QUILMES: DE MAL EN PEOR

Llegaba Leonardo Madelón y como siempre ocurre en estos casos se abría la puerta de la ilusión. Sin embargo, Quilmes volvió a perder, esta vez con Banfield 2 a 0, con el agravante de que no se advirtió ninguna mejoría, al contrario al final quedó la sensación de que la caida libre sigue firme.
Porque nada cambió, y en todo caso, la cosa fue peor. Madelón armó un equipo bastante similar al que venía poniendo el técnico anterior, e incluso con escasas posibilidades de gol, porque jugando solo Jota Morales en ataque -uno de los futbolistas que está bastante lejos de su nivel- se le facilitaba la tarea a la defensa rival.
Apenas Banfield concretó la apertura, con el gol de Mendez, se derrumbó toda la estrategia que pudo haber imaginado Madelón.
Y cuando en el segundo tiempo Ramírez remató las cifras, después de una excelente jugada, que la defensa de Quilmes "miró" sin intervenir, terminó por diluirse todo lo que pudo haber imaginado el técnico.
Quedó, entonces, la sensación de impotencia, que en el caso de los hinchas -quizás el único valor rescatable de la noche de hoy en el Centenario- se transformó en el remanido "que se vayan todos...".
Madelón tendrá que echar mano a la cirugía mayor. Hay jugadores muy lejos de su nivel, incluso los habituales rendidores, desde el arquero Trípodi hasta el delantero Morales, pasando por el chileno Aranguiz, literalmente "peleado" con la pelota.
La lentitud de Gioda, el esfuerzo de Caneo -que entró en el complemento pero no pudo cambiar la historia-, la desubicación de Fontanini -improvisado de lateral cuando es zaguero central- son algunos de los desplantes que mostró el equipo, que sigue padeciendo el efecto del aluvión de jugadores que llegaron y que todavía no terminan de acomodarse.
Madelón tiene muchos jugadores para elegir, y tendrá que buscar en la semana los cambios necesarios para ir a La Plata con alguna posibilidad, en un partido de seis puntos, que se anticipa como la final anticipada del descenso.
Son 18 fechas sin victorias, algo que el hincha de Quilmes padece cada jornada, aunque no le hace mella en esa pertinacia de seguir al equipo a donde sea.
Obsérvese que con los panoramas tan diferentes entre Banfield y el Cervecero, llamó la atención la poca gente que llevó El Taladro frente a la sufrida multitud que llegó con ilusión para alentar al local y que se fue muy preocupada, pensando en que parece irremediable el destino de descenso.
Se entiende que el cambio de técnico se caía de maduro, y que sólo había logrado estirar fechas por tratarse de Tocalli y de lo que significa en la historia del Decano, entonces la llegada de Madelón naturalmente abría muchas expectativas y esperanzas. Evidentemente, por lo que se vio hoy, eso está lejos de lograrse.
En suma, menuda tarea la que le espera al nuevo técnico, que tendrá que apurar los tiempos para cambiar una historia que se presenta con negros nubarrones, como los que esta noche abundaron en el cielo quilmeño.
Repetidas veces se ha vivido esta historia, estos dirigentes -con muchos años en sus espaldas en el club- conocen sobremanera la cuestión y son especiales en eso de sumar errores a la hora de decidir las cosas. Algunos hinchas ya anticipan que a fin de año habrá rescisiones por doquier y como siempre, terminarán jugando los chicos, es decir, aquellos que lograron el ascenso y que por decisión de Tocalli quedaron afuera del equipo.
Entretanto habrá que jugar 7 fechas, o sea 21 puntos, para saber a fin de año cuál será el destino del quilmeño. En ese destino, en el que puede estar incluso el pensamiento en el próximo Nacional B, habrá que planificar de una vez por todas algo coherente, para no seguir repitiendo fracasos a los que nos tiene acostumbrados esta dirigencia.
Si alguno pensó que trayendo a Tocalli y 22 jugadores se resolvía el problema, el tiempo ha respondido que no era así. Se dejó de lado la coherencia, se apostó a la locura del amontonamiento de futbolistas, y hoy ante la realidad que duele más que nunca, hay que pensar que ni José Luis Meiszner ni Aníbal Fernández, por más poder que puedan tener a nivel político, pueden revertir un proceso que desde el vamos, ascenso incluido, tuvo sus bemoles. Por un principio físico, de acción y reacción, hasta se podría suponer que todo esto que está pasando cumple las leyes propias de la gravedad. Una gravedad que cada vez más duele al hincha, quien pese a todo sigue firme junto al Decano, por eso del sentimiento que va más allá del indolente o indiferente al que le tocó la fortuna de vestir esta camiseta.
En fin, habrá que pensar que no hay mal que dure cien años, o dicho con otras palabras, jugando con ellas, no hay "madelón" que dure toda la vida. ¿Podrá el técnico arrancar una sonrisa al sufrido hincha...? He ahí la pregunta del millón.

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