TIEMPO DE REFLEXION

La muerte de Néstor Kirchner y todo lo que generó merece un momento de reflexión, porque a partir de mañana se va a vivir una Argentina distinta.
Solía decir el encuestador Artemio López que conoció a Kirchner en junio de 2002, y que hablando con él le había pedido que por lo menos la gente conociera su nombre.
Pasaron más de ocho años de aquel episodio, en el que el hombre de Santa Cruz fue presidente de la Nación (2003-2007) y prácticamente catapultó a su esposa, Cristina, a la primera magistratura desde el 2007, aunque mantuvo un alto perfil, convirtiéndose en un Primer Caballero, como solía autoreferenciarse, en su modo tan particular.
Kirchner se convirtió en menos de diez años en el hombre de este tiempo, con aciertos y errores, con simpatizantes, fanáticos y detractores.
Su muerte dejó un tremendo vacío, que deberá llenar la Presidenta y su entorno con mucho coraje, pero fundamentalmente contando con la colaboración de todo el espectro político.
Las exequias del ex presidente se transformaron en un hecho histórico, porque fueron muchísimas horas de un desfile incesante de gente, de todos los colores, entre simpatizantes, curiosos, muchos jóvenes y familias, todos dispuestos a decir el último adiós, no escatimando esfuerzos, porque la cola era interminable y los que la hicieron estuvieron muchas horas esperando llegar al lugar donde estaba el féretro.
Desde mañana se vivirá un momento muy especial para la Argentina, con una presidenta, que deberá superar el dolor de haber perdido al compañero de toda la vida y al "presidente en funciones" como le gustaba decir al colega Nelson Castro.
Sin duda, hoy se vive una situación muy diferente a la del 74, cuando murió Perón e Isabelita tuvo que hacerse cargo del gobierno, con todo lo que pasó después. Eso simplemente vale para echar por tierra los comentarios de algunos ingenuos que quisieron hacer la comparación.
Porque hoy existe un gobierno consolidado, con una presidenta que asumirá su responsabilidad en plenitud -en todo caso la seguirá ejerciendo, por más que ya no tenga al lado a quien dijo que se iba a dedicar al café literario, pero que terminó demostrando su carácter de "animal político" y echó por tierra aquel eufemismo- y con todas las fuerzas políticas dispuestas a jugar su rol sin mezquindades.
Se abre una enorme esperanza para el país. Porque si una lección deja la muerte de Kirchner, ella pasa por haber recuperado el rol de la política.
El presidente ha vuelto a tener el valor de un poder en un país presidencialista por antonomasia. De aquella etapa del "que se vayan todos" del 2001, de la cual emergió el ignoto gobernador de Santa Cruz, a este momento mucha agua ha corrido bajo el puente.
Es de desear que todos tomen en cuenta este momento histórico. Es el momento de deponer odios o mezquindades.
Tanto los kirchneristas, como los justicialistas, como todas las fuerzas políticas, y fundamentalmente, el pueblo argentino deben asumir la responsabilidad que hoy cabe a la República. Sería bueno que todos aprendan la importancia de vivir en un país que merezca ser vivido, y donde un golpe como el que acaba de producirse -tanto para los que estaban a favor como para los que hacían en contra- debe ser el gran motivo para estrechar filas. Sin arriar ninguna bandera, hay que soñar con un país donde se termine la crispación, el odio, la revancha, el anti... En fin, un país que construya su futuro sobre la base de todos los dones que Dios le ha dado.
Como decía el poeta Augusto Tamayo Vargas, a quien Hugo Guerrero Marthineitz recordaba en forma reiterada, hay que tener esperanza "en los días que vienen"... concluyendo que esos sueños de grandeza y de unidad podamos llegar a verlos.

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