petroleros, como había prometido en su campaña. Eso generó la reacción de las petroleras, el representante de ese país lo va a ver a la Casa de Gobierno, y el doctor Illia le ratifica la decisión en una entrevista bastante corta.
En Estados Unidos, el presidente John F. Kennedy reconoce la honestidad del presidente argentino, sobre todo porque desde Argentina se dice que se van a pagar las respectivas indemnizaciones. Kennedy lo destaca y señala que en todo caso es una decisión autónoma de nuestro país. Lo hace en una conferencia de prensa. Al día siguiente, en Dallas, el presidente de los Estados Unidos es asesinado, aquel 22 de noviembre de 1963.
Otro tema que aborda la pieza es el relativo a los medicamentos y la presión de los laboratorios extranjeros. El ministro de Salud, Arturo Oñativia, encabeza una investigación y descubren que los medicamentos no tienen la droga que dicen tener y que se venden a precios mucho mayores que lo que realmente cuestan. Eso determina la famosa ley de medicamentos, que le cuesta la oposición de laboratorios y demás. Finalmente, el presidente argentino logra que acepten la disposición porque promete que el país va a pagar al Club de París la deuda ... de 70 millones de dólares.
Se habla también de todos los intereses que jugaban en contra de un presidente débil, porque había llegado al poder con el peronismo proscripto y con apenas un 22 por ciento de los votos.
Desde los sindicatos, algunos peronistas, la Sociedad Rural, algunos civiles, los empresarios, etcétera, se hacía la campaña en contra. Lo mismo los medios, encabezados por la revista Primera Plana y el semanario Confirmado, también La Opinión.
Primera Plana lo dibujaba con una tortuga en la cabeza y hacía apuestas para que se adivinara cuándo iba a caer el presidente.
Illia se quejaba de la campaña y reiteraba que lo querían echar por lo que hizo, no por lo que no había hecho.
Se llegó a ese 28 de junio de 1966, cuando el general Alsogaray, el coronel Perlinger y otros militares se acercaron a la casa de gobierno para pedirle que se fuera. Illia se negó a hacerlo, y cuando le dijeron que lo echaban en nombre de las fuerzas armadas, respondió que él era el jefe.

Aquel diálogo

La obra reproduce ese diálogo que quedó para la historia y que vale repetir.
Alsogaray le menciona que venía a cumplir órdenes del comandante en jefe.
Illia: El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas soy yo. Y señalando la Constitución, que estaba a un costado de la mesa, agregó: Mi autoridad emana de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted también ha jurado cumplir. A lo sumo, Usted es un general sublevado que engaña a sus soldados.
Alsogaray: En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará.
Illia: Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sino tan sólo a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos...
Alsogaray: Señor Presid... (rectificándose) doctor Illia...
Varias voces: Señor presidente!
Alsogaray: con el fin de evitar actos de violencia, lo invito nuevamente a que abandone esta casa.
Illia: Son Ustedes quienes están provocando violencia. Ustedes no tienen nada que ver con el ejército de San Martín y de Belgrano. Le han causado mucho mal a la patria y lo seguirán causando. El país los condenará por esta usurpación..
Alsogaray: Usted está llevando las cosas a un terreno que no le corresponde, doctor Illia: le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos. Su integridad física está asegurada.
Illia: Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el lugar que me indica la ley y mi deber: como comandante en jefe, le ordeno que se retire.
Alsogaray: Yo sólo recibo órdenes del comandante en jefe.
Illia: El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes son los insurrectos. !Retírense!
Los jefes militares abandonaron el despacho presidencial. A las 6 retornó el coronel Perligner en compañía de oficiales subalternos. Perlinger se acerca por la izquierda hasta la mesa de Illia y le dice en tono firme:
Perlinger: Doctor Illia, en nombre de las FF AA, vengo a decirle que ha sido destituido.
Illia: Ya le he dicho al general Alsogaray que ustedes no representan a las FF AA.
Perlinger: Me rectifico. En nombre de las fuerzas que poseo...
Illia: Traiga esas fuerzas.
Perlinger: No lleguemos a eso.
Illia: Son ustedes los que emplean la fuerza, no yo.
Perlinger volvió a las 7.25 con un grupo de efectivos de la guardia de infantería de la policía federal, portando pistolas lanzagases.
Perlinger: Doctor Illia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo a las personas que se encuentran con usted. Ellos serán despojados por la fuerza.
Illia: Su conciencia le va a reprochar lo que está haciendo (dirigiéndose a la tropa policial). A muchos de ustedes les dará verguenza cumplir estas órdenes indignas de quien ni siquiera es su jefe. Acuérdense: cuando cuenten a sus hijos lo que hicieron en este momento, sentirán verguenza...-
Perlinger: Doctor Illia, tendremos que usar la fuerza.
Illia: Es lo único que tienen...
Perlinger (con tono enérgico a sus subordinados): Dos oficiales a custodiar al doctor Illia, los demás avancen y desalojen el salón.
Dice la historia que el doctor Illia fue rodeado por sus colaboradores. Hubo forcejeos, pero en pocos minutos el despacho fue desalojado. Illia y sus colaboradores bajaron por las escaleras hasta la planta baja, seguidos por un pequeño batallón de lanzagases. Eran las 7.40 sobre las veredas de la Plaza de Mayo y del Banco Nación, varias decenas de soldados cuerpo a tierra apuntaban hacia la Casa Rosada con sus fusiles. A las 7.45 Illia subía a un taxi, rumbo a la casa de su hermano en Martínez.
Hasta aquí el diálogo que publicó en su momento la revista Somos, y que aparece en gran medida en la obra, teniendo en cuenta algo ya señalado anteriormente: Eduardo Rovner reproduce con enorme rigurosidad el hecho histórico.

