RAFAEL AMOR

El poeta y cantaautor Rafael Amor deslumbró en el Club Alsina, de Quilmes Oeste, presentando un espectáculo que tuvo el sello de su peculiar talento.
En este caso el marco era especial, porque se trataba de una jornada denominada "Una tarde merienda", organizada por el grupo B.I.A.S. (Bandas Independiente Autogestionadas del Sur) y en este caso a beneficio de Un Lugar en el Mundo, una organización solidaria que colabora con distintos comedores, en este caso estuvieron los chicos del Comedor Esperanza.
Con los chicos, que realizaron tareas plásticas y que recibieron el aporte solidario de artistas, escritores, cuentistas y demás, el cantor se sintió a gusto, incluso destacó la importancia de los niños en su vida. Contó, por ejemplo, que componía en España rodeado de sus cuatro pequeños hijos, los cuales revoloteaban mientras pensaba, y en algún momento la nena mayor mandaba a uno de sus hermanos para ver si el papá estaba, el niño se acercaba, le levantaba las cejas y decía picaramente: está.
Así fue desgranando historias, hablando de la libertad, de la justicia, de los pueblos latinoamericanos. Criticó duramente al jefe de la ciudad por el trato a los habitantes procedentes de países limítrofes -por el tema del desalojo del Indoamericano- y por supuesto cantó su himno: No me llames extranjero.
No podía faltar su Corazón libre, canción que inmortalizaron Mercedes Sosa y Alberto Cortez.
Rafael Amor alterna su vida entre Argentina y España, país en el que se radicó hace casi cuatro décadas, y donde revolucionó el panorama, cuando quedaban los estertores de la tiranía franquista. Precisamente todavía se recuerda el shock de la presentación de No me llames extranjero en la televisión ibérica.
Rafael tuvo humor, fue tierno y duro, gritó Independencia en un tema universal, y concluyó cantando a dúo con Julio Lacarra, el gran hacedor de su visita, el tema Corazón libre.
Tomando mate solo, toda una definición de la vida, cuando los chicos se van de casa y dejan al hombre, padre, en la soledad del caserón donde los pibes, esos que este domingo iluminaron el Alsina, solían mostrar sus condiciones de locos bajitos, Serrat mediante.
En la ironía y la mordacidad, en la ternura y en la firmeza, Rafael Amor movió corazones y conmovió espíritu, y antes de irse despotricó contra las máquinas, haciendo una defensa incondicional del factor humano, el gran elemento que todavía mantiene viva la llama de la humanidad.

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