FACUNDO CABRAL

La muerte de Facundo Cabral vuelve a poner sobre el tapete la vida de los hombres providenciales, esa "gente con bombín", como dice el teatrero quilmeño Alejandro Pepe (uno de los directores, junto a su esposa Marisol Vecchi, del Multicultural y Teatro Don Bosco).
Porque Facundo -su nombre artístico fue en algún momento el Indio Gasparino- ha sido uno de los tantos artistas que recién será valorado en su real dimensión ahora que nos dejó.
Su muerte fue impensada -un atentado en Guatemala, cuyo destinatario era un empresario nicaraguense, que accidentalmente se había ofrecido para llevarlo hasta el aeropuerto para viajar a Buenos Aires- y diferente, como ha sido toda su vida.
"No soy de aquí ni soy de allá/ no tengo edad ni porvenir/ y ser feliz es mi color de identidad". Este tema clásico, que ha tenido más de 700 versiones en el todo el mundo, fue sin duda su gran caballito de batalla, y en todo caso una definición de su pensamiento.
Porque él era de todas partes, no había lugar en el mundo donde se quedara, estaba un tiempo y se iba muchas veces sin anunciarlo. El propio Jairo comentaba que alguna vez Facundo fue a España, su éxito fue descomunal y sin embargo, no se quedó. "Era como que no le interesaba el éxito" dijo Jairo.
En algún momento formó una notable dupla con Alberto Cortez -uno de los grandes intérprete de "No soy de aquí..."-, ha recorrido el mundo -en reciente nota de Beto Casella, que anoche fue reiterada- decía que había estado en más de 160 países.
Las anécdotas de Facundo son enormes, múltiples, y de todos los colores. Incluida la Madre Teresa de Calcuta. En este caso estaba en México, en Televisa, cuando la propia Madre Teresa llamó al canal al enterarse que estaba Facundo.
El artista pensó que era una amante -Teresa de Temperley- y dijo al aire que quería saber de ella, que le dijera el hotel donde estaba "para incendiarlo" de amor. Desde atrás de la pantalla le hacían todo tipo de señas, por el error, y cuando se dio cuenta que era la Madre, pidió disculpas, se ruborizó y habló con ella.
La Madre contó que estaba en México, combinaron encontrarse al día siguiente muy temprano, pero la Madre dio la dirección "y no se dan cuenta lo que fue eso al día siguiente".
La Madre se lo llevó a Calcuta, y ahí estuvo Facundo en la India durante un tiempo, colaborando con la memorable obra de esa gran religiosa.
Anécdotas como ésta se repiten en los relatos del cantor, que muchas veces iba a cantar y terminaba predicando. "A veces eran horas y sólo había cantado dos canciones" reconoció, agregando que aquel famoso programa de Televisa, al que llamó la Madre Teresa, duró 4 horas 40 minutos, todo en un record en la noche mexicana.
Otro de los temas que definieron su filosofía de vida fue Vuele bajo, donde decía "Vuele bajo porque abajo está la verdad". Y comentaba que el hombre tenía que seguir siendo niño para no caer en el pecado de los hombres, la ambición desmedida, algo que no quería Dios. Eso de ser niño, humilde, etcétera, contra la ambición desmedida era algo que "los hombres no aprenden jamás".
En el reportaje con Beto Casella -fue día antes del viaje a Guatemala, y ahora adquirió enorme dimensión por lo que le pasó- contó muchísimas cosas, que dejaron con la boca abierta al conductor. Entre otros, la infancia dura con su madre -un ícono en su vida, confesando el tema de Edipo "aunque cuando mis amigos la conocían, terminaban teniendo ellos el complejo"- y relatando episodios de su niñez, como la vida en un reformatorio, en el que conoció a un jesuita, al que le cayó bien y que le fue enseñando el alfabeto, a leer y escribir, y el que lo metió en la lectura.
Había una biblioteca en ese lugar, y primero el hombre le contaba los cuentos de distintas colecciones, pero con el tiempo le fue acercando libros para que él los leyera. Así fue conociendo muy chico autores de todos los tiempos, que le fueron formando y le fueron dando una cultura tremenda.
Esos permanentes viajes por el mundo le permitieron aprender distintas culturas, conocer distintas civilizaciones y pueblos, y convertirse en un caminador de todos los países, reiterando que México fue uno de los principales que lo acogieron con los brazos abiertos.
Conoció líderes, profetas, maestros, personajes, bebió todos los idiomas y todas las culturas, por eso cada nota con él, espectáculo, charla era una delicia.
El decía que su madre le había dicho, antes de partir él a recorrer el mundo, que le había dado dos cosas: la vida y la libertad. Precisamente, como hombre libre recorrió el mundo y mantuvo esa filosofía de vida.
Le ocurrieron cosas providenciales en toda su vida. Una de ellas, alguna vez estaba en Estados Unidos y conoció a una chica muy joven, que estaba con su padres y les dijo que ella iba a ser su mujer. Dicho y hecho. Se fueron juntos y estuvieron más de cinco años, incluso les nació una niña.
Una vez iban a tomar un avión pero él no pudo viajar por razones de salud, sí lo tomaron la madre y la niña, y la nave cayó. Murieron ambas dejando en Facundo un dolor impresionante, que le cambió la vida.
Estuvo mucho tiempo sin saber a dónde ir hasta que conoció a alguien que lo metió de nuevo en la senda del relato, la canción, con ese sello de su canción preferido: no ser de aquí ni de allá, sí ser feliz como color de identidad.
Facundo dejó este mundo en una Guatemala insegura y peligrosa, sí el día de la Independencia argentina, el del cumpleaños de la inolvidable Mercedes Sosa, y en el aniversario de la muerte de otro hombre provindencia, el primer obispo de Quilmes, monseñor Jorge Novak.
Se fue Facundo, dejó su impronta para siempre.

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