En la cama

Arturo Illia murió el 18 de enero de 1983, es decir pocos meses antes de que su correligionario, Raúl Alfonsín, fuera elegido como primer presidente del retorno de la democracia (Alfonsín ganó los comicios el 30 de octubre y asumió el 10 de diciembre de ese año).
En la escena de la cama, con su hija, el doctor Illia le pregunta "quién va a pagar esto", una nueva demostración de la austeridad y la responsabilidad del doctor.
Derrocado, el doctor Illia volvió a su actividad como médico, manteniendo sus condiciones de honestidad y de personalidad incorruptible.
Tuvo una sola casa, sencilla y humilde, que fue el único bien inmueble con que se retiró como Presidente. Le fue donada por suscripción pública, con ayuda y por voluntad de los vecinos de Cruz del Eje, además de ser el único presidente de la República que no aceptó la jubilación de privilegio.
En la obra se dice, al menos así se cuenta, que el doctor Illia viajó a Misiones, donde se hizo amigo de los camioneros y se prendía en los viajes con ellos. El proceso quiso ubicarlo y no lo logró.
Sus restos descansan en el panteón a los caidos de la Revolución de 1890 (popularmente es el panteón radical), en el cementerio de Recoleta. Allí también descansan Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen y Elpidio González, entre otros dirigentes de la UCR.
Vale destacar que Brandoni, quien al principio no quería interpretar a Illia, aduciendo que no quería contrabandear la política, al final aceptó y sigue representando la obra en distintos lugares. Se anuncia que estará en Mar del Plata en el verano.
Los aplausos en el Cervantes sirvieron para rubricar la magnífica representación, junto a un importante elenco (lamentablemente no hubo programa para identificar a los actores, aunque en principio Miguel Habud, quien sustituyó a Nacho Gadano, fue el doctor Luis Caiero, secretario privado del presidente; David Di Nápoli, el coronel Perlinger; Andrea Cantoni, como Silvia, la mujer de Illia; en cuanto a Emma, el papel lo hacía Manuela Pal, la nieta de Pablo Palitos, pero no se puede identificarla con certeza, sobre todo cuando se recurre a Internet y no parecen coincidir el rostro de Manuela con el de la actriz que estuvo anoche.
De todas maneras, lo importante es haber pasado una velada inolvidable, como mejor homenaje a un presidente que pasó a la posteridado por estas virtudes: honestidad a toda prueba y ninguna pizca de hipocresía.
Por eso, vale la pena seguir aplaudiendo, y recomendar la obra a quienes todavía no la vieron.

